Un chofer escolar de Buenos Aires, Argentina, que se dedicaba a trasladar a 40 niños discapacitados a sus escuelas no pudo seguir trabajando debido a las medidas de cierre por el virus del PCCh (nuevo coronavirus), pero encontró la manera de ayudarlos: acercándoles las tareas a los alumnos, bolsones de alimentos, remedios y mascarillas.
Luis Rivarola, de 51 años, maneja un autobús escolar desde hace 20 años, pero debido a la pandemia no pudo continuar trasladando a los niños a sus escuelas y su fuente de ingreso se vio afectada. Sin embargo, Rivarola no se olvidó de los niños. “No puedo abandonar a los chicos”, dijo a Clarín.
Los niños que Rivarola visita viven a varios kilómetros de distancia entre ellos y el chofer se las arregla para cumplir su compromiso de ayuda. De forma voluntaria recorre distantes localidades. “Salgo todos los días a repartir. Soy el nexo entre las escuelas y las familias. Muchos de estos alumnos no tienen Internet, así que los mantenemos conectados con sus docentes de esta manera”, comenta Rivarola al mismo medio.
Rivarola se emociona al recordar cómo son los conmovedores encuentros con los agradecidos niños que le demuestran un cariño especial. “Me saludan desde el interior de sus casas, por la ventana. Los extraño y ellos a mí. Un día, una niña salió a la calle corriendo sin que su mamá pudiera evitarlo y me abrazó”, relató.
El solidario chofer cuenta que su hijo tiene síndrome de Down. “Mi hijo Elías, de 12 años, tiene síndrome de Down. En mi caso, por suerte, nos acompañamos con mi mujer, pero hay chicos que cuentan solo con su mamá o su papá y necesitan más apoyo. El Estado se olvidó de ellos y yo no puedo mirar para otro lado”, afirmó.
La vocación de servicio de Rivarola se refleja en su preocupación por los pequeños. “Es un momento muy difícil para ellos. Están acostumbrados a la escuela y a estudiar con un acompañante terapéutico”, dijo.
“Necesitan estimulación: tenían fonoaudiología y algunos hasta iban a la pileta [piscina]. Todo eso se cortó», agrega. Además, explica: «están los que no tienen computadora, televisión ni acceso a Internet. Y hay casos más graves de barrios muy carenciados en los que directamente están sin agua”, expresó.
Rivarola cuenta que muchos de los niños sufren problemas respiratorios y que se encuentran estrictamente aislados debido al “miedo por los efectos del coronavirus” y que la “la imposibilidad de seguir aprendiendo como lo hacían en el aula”, les genera una gran angustia.
Al principio solo les llevaba los materiales de estudio, pero luego se dio cuenta que necesitaban una mayor asistencia. “En los colegios me dan bolsones con comida y también se los hago llegar. Hay una abuela que retira medicamentos para su nieta en la iglesia del barrio y yo la llevo y la traigo. También me la paso entregando mascarillas”, dijo Rivarola.
Aunque Rivarola atraviesa una difícil situación económica se las arregla para tener el combustible necesario. “En la estación de servicio intento pagar con tarjeta de crédito. Aunque en el último tiempo me están fiando”, compartió.
Otro transportista que pudo ver el compromiso que tiene Rivarola con los niños decidió colaborar donando dinero para comprar mercadería y cubrir gastos básicos. Con el dinero Rivarola completa las entregas con golosinas. La intención es que «los niños se pongan contentos».
Actualmente el único ingreso económico de Rivarola proviene del negocio de su esposa de venta de pizzas. “Cuando vuelvo de entregar las tareas me pongo a trabajar de delivery en el emprendimiento de mi esposa. Además, uso la camioneta como flete, soy un buscador”.
“Estoy siempre con mascarilla y alcohol en gel. Por mi familia y por los chicos. Me angustia sentir que estamos en peligro, no duermo bien».
«Pero es la que nos tocó y no puedo quedarme en casa», agrega y dice que la situación es realmente difícil para los choferes que quedaron sin trabajo.
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