Le habían educado para defender aquello en lo que cree y para mantenerse firme, así que cuando Cameron Blasek se dirigió al instituto con su bandera estadounidense rechazada todavía ondeando en su camioneta, aparcó en el estacionamiento del instituto y se dirigió a clase sin saber qué le esperaba.
El estudiante de 17 años del último año de secundaria de St. Leon, Indiana y su amigo, habían ondeado sus banderas estadounidenses montadas en sus camionetas desde el verano, —banderas como las que su padre y sus tíos habían ondeado en sus vehículos hace mucho tiempo. Cuando llegó el otoño, su amigo dejó de izar la suya, pero Cameron continuó.
Es poco probable que los alumnos del instituto East Central no vieran la bandera cuando empezaron las clases, explica a Epoch Times. Su camioneta era uno de los vehículos más grandes del estacionamiento y su bandera ondeaba al viento, orgullosa y abierta a la vista de los estudiantes y el personal.
«Desde que era pequeño, siempre he tenido una bandera en mi jardín», dice Cameron, y añade que las viejas fotos y vídeos de las banderas de su padre y sus tíos le sirvieron de inspiración. «He tenido familia que ha estado en el ejército. Lo hice por respeto».
Durante meses, todo parecía ir bien con la escuela y su bandera montada en la camioneta. El primer semestre transcurrió sin incidentes, y luego empezó el segundo. Sin embargo, el 7 de marzo, justo antes de que los estudiantes se fueran de vacaciones de primavera, algo cambió.
«Me llamaron a un lado durante el almuerzo, y mi vicerector y un consejero me dijeron: ‘Oye, tienes que quitar la bandera de la parte trasera de tu camioneta'», contó Cameron al periódico. «No entendí muy bien por qué; no me dieron una razón clara».
«Me habían dicho que venía del rector. Y me dijo: ‘Si no la retiras, te denunciaré por insubordinación'».
La confrontación despertó un conflicto en la mente de Cameron —por un lado, se había mantenido firme y había hecho valer su derecho a ondear la bandera, llegando incluso a leer el código de la bandera de la escuela al vicedirector y al consejero. Por otro lado, tenía que graduarse; una posible expulsión podría entorpecer sus planes profesionales.
«Me tomaron por sorpresa, también estaba conmocionado, tenía miedo», dijo Cameron.
«Este es mi último año de instituto», dijo. «Hoy en día se necesita un diploma para hacer casi cualquier cosa. Así que me sentí un poco amenazado cuando me dijeron que me iban a sancionar por insubordinación y que posiblemente me expulsarían o suspenderían por ello».
¿Cómo respondió? Lo pensó y habló con sus padres. Dijo que estaba cumpliendo las normas; la bandera estaba montada legalmente según el código.
Y los Blasek apoyaron plenamente la decisión de su hijo de ir en coche al colegio al día siguiente, con la bandera estadounidense todavía ondeando orgullosa en la caja.
«Desde que era pequeño, me educaron y crecí para defender siempre aquello en lo que crees», dijo, «y no echarte atrás».
Llegó la inminente llamada al despacho del director, y Cameron entró y leyó el libro de códigos en voz alta al director, como había hecho con el vicerrector y el consejero el día anterior.
«En realidad no tenían nada que reprocharme», dijo Cameron al periódico.
¿Y el resultado? No mucho después, por la razón que fuera, el director del East Central High School, Tom Black, publicó en Internet un cambio total de su postura contraria a la bandera de Cameron. Escribió lo siguiente:
«Después de una cuidadosa consideración y en reconocimiento de la importancia de la bandera de EE.UU. como símbolo de unidad e identidad nacional, me complace informar que estamos permitiendo la exhibición de la bandera de EE.UU. en el aparcamiento del East Central High School».
Cameron no sabe por qué se llegó a eso. La única explicación que recibió fue que la bandera «puede ser vista como ofensiva por otros estudiantes», dijo, que «si yo ondeaba esa bandera, otros podrían ondear banderas más ofensivas».
En cuanto a por qué consideraron ofensiva la bandera, dijo que no tiene «ni idea», pero que está «contento» de que se hayan reivindicado sus derechos.
«Me siento bien», declaró al periódico. «Todo lo que quería desde el principio era poder ondear la bandera en la parte trasera de mi camión, y me alegro de poder hacerlo ahora».
El estudiante de último curso —que se describe a sí mismo como aficionado a la historia y participante en el programa de soldadura de la escuela— está estudiando diferentes ramas del ejército como opciones profesionales después de la graduación.
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