«Él me eligió a mí y yo a él», con esta frase Andrea describió la curiosa experiencia de vida que tuvo cuando conoció a un bebé recién nacido que estaba en su unidad de trabajo pero que no sabía que se convertiría en su hijo.
Andrea Ferrari Zapatero tiene 37 años de edad y es radióloga de profesión, pero nunca se imaginó que esa labor le iba a traer a su vida el regalo más dulce de todos… ¡un hijo!
Hace 4 años atrás, a Andrea no se le había pasado por la cabeza la idea de ser mamá, sin embargo, el destino caprichoso y la vida tenían otros planes para ella.
Una tarde a mediados de abril, llegó a la unidad de terapia intensiva del Hospital Santojanni, en Buenos Aires, Argentina, un recién nacido con tan solo 15 días de vida, quien había nacido en un parto traumático a las 29 semanas de gestación con un peso de 1,140 kilogramos.
Una radióloga adoptó al bebé prematuro que atendió en el hospital Santojannihttps://t.co/l6zyyCvhZa pic.twitter.com/n0gZQ4sHwg
— SomosJujuy (@SomosJujuy) 3 de julio de 2019
Juanchi, que ingresó al hospital con parálisis cerebral, se sentía incómodo mientras la radióloga trataba de tomarle una placa, pero le pusieron las manitas entre el pañal y finalmente se tranquilizó en el pecho de Andrea. Desde ese momento fue amor a primera vista, aunque ella aún no lo sospechaba; según cuenta la publicación de Instagram de @nuestropieizquierdo, perfil especializado en compartir historias de personas que sufren parálisis cerebral.
Andrea, curiosa por la historia del pequeño bebé, descubrió que su madre biológica lo había abandonado en el hospital al siguiente día de haberlo parido, según le contaron las enfermeras. «Cuando supe su historia, quise alzarlo un ratito. Entonces se quedó dormido sobre mi pecho y me compró», admitió.
Lo cierto es que Andrea se empezó a encariñar con el bebé y lo visitaba por las tardes. De vez en cuando le daba un susto cuando el pequeño sufría paros respiratorios, pero sobre todo lo inspiraba ya que seguía luchando para seguir en esta vida. «Era un bebé que no tenía a nadie. Las enfermeras hacían mucho por él, pero había un montón de internados», explicó Andrea a La Nación.
Estuvo tres meses en cuidados intensivos y luego fue transladado a intermedia donde estuvo otros dos meses. Allí Andrea podía pasar más tiempo con el frágil bebé, le ponía la leche por una sondita y le cambiaba los pañales.
Andrea, emocionada, recuerda que Juanchi lloró por primera vez estando con ella. «Lloró conmigo por primera vez. Todo un hito. Tenía cuatro meses de vida y no había llorado nunca», le dijo a La Nación.
Luego de seis meses de estar en la clínica, a Juanchi le dieron de alta y lo llevaron a un hogar temporal, pero Andrea estaba muy encariñada con el niño y quería seguir viéndolo, entonces se anotó como referente afectivo en el programa «Abrazar» del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, para visitarlo tres veces por semana.
A Juanchi le sonreía el destino. Dos meses después apareció una pareja interesada en adoptarlo pero cuando fueron a una consulta con el neurólogo, no le dieron un pronóstico muy alentador.
«Todos juntos fuimos a una consulta con el neurólogo para ver si lo adoptaban. El gordo no cerraba los ojos cuando le aplaudían, ni respondía a varios de los estímulos», relata Andrea. «El médico aseguró, entre otras cosas, que no iba a oír, ni ver. Entonces los adoptantes no lo quisieron. Dijeron que para ellos era demasiado… Yo lo amaba. Quería su bien. Me gustaba que pudiera encontrar una familia. Pero en ese momento pensé: ‘¿Y si nadie lo quiere?’. Entonces me animé a intentarlo».
Así fue como comenzó la travesía de Andrea para que la dejaran quedarse con Juanchi. Su único temor no era la discapacidad del niño, sino el hecho de no poderle darle todo lo necesario.
