La primera vez que The Epoch Times habló con Madysen Wilcox, estaba en su tercer trimestre. Por fe, rechazó el aborto y decidió gestar a su hijo nonato con un diagnóstico mortal. Hoy, su «angelito perfecto» está en el cielo, pero su fuerza y su fe no flaquearon.
El bebé Charlie Wilcox falleció en paz en brazos de sus padres el 5 de octubre. Vivió «41 hermosos minutos», que estuvieron llenos de amor incondicional y de la gracia de Dios, y no sintió dolor.
«Ha sido la mayor prueba de fe de mi vida», declaró Madysen a The Epoch Times.
«Charlie me enseñó muchas cosas, pero la lección más grande que me enseñó fue que yo no tengo el control. Me enseñó que hay un plan más grande y que Dios sabe lo que hace. Aprendí que puedo superar cualquier cosa con la ayuda de Dios… Charlie me abrió los ojos al hecho de que tener fe lo es todo».
El nacimiento
A principios de año, a Charlie le diagnosticaron Holoprosencefalia Alobar (HPE) y varios defectos cardíacos. A Madysen le aconsejaron que abortara, pero ella optó por la vida.
Madysen y su marido, Darin Wilcox, no sabían cuánto tiempo viviría Charlie, si minutos, días, semanas o más. Enfrentarse a una situación tan traumática llevó a la pareja a acercarse a su fe en Dios.
«Las últimas semanas de embarazo fueron muy espirituales para mí», dice Madysen.
Hablaba con Charlie mientras yacía en su vientre y le susurraba palabras de consuelo y fortaleza. Puede que su vida en la Tierra sea corta, pero ella estaba decidida a que estuviera llena de amor y paz.
«A medida que nos acercábamos a su nacimiento, Darin y yo teníamos conversaciones nocturnas sobre cómo serían nuestras vidas con cada posible resultado», dijo.
Aún no sabían cuánto tiempo viviría después de nacer, si fallecería inmediatamente o viviría semanas y tendrían que conectarlo a tubos de alimentación. A medida que pasaba el tiempo, Madysen se sentía en paz.
«Hice un esfuerzo consciente por apreciar y saborear todas sus patadas y movimientos hacia el final, sabiendo que pronto anhelaría volver a sentir esos movimientos», dijo.
Sin embargo, Madysen se emocionó, sobre todo durante la semana previa a la inducción prevista para el 3 de octubre. Inspirándose en la señal «10-4» de la radio, que significa «mensaje recibido» o «lo entiendo», quería que el proceso de inducción empezara el día 3 para que Charlie pudiera nacer el día 4.
Debido a la escasez de personal, el proceso de inducción no comenzó hasta la 1 p.m. del 4 de octubre. Tras 17 horas de parto, Charlie nació en posición de nalgas el 5 de octubre. Tras haber experimentado tantos cambios inesperados durante su embarazo, Madysen creyó que el momento del nacimiento de Charlie era el adecuado.
«Durante todo el embarazo, daba igual lo que quisiéramos: Charlie siempre iba a hacer lo que le diera la gana».
Era como si estuviera recordandole a sus padres que Dios lo controla todo.
En los primeros momentos tras el parto, ella y su marido aún no sabían si Charlie estaba vivo o no. Al detectar un débil latido, el médico les aseguró que estaba vivo.
«Cuando me lo pusieron en el pecho por primera vez, sentí una combinación de alegría, angustia, amor, compasión, tristeza y alivio a la vez», dijo Madysen. Su marido afirmó haber sentido lo mismo.
Durante los 41 minutos siguientes, Charlie estuvo abrazado a sus padres.
«Nunca sufrió, nunca luchó, simplemente estaba en paz», dijo Madysen.
Cuando llegaron sus hermanos y abuelos, Charlie ya estaba en un lugar mejor. Aunque llegaron tarde, los familiares pudieron admirar al «pequeño perfecto» Charlie, creado a imagen y semejanza de Dios. Hayvn, la hija mayor de los Wilcox, y su hermano Harvey se turnaron para sostener a su hermanito y acariciarlo.
«La paz que había en esa habitación era inconmensurable», dijo Madysen.
La ceremonia del entierro fue sencilla y llena de amor. Madysen, su marido y los hermanos de Charlie colocaron cada uno un objeto especial en el ataúd de Charlie. La pareja, unida, depositó el ataúd en la tierra.
Un viaje de amor y pérdida
Madysen comparte que su embarazo de Charlie fue la mayor prueba que ha vivido, y dice que aprendió lo que significa confiar el control a Dios. Contar con el apoyo de su fe, su iglesia, su familia, sus amigos y su comunidad le ayudaron a superar el duelo.
«No podría haber superado este embarazo sin mi fe y la ayuda de Dios», afirma.
A pesar de la angustia de perderlo, Madysen afirma que el nacimiento de Charlie fue «una de las experiencias más tranquilas» por las que ha pasado. No se arrepiente de haber llevado a Charlie a término. Todo lo que Charlie conoció, dice Madysen, fue amor —dentro y fuera del útero. Saber eso le da paz.
Cuando se le preguntó qué aconsejaría a las familias en situaciones similares cuando se enfrentan a circunstancias tan duras, Madysen tuvo un mensaje sincero. Pueden venir tiempos difíciles, dijo, pero nosotros controlamos cómo respondemos.
«Podemos elegir si superamos la prueba y salimos fortalecidos o si sucumbimos a nuestras pruebas y dejamos que nos ganen, amargándonos, enfadándonos y desesperándonos», dijo.
Hoy, Madysen y su marido llevan cada uno una pulsera grabada con el nombre de su querido hijo. Entre otros recuerdos que eligieron para acordarse de él, estas pulseras mantienen vivo su recuerdo.
«Para ser una tragedia tan grande, todavía puedo ver toda la belleza que surgió de este dolor», dice la madre. «Sé que de nuestras mayores pruebas pueden surgir nuestras mayores bendiciones».
Con información de Arsh Sarao.
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