Muchas personas se ofrecen como voluntarios durante las fiestas o se esfuerzan por dar, y el Día de Acción de Gracias es un momento del año muy importante para Amy de la Fuente.
Su abuela falleció durante Acción de Gracias, por lo que es una tradición que toda su familia se reúna en Santa Ana, California, para honrar su memoria.
Sin embargo, Amy, de 26 años, tomó la decisión consciente de no asistir al Día de Acción de Gracias este año. En cambio, pasó las vacaciones ayudando a los sobrevivientes del devastador «Camp Fire» de California.
Como voluntaria de la Cruz Roja Americana, Amy registró a los residentes del refugio en los terrenos del parque de atracciones en el Condado de Butte y cargó suministros durante dos agotadoras semanas. Y cuando una anciana cuyo tanque de oxígeno funcionaba mal, la agarró del brazo y le rogó «por favor, no me dejes», Amy supo exactamente qué decir.
«Puse mi mano sobre la suya y le dije: ‘No voy a ninguna parte'», recordó Amy.
«Lo que yo haga no cambiará el mundo», reflexionó Amy sobre aquel episodio, «pero al menos el mundo de una persona cambiará».
Sin embargo, son los voluntarios como Amy los que más cambian la vida en estos momentos.
Cuando eres el destinatario de un regalo, ya sea un bono vacacional, una computadora nueva o un collar de macarrones con purpurina que tu hijo de kindergarten hizo solo para ti, se siente increíble. Pero las investigaciones demuestran que es realmente mejor dar que recibir.
Cómo se enciende tu cerebro cuando ayudas
Durante estudios recientes, investigadores de la Universidad de Pittsburgh dieron a 45 voluntarios una opción: podían completar una tarea que les beneficiaba a ellos mismos, a una organización benéfica o a un amigo en particular que lo necesitara.
Después, un escáner cerebral mostró una diferencia notable y fascinante basada en su elección.
Los participantes que eligieron ayudar a una persona en particular, no solo demostraron mayor actividad en dos centros de recompensa de su cerebro, sino que también disminuyeron su actividad en otras tres regiones que ayudan a informar la respuesta física del cuerpo al estrés a través de la presión arterial y la inflamación.
Un segundo estudio de la Universidad de Pittsburgh, esta vez utilizando a casi 400 voluntarios a quienes se les pidió que informaran sobre sus hábitos de dar, mostró resultados similares.
«Los seres humanos nacen especialmente vulnerables y dependientes de los demás», explicó Tristen Inagaki, profesora asistente de psicología de la Universidad de Pittsburgh, que dirigió ambos estudios. «Como resultado, necesitamos un período prolongado de cuidados intensos después del nacimiento para sobrevivir».
Ese deseo instintivo de ayudar a otros puede depender de esas áreas específicas del cerebro. Garantizan un comportamiento de mayor apoyo.
«Los mismos mecanismos que aseguran dar a otros también pueden contribuir a los efectos de salud a largo plazo que vemos al dar», dijo Tristen.
Y hay muchas.
Las personas que se ofrecen como voluntarios se enferman con menos frecuencia y viven más tiempo.
También se demostró que ayuda a mejorar la auto-estima de una persona, fomenta una visión más optimista del mundo, disminuye los comportamientos riesgosos o problemáticos y evita la depresión.
Además, cuanto más ayudas a los demás, más quieres seguir ayudando.
«Ayudar a otros aleja nuestros pensamientos y emociones, permitiendo que la mente supere las ansiedades y la angustia», dijo Stephen G. Post director del Centro de Humanidades Médicas, Cuidados Compasivos y Bioética de la Universidad de Stony Brook. «Incluso cuando ayudamos a otros solo como acción externa, nuestras emociones con el tiempo tienden a cambiar hacia la alegría y la bondad, en especial con buenos modelos a seguir».
Esto no es noticia para David Braverman.
A los 73 años, este ejecutivo jubilado de investigación de mercadeo solía considerar ser voluntario, pero no sentía que tenía tiempo.
Sin embargo, un conocido persistió y eventualmente David se encontró visitando pacientes en el Mercy Medical Center de Baltimore hasta cuatro horas cada lunes.
«Al principio, estoy seguro de que se trataba más bien de mi ego: `Mira lo que hago por los demás'», admitió David. «Sin embargo, muy rápidamente se convirtió en algo sobre la gente que visitaba, sonriendo, haciendo pequeñas hazañas y simplemente siendo compañía de otros que no tienen visitas».
Ya han pasado más de cuatro años y «he conocido a algunas de las personas más maravillosas de todas las religiones, culturas y razas», dijo David. «He compartido historias y charlas sobre comida, deportes, literatura, viajes e incluso religión. He aprendido sobre mi judaísmo, de monjas y sacerdotes católicos. He aprendido y hablado sobre el Islam con algunos. He oído de primera mano sobre vivir en el centro de Baltimore».
La conclusión, dijo David, es que «aunque creo que llevo algo a los que visito, resulta que, de hecho, se trata de que yo salgo del hospital los lunes para sentirme mejor que cuando llego allí por la mañana».
«Así que», agrega, «supongo que se trata de mí después de todo».
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