Asesorada por su psicóloga y una abogada, Andrea se presentó al juzgado en febrero de 2016 con el deseo de adoptar a Juanchi y solicitó la guarda. Se la otorgaron en agosto del mismo año pero sin fines para adopción, mientras el juzgado seguía analizando los posibles adoptantes.
Ese fue el momento en que Andrea y Juanchi pudieron irse juntos a casa. «Estaba muerta de miedo. Tenía que atravesar muchos procesos y estaba fuera de la Ley de Adopción por haber sido previamente referente afectivo. Tenía todas las de perder: alquilaba y era soltera», confesó Andrea.
Juanchi tenía una sonda, no escuchaba de un oído y del otro tenía la audición disminuida, aunque afortunadamente eso se fue revirtiendo poco a poco. Pasado el año, el pequeño ya se podía sentar y gatear. Pasados los dos años, comenzó a caminar.
Ya para marzo de 2017, Andrea, con el corazón en vilo debido a que era consciente que le podían quitar a Juanchi, decidió pedir la guarda con fines de adopción, y ya para octubre esperaba que le otorguen la guarda preadoptiva, pero la llamaron de juzgado para informarle que tenía la adopción definitiva.
«Yo no entendía. ‘Ya está. Vamos a festejar’, me dijo la secretaria del juzgado. Cuando veo el escrito, la tutora legal, que era muy estricta, había puesto que considerando el tiempo que yo había cuidado de Juanchi, no hacía falta la preadoptiva. Pero además [y se pone a llorar mientras lo cuenta] ordenaba que a Juanchi le pusieran inmediatamente mi apellido: Ferrari Zapatero», recuerda Andrea.
Ella estaba muy contenta de que por fin pudo lograr lo que tanto quería: ¡tener a Juanchi para siempre! Su infancia difícil la había hecho sentirse relacionada con el que ahora sería su nuevo hijo, y aunque era soltera, tenía los valores, los principios y la valentía que su madre había tenido cuando le tocó sacar a sus hijos adelante. Cuando murió su papá de un cáncer, Andrea solo tenía con 5 meses de edad.
Juanchi ahora tiene 4 años de edad, va al jardín en jornada completa sin maestra integradora. Estuvo dos años con estimulación temprana y una sonda para alimentarse porque no tenía reflejo de succión, pero ahora solo necesita mejorar la deglución.
Una radióloga adoptó al bebé prematuro que atendió en el hospital Santojanni:
Fue una tarde de… https://t.co/VSeYHnF6kD— Radio DoGo (@radiodogo) 4 de julio de 2019
Lo más sorprendente es que Juanchi incluso participó en un show de comedia musical con @academiatodosxmas, y además tiene rutinas y duerme en su propia cama.
Andrea se siente muy satisfecha con los avances de su hijo y muy orgullosa de todos los progresos que ha tenido en tan solo cuatro años de vida. «Salió adelante porque siempre tuvo muchas ganas de vivir. Además, lo atendieron muy buenos médicos, y en el hogar donde vivió nunca dejaron de estimularlo. Todo a pesar de un diagnóstico neurológico devastador. Cada tanto lo llevo a visitar al neonatólogo que lo vio nacer y ¡no lo puede creer!», dice Andrea a La Nación.
La orgullosa mamá confiesa que no sabe nada sobre la madre biológica pero que tampoco piensa ocultarle la verdad. «Le iré contando su historia a medida que vaya preguntando. Es su identidad. Sin miedos. Porque la sangre no te hace familia. Nosotros nos adoptamos. Él me eligió a mí y yo a él. De hecho, siempre la tuvo clarísimo: se agarró de mí cuando lo puse en mi pecho», aseguró Andrea.
«Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos», dice Andrea rememorando la frase de Julio Cortázar para explicar cómo el caprichoso destino los había juntado. «Y nosotros somos los más afortunados, porque nacimos para encontrarnos y pudimos hacerlo» concluye.
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