Cuando tienes glaucoma crónico y no tienes hogar, la vida no es para nada divertida, y si se trata de un perro puede ser bastante desolador. Pero puede que haya un ángel de la guarda a la vuelta de la esquina.
Hace dos años, en los suburbios de Burton, Adelaida, en Australia, la pobre Lolly vivía en las calles con gran dificultad, ya que era completamente ciega. Parecía que sus ojos estaban a punto de estallar y no era difícil imaginar todo el sufrimiento que estaba padeciendo el pobre animal.
Cuando la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (RSPCA por su sigla en inglés) fue alertada de las condiciones de Lolly, reservaron una cita con un veterinario especialista en ojos, el cual tomó la decisión de extirparle los ojos, ya que la presión aumentaría cada vez más causando más dolor y la posibilidad que sus globos oculares estallen.
Lolly soportó bien la cirugía, y pronto fue capaz experimentar una vida sin dolor.
Brigitte, personal de la RSPCA, se había encariñado con Lolly, y cuando se recuperó lo suficiente como para encontrarle un hogar, decidió adoptarla.
«Ella había estado conmigo por un buen tiempo y se había unido a mí», recordó.
«Nunca tuve la intención de tener un perro ciego, pero una vez que se unió a mí, no quise que pasara por todo ese proceso otra vez… así que terminó quedándose con nosotros».
«Es un alma tan feliz, tan confiada y llena de vida», aseguró a RSPCA.
18 meses después, otra pobre alma fue encontrada vagando por las calles. También había que extirparle los ojos y la mayoría de sus dientes se habían podrido, provocando que un olor terrible emanara de su boca.
Sugar, como la llamaron, tenía 13 años y tenía algunos problemas de ansiedad. Cuando le quitaron sus ojos quedó totalmente ciega, y cuando Brigitte la vio su corazón se derritió.
«Sentí mucha lástima por ella. Pensé: ‘Si ella se lleva bien con Lolly, tengo un perro ciego, así que también puedo criar a otro'», relató Brigitte.
El antiguo propietario de Sugar fue multado con 2180 dólares después de declararse culpable ante el tribunal por negligencia y se le prohibió poseer otro animal.
Sugar y Lolly son los perros más dulces y merecen un poco de alegría en la vida, y Brigitte es justo lo que el doctor recetó.
Brigitte asegura que todos pueden notar la diferencia. «El cambio fue inmediato una vez que comenzaron a sentirse cómodos, felices y seguros».
Ambos disfrutan de la compañía del otro y se dice que aman su nuevo hogar.
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