Un pequeño bebé que pesaba menos de medio kilo y que nació una semana antes del límite de aborto ha desafiado las probabilidades de sobrevivir y crecer.
La madre, Jessica Doxey, de 30 años, fue trasladada al hospital cuando tenía 23 semanas de embarazo y le diagnosticaron preeclampsia, una complicación durante el embarazo causada por la hipertensión, que puso en peligro su vida.
Le practicaron una cesárea de urgencia para salvar a Jessica, y le advirtieron que su hijo prematuro, que solo pesaba 435 g al nacer, tenía pocas probabilidades de sobrevivir. Según ella, nació tan pronto los médicos le preguntaron si quería que salvaran a su hijo.
El bebé Kaio, que comparte nombre con su padre, pasó seis semanas conectado a un respirador y dos meses y medio en una incubadora, que simulaba el vientre materno. Unas semanas antes de la Navidad de 2017, los Doxeys recibieron por fin el mejor regalo de todos cuando el pequeño Kaio llegó a casa, con 4 meses y medio.
«En ningún momento se me pasó por la cabeza renunciar a nuestro pequeño», dijo Jessica, una científica de la alimentación de Bakersfield, California.
«Había sentido mucho dolor durante las últimas 72 horas, pero lo que me hizo seguir adelante fue aferrarme a la creencia de que él estaría bien».
«La cesárea duró una hora, y tuvieron que utilizar anestesia general para realizar la operación».
Y añadió: «Cuando me desperté, estaba muy confundida, y los médicos me explicaron que Kaio estaba vivo pero que solo pesaba 435 gramos.
«Incluso invitaron a mi esposo a entrar para que compartiéramos lo que pensaban que serían nuestros primeros y últimos momentos con él en caso de que no lo lograra».
«Pero ese pensamiento ni siquiera se nos había pasado por la cabeza, y estábamos decididos a salvarlo».
Jessica, madre de tres hijos, recordó que tuvo un parto prematuro con su primera hija, Stella, de 6 años, a las 36 semanas. Jessica dijo que le aseguraron que era poco probable que se repitiera, pero a las 23 semanas de embarazo de Kaio, la llevaron de urgencia al hospital después de desarrollar repentinamente un fuerte dolor de cabeza.
Le diagnosticaron preeclampsia. Suele producirse hacia el final del embarazo, pero en el caso de Jessica no fue así y su estado empeoró rápidamente. Unos días después, Jessica desarrolló el síndrome de HELP, una enfermedad relacionada con el embarazo que afecta a la sangre y al hígado.
Antes de la cesárea, los médicos daban a Kaio un 40% de posibilidad de sobrevivir. Sin embargo, una vez que nació, el 7 de julio, esa cifra bajó inmediatamente a un 10.
Jessica fue dada de alta del hospital una semana después del parto y, para dar a su hijo recién nacido una mayor posibilidad de sobrevivir, se extraía leche materna, durante los 4 meses y medio, y la guardaba en un congelador especial en casa, y luego la llevaba al hospital para alimentar a su pequeño hijo.
A medida que pasaba el tiempo, el bebé Kaio se fue fortaleciendo, y Jessica y su esposo, Kaio, de 31 años, lo visitaban a todas horas, rezando para que sobreviviera.
El 13 de noviembre de 2017 llegó a casa, pesando 8 libras y 15 onzas.
«Durante semanas sentí que era mi culpa porque era mi cuerpo», dijo Jessica. «Sentí que era mi fracaso y es difícil dejar pasar eso cuando uno está viendo a su hijo sufrir. Cuando uno está en esa situación, se teme disfrutar de todo lo bueno que ocurre».
«Estando en casa mientras Kaio estaba en el hospital, sentía que mi corazón estaba en un lugar diferente. A menudo eran las 4 de la mañana y de repente me entraba el pánico y sentía la necesidad de estar con él, así que corría al hospital.
«Fue el momento más duro de nuestras vidas, pero la sensación de traerlo a casa fue indescriptible.
«Al cruzar la puerta de casa con él en mis brazos, parecía que todo estaba bien en el mundo».
«Quiero crear conciencia y que otras madres que tienen bebés prematuros sepan que no es su culpa y que no deben culparse».
Con información del personal de Epoch Times.
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