Inspirado por los esotéricos mandalas de arena tibetanos y su impermanencia corpórea, un artista nacido en el Reino Unido usa los paisajes naturales como lienzo, y pinta con piedras de diversos colores, formas y tonos para representar las similitudes de la tierra con el David de Miguel Ángel y Mark Zuckerberg, una yuxtaposición desafiante, sin duda, pero sorprendente y realmente hermosa.
Ese artista, Justin Bateman, de 45 años, ahora radicado en Chiang Mai, Tailandia, cree que las obras de arte deben conectarse con nuestro entorno natural, y se ha inspirado en el escultor de arte de tierra Andy Goldsworthy y en Philip Guston, que desafió la noción de «arte elevado». Así, Bateman se adentró en los bosques, selvas y playas de Tailandia e Indonesia para crear sus coloridas obras maestras en forma de mosaico.
«Comienza con la meditación», dijo Bateman a The Epoch Times. «Deben presentarse tanto el lugar como las piedras adecuadas. Si el tema, el lugar y las piedras no coinciden, la obra no se hace. Si se alinean, entonces empiezo a crear mapas de color del tema».
Bateman suele «pintar» en piedra antiguas obras maestras de la historia del arte, como obras de Miguel Ángel, La Scapigliata de Leonardo, un autorretrato de Rembrandt, un querubín de Rafael y el Nacimiento de Venus de Botticelli, todo lo cual revela una conciencia de contenido cultural del arte.
Las obras de Bateman exploran un contexto más amplio al retratar a personas reales —famosas y desconocidas, vivas y fallecidas hace tiempo— como: Mark Zuckerberg en una pieza ingeniosamente titulada «Fósil de Facebook», el difunto Pablo Picasso y Nelson Mandela, el actor Robert Powell interpretando el papel de Jesús de Nazaret, así como un «pastor de ganado» local de Chiang Mai. Además, George Washington, la reina Isabel II y Frida Kahlo hacen su aparición.
El tema de los retratos de piedras de Bateman surgió de un sentido de «curiosidad» humana espontánea, más que de una mera ideología artificial. Como los efímeros mandalas tibetanos, la filosofía de Bateman trasciende los problemas mundanos. «En lugar de preocuparme por las finanzas o el orden mundial, etc., puedo enfocarme en localizar un matiz o tono particular de sepia», dijo bromeando. «En cierto modo, es una práctica consciente, pero eso no quiere decir que no tenga sus propios problemas. Solo que prefiero estos problemas a los mundanos».
Y describió su proceso creativo: «Hay muchas incógnitas y variables. Estoy en el camino con la obra, el resultado es tan desconocido para mí como un espectador que observa el proceso. Empiezo con una prueba, haciendo los ojos, si los ojos no funcionan, hay que abandonar la pieza (…) La obra debe establecer un alma».
«Cuando las piedras se convierten en píxeles, pueden surgir muchas sorpresas. A veces las piedras pueden encajar a la perfección, otras veces es como forzar un rompecabezas mal hecho». Al igual que las creaciones de la naturaleza, las obras de tierra de Bateman son efímeras. Después de trabajar durante tres o treinta días para producir una imagen espléndida y detallada, el rostro adornará su galería rural sin paredes, para que los transeúntes se maravillen, hasta que la tierra lo reclame.
Los retratos de Bateman, «las piedras son mis píxeles», como indica su lema, sin embargo, son una excepción en la larga tradición del mosaico, según reconoce. «Históricamente, la práctica del mosaico se ha regido por normas estrictas», explicó. «Alrededor del año 200 a.C., las piedras más aleatorias se sustituyeron por materiales cortados en forma cúbica o regular. En la práctica del mosaico, esto se llama ‘tesela’. El material más común pasó a ser el mármol, por su durabilidad y su acabado brillante cuando se pule. Mi trabajo retoma una práctica más antigua. Podría decirse que es el equivalente escultórico a la pintura rupestre».
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