La guerra deja cicatrices de más de una manera, y cuando nuestros veteranos regresan a casa, no siempre es fácil darse cuenta a primera vista. El estigma que rodea a la salud mental y al trastorno de estrés postraumático (TEPT) hace aún más difícil abordar el trauma que sufren nuestros hombres y mujeres de uniforme. Algunas veces es necesario actuar con valentía y mantener una conversación sincera para curarse.
El veterano del Cuerpo de Marines Jon Hancock fue desplegado en Ramadi, Iraq, como parte del 2º Batallón del 4º de Marines en 2004. El pelotón, conocido como los Magníficos Bastardos, luchó con honor y sufrió muchas bajas. Uno de cada cuatro marines resultó herido o muerto en combate. A pesar de las grandes pérdidas y del inimaginable trauma, Hancock regresaría a Iraq durante seis despliegues más. Pero la brutalidad de la guerra, la pérdida de sus hermanos y el cuestionamiento de su propia humanidad se hicieron ver a su regreso.
Hancock, que ahora tiene 38 años, dejó el servicio activo el 21 de septiembre de 2009 e inmediatamente comenzó a asistir a la Universidad de Maryland. La transición al mundo estudiantil y civil no fue fácil.
«Probablemente en ese momento fue cuando empecé a sentir el abandono y el anonimato», dijo Hancock, «porque aquí estoy, después de haber trabajado en todos estos equipos, en estos grupos, en esta carrera realmente impresionante que tuve hasta ese momento, y de repente ahora estoy sentado escuchando a un niño que trata de decirme cómo son Iraq y Afganistán y la guerra».
La caminata
Hancock se sintió solo, y empezaron a aflorar los síntomas del TEPT. Se odiaba a sí mismo y a los demás, y cualquier persona ajena a la comunidad militar sentía su ira. Bebió para intentar sobrellevar la situación, y eso lo llevó a conducir bajo los efectos del alcohol y luego a una segunda vez. Tenía un hijo pequeño con su novia, pero luchaba por ser un padre presente y una pareja cariñosa. Su caída en picada culminó con un intento de suicidio en noviembre de 2014. Después, se inscribió en la Administración de Veteranos y buscó tratamiento. Pero descubrió que la agencia era inadecuada y no estaba preparada para ayudarle realmente.
Entonces, comprendió que tenía que hacerlo por sí mismo. Decidió emprender un viaje por todo Estados Unidos para visitar a sus compañeros marines y a las familias de Estrella de Oro de sus hermanos caídos. Quiso compartir su experiencia con ellos, y escuchar y tratar de entender sus luchas en retribución.
Cuando comenzó su viaje, no sabía cómo terminaría. El 11 de septiembre de 2016, después de dos semanas de marcha, estuvo a punto de desistir.
«Creo que todavía había una pequeña parte de mí que pensaba que iba a morir en esta caminata», dijo Hancock. «Pensaba que iba a hundirme en la oscuridad, en el fondo, y desvanecerme».
Hancock llamó a su madre y ella se ofreció a recogerlo. Pero había dejado todo aquello que había emprendido después de su servicio. Había abandonado los estudios y el trabajo, y en ese momento se dio cuenta que tenía que seguir adelante con este viaje.
Intentando comprender
Durante el viaje de casi 6000 millas de Hancock, recibió reacciones positivas y negativas de la gente que encontró en el camino. Todos los militares y veteranos con los que se cruzó lo apoyaron y felicitaron. Esas reacciones reforzaron su voluntad de seguir adelante. Otros fueron mezquinos, e incluso algunos le arrojaron basura y otros desechos mientras caminaba por el borde de la carretera. En una ocasión, una mujer vio la bandera del Cuerpo de Marines en su espalda y le gritó llamándole asesino de bebés. Pero este tipo de comportamiento desagradable solo le animó. En situaciones como ésta, aprendió a dejar que esos insultos se desprendieran de su espalda.
