Una joven argentina que casi había aceptado la rutina diaria entre una montaña de documentos de oficina, decidió que 15 años habían sido suficientes para seguir aplazando su sueño de toda la vida: viajar por el mundo. Aunque el miedo a estar sola, a perder lo que había construido y a equivocarse estaban presentes, un encuentro en su cumpleaños 34 le dio el impulso que necesitaba para dar el paso que cambiaría su vida radicalmente.
Un día normal para María Florencia Mainet, cuando está viajando como azafata de yates de lujo, comienza poco antes de las 8:00 a.m. Su labor consiste en mantener al día todo lo necesario para que los pasajeros tengan un buen viaje y, en su tiempo libre, disfruta conociendo los lugares por los que se detiene cada embarcación.
Ya sea en la costa francesa, italiana o española, Mainet es feliz de poder despertar cada día con una espectacular vista al mar.
Pero no siempre fue así.
La joven de 38 años nació en La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina, y hasta el 2018 trabajó en una oficina del Ministerio de Seguridad Bonaerense de la ciudad. Una labor rutinaria y «aburrida» de la que su espíritu libre quería volar tan lejos como pudiera, pero que la inercia de la vida la había mantenido allí por 15 años, compartió en entrevista a The Epoch Times.
Aunque Mainet es una joven que adora estar con su familia, amigos y sus dos queridas mascotas, «Waffle», su perro, y «Panqueque», un conejo, desde pequeña soñó con viajar por el mundo y a medida que crecía esa idea no cambió.
Lo primero que estudió después del colegio fue turismo, pero la separación de su familia en aquel momento fue un duro golpe anímico que la llevó a concentrarse en el trabajo y dejar de lado su sueño, en el que se había visto como azafata de vuelo, lo más cercano a viajar y trabajar al mismo tiempo, al menos hasta ese entonces.
Sin embargo, «la idea de viajar iba y venía» pero no tenía idea de qué podía hacer y tampoco tenía el ánimo necesario. Hasta que un 11 de febrero de 2018, en su cumpleaños 34, conoció a unas personas que viajaban por el mundo. Sin proponérselo, esa noche tuvo la fuerza para dar un giro radical a su vida.
Mainet sentía que ya era «grande» para trabajar en el exterior, pero las personas que conoció en aquella velada le hablaron de una visa para poder viajar. Lo que más la detenía era pensar que el tiempo le pisaba los talones y que no era tan sencillo obtener otro trabajo.
Pero al mismo tiempo «sentía que si no lo hacía ahora no lo iba a hacer nunca», y además las visas eran hasta los 35 años.
«Uno tiene que dejar muchas cosas de lado y no [podía] en ese momento. Pero las ganas siempre estuvieron, el sueño siempre estuvo, de conocer el mundo, de viajar», hasta que ese día, «decidí irme».
Mainet se fue un año a Francia con un permiso sin goce de sueldo en su trabajo. Y aquella niña que había soñado con ser azafata de avión descubrió a través de una youtuber que en los yates se necesitan azafatas.
«Era en el agua, en la playa, cosa que me encanta, el calor, el mar», dijo Mainet, quien encontró todo lo positivo de esa profesión. Al investigar vio que cubría todos los requisitos y el camino se fue abriendo naturalmente.
Para poder permanecer en Europa invirtió todo su dinero en cursos para su nueva profesión, y llegó un punto donde solo se quedó con dos euros. Para su fortuna, Jesús, un amigo de Palma de Mallorca, España, la ayudó con alojamiento y eso le permitió esperar mientras se concretaba una oportunidad de trabajo.
«Un día me llega un mensaje privado por Facebook de un capitán ofreciéndome un puesto como azafata y cocinera en un yate privado nuevo de 24 metros de eslora, y para una familia de Túnez», explica Mainet en una página que creó para dar asesorías de cómo viajar y trabajar en un yate alrededor del mundo.
Ese fue el primer viaje de la argentina, y aunque ha tenido muchas y muy buenas experiencias, guarda en su corazón esa primera experiencia en la que recorrió el sur de Francia. Allí conoció islas del mediterráneo como Cerdeña, Córcega, e Imperia, en Italia.
«¡Estuve con camellos en la playa, fue realmente increíble!».
Para su familia y amigos fue un poco difícil de creer, pero al verla tan decidida la apoyaron desde el inicio y están «felices y orgullosos».
La historia de aquella joven de lentes dentro de una oficina que se atrevió a romper el miedo y recuperar su anhelado sueño se hizo viral en redes sociales y ha tenido la oportunidad de compartirla en varios medios argentinos.
«Me da felicidad por compartir mi historia y que otros se sientan identificados e inspirados y que otros se animen a hacer lo mismo», dijo Mainet a The Epoch Times.
Hasta ahora todo ha ido muy bien, pero espera algún día llevar con ella a sus peludos «Waffle» y «Panqueque».
Ahora Mainet está en Florida, paseando, de vacaciones y asesorando a todos los que la contactan por redes sociales o en su su sitio web.
Lista para «embarcarme en breve», expresó.
Pero hay sacrificios, como estar lejos de la familia y amigos.
Aunque Mainet compartió que extraña su país: «amo Argentina y amo a mis amigos», y «ha habido momentos de llorar por extrañar a mis sobrinos, que los veo crecer desde acá y no los puedo abrazar y jugar con ellos», tomó la decisión de enfocarse en su trabajo y no regresar muy a menudo.
Pero más allá de su trabajo como azafata, Mainet anima a las personas a seguir sus sueños.
«Hablo desde el lugar de una persona que lo pudo lograr, pudo experimentar un gran cambio de vida», porque «siempre se puede, todos pueden, no hay edad, no hay límite, solo hay límites mentales».
Para aquellos que se sienten frustrados o insatisfechos con su trabajo, ya sea porque no se sienten felices con lo que hacen o porque no les pagan bien, Mainet los anima: «viajar te expande las visiones, te hace perder miedos y límites», y «no hay edad para cumplir los sueños, ¡he visto personas de 80 años corriendo en la playa!».
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