Cuando Grace Ridley regresaba del trabajo como integrante del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) en la mañana del 11 de septiembre de 2001, vio las torres gemelas. Sin embargo, en ese momento, no era consciente que sería la última vez que las vería.
Ahora, 19 años después, la oficial retirada de la policía de Nueva York recuerda lo que ocurrió ese trágico día cuando el mundo se derrumbó.
Ridley, quien se había unido a la policía en 1982, estaba pasando por el puente Queensborough después de su turno de noche en las instalaciones de incautación de automóviles de Brooklyn el 11 de septiembre. «Observé las torres gemelas por el espejo retrovisor y pensé: ‘qué día tan glorioso y soleado va a ser este…'», dijo en un comunicado de prensa de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA).
Al regresar a casa, cuando Ridley encendió el televisor, aparecieron las imágenes de los ataques pero pensó que era un anuncio de una película de acción, y se alejó por un momento. Sin embargo, cuando regresó, se enteró que el segundo avión había impactado la torre norte.
«Pensé para mí misma, ‘Esto se ve muy realista’. Y mientras seguía viendo, me di cuenta que en realidad estaba sucediendo», explicó.
Ridley, quien había trabajado como sargento y luego en el área de operaciones de los empleados, crimen organizado, asuntos internos, relaciones públicas, la oficina de justicia criminal y más, fue entrenada para manejar «incidentes críticos» y «planificación de desastres». En ese momento Ridley decidió regresar al trabajo y prestar asistencia. Empacó sus maletas para una semana pero no sabía que en realidad volvería después de ocho meses de trabajo incansable.
Para Ridley, llegar al lugar fue un momento muy conmovedor. Recuerda que mientras caminaba, «mis pensamientos sobre los trabajadores y niños que normalmente se reunían en la zona de descanso pasaron ante mis ojos», dijo. La madre de dos hijos comenzó a pensar en sus hijos mientras trabajaban cerca del World Trade Center, pero afortunadamente ellos estaban a salvo.
En los momentos siguientes, asignaron a Ridley a trabajar en la «zona caliente», que después se denominó «Zona Cero». Desde un edificio del Banco de la Reserva Federal a pocas cuadras de la Zona Cero,le encargaron gestionar la logística y coordinar las operaciones. Como su experiencia pasada incluía trabajar en las morgues de Queens y Manhattan, esto le resultó útil. Ridley estableció morgues temporales para recibir y catalogar los restos humanos que se descubrían en los escombros de las torres.
Al mismo tiempo, también organizó los Policías de Asistencia a Compañeros (POPPA, por sus siglas en inglés), un grupo de apoyo voluntario y confidencial entre colegas que presta asistencia a los policías en dificultades y a las personas que estaban luchando contra los pensamientos de depresión o trastorno de estrés postraumático (TEPT) tras el ataque.
Ridley trabajó arduamente con los equipos de POPPA para proporcionar los recursos necesarios, el equipo y los detalles para dormir a los policías visitantes. Además, sus equipos también daban comida y recesos de alivio a aquellos valientes socorristas que excavaban minuciosamente a diario en busca de sobrevivientes. «Me di cuenta que los equipos de primera respuesta no dejarían de cavar voluntariamente por su cuenta, así que ordené a mis equipos que se aseguraran de que los equipos de primera respuesta tomaran descansos mientras buscaban sobrevivientes», dijo.
Después de un largo día de trabajo, dormía en un catre en el cercano edificio del Banco de la Reserva Federal, donde se había asignado una parte para los trabajadores de la policía.
Esta rutina continuó día tras día durante ocho meses, y después de este período Ridley regresó finalmente a su casa en mayo de 2001. Un mes después, se retiró de la policía.
Viendo hacia atrás esos días difíciles, dijo: «El olor del combustible de avión quemado, la imagen de los cuerpos licuados de los que saltaron de las torres y el olor a carne quemada, quedan grabados en mi memoria para siempre».
«A pesar de haber trabajado en dos morgues activas durante años, los olores se quedarán conmigo por el resto de mi vida. Estoy agradecida que el trabajo de mi vida con el personal del POPPA me ayudó a mantener un saludable equilibrio general entre trabajo y la vida, tanto mental como físico», añadió.
Dos años después de los ataques, Ridley se unió a TSA, donde aún continúa trabajando como analista de programas en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy.
Sin embargo, han pasado 19 años y Ridley no ha vuelto a poner un pie en el sitio de lo que ahora es la torre de la Libertad, Museo y Memorial del 11-S.
«No puedo regresar, ya que todavía puedo ver y oler el horror de lo que sucedió ese día y los días siguientes», concluyó.
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