«No tiene sentido discutir con gente idiota, así que no lo hice. Simplemente decidí que estaría de acuerdo con cualquiera que fuera negativo», dijo Hancock.
Durante su viaje, el director de fotografía Brian Morrison notó algunas partes de la historia de Hancock en los medios de comunicación locales. Los dos habían ido juntos a la escuela secundaria, pero no se conocían. Con el tiempo, pudieron conectarse a través de amigos comunes.
Morrison siempre había querido trabajar en una película más profunda y de mayor duración, y se inspiró en la historia de Hancock.
«Muchas de estas historias sobre veteranos que regresan a casa, siento que se pasan por alto, y yo quería prestarle más atención a lo que él estaba atravesando. Quería escucharlo de su boca», dijo Morrison.
Su deseo y su curiosidad por comprender realmente lo que sufren los veteranos cuando regresan a casa lo motivaron a sentarse con Hancock y discutir la posibilidad de filmar un documental sobre su camino. Hancock aceptó, y su confianza en Morrison hizo que sus hermanos marines y sus familias confiaran en él y le permitieran plasmar su historia. Aprendió sobre la fuerza y la resistencia de nuestros veteranos y la extraordinaria naturaleza de los lazos de confianza y lealtad en su comunidad.
Bastards’ Road – Trailer from Bastards’ Road on Vimeo.
Un nuevo comienzo
Cuando Hancock finalmente llegó a Camp Pendleton, los integrantes del 2º Batallón de la 4ª Infantería de Marina se situaron cada 15 metros en posición de firmes para darle la bienvenida. Todavía le cuesta articular lo que sintió ese día, pero recuerda una sensación de logro, seguimiento y apoyo.
Hancock estaba perdido antes de embarcarse en su viaje de 8000 kilómetros, pero cuando llegó a la meta, ya había descubierto algunos aspectos críticos sobre sí mismo. Volvió a aprender a ser responsable consigo mismo, y que había estado culpando de su TEPT y de las luchas resultantes a otras personas y factores externos. También descubrió que, aunque algunos de sus compañeros de la Infantería de Marina parecían estar bien, hasta que habló con ellos se dio cuenta que también estaban luchando. Pero, en general, aprendió que tenía que perdonarse a sí mismo si quería empezar a recuperarse.
«Uno tiene que perdonarse a sí mismo por las cosas que hizo en el pasado, de lo contrario le persiguen, y ver a tantos de mis hermanos hacer eso, era algo que me faltaba», dijo Hancock.
Tomando como base el nombre informal de su unidad, «Bastards’ Road» (BastardsRoad.com) narra la odisea de Hancock a través del país en una serie de imágenes de carretera, entrevistas y conversaciones sinceras. Morrison espera que la película ofrezca al público una visión íntima de la vida de los veteranos y que el documental elimine algunos de los estigmas y estereotipos existentes. Quiere que la película fomente una conversación para promover la comprensión y la recuperación.
Hancock espera que los veteranos aprendan de su historia que no están solos, y que hablar sobre sus traumas no los hace débiles. Es la única manera de perdonarse a sí mismo y curarse del combate, y de las luchas que siguen después. Para los civiles, espera que el documental les ofrezca una visión íntima de la vida de un veterano, lo que podría evitar que hagan algunas preguntas innecesarias. También espera que se hagan una idea de lo que nuestros militares y veteranos han soportado por ellos.
Para su hijo, que tiene 10 años, espera que vea, que aunque no fue un gran hombre o padre al principio de su vida, lo está compensando ahora.
«Quiero mostrarle la fuerza de la comunicación, la fuerza de hablar con los demás, y que la fuerza del militar no tiene comparación, y que estas son algunas de las personas más honradas con las que he tenido la oportunidad de trabajar, y que son fuertes, y que si elige seguir ese camino, me gustaría que entendiera que está bien hablar de las cosas que él también experimente», dijo Hancock.
Para ver «Bastards’ Road», consulte BastardsRoad.com/watchnow o linktr.ee/bastardsroad
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