Albert Einstein ha sido uno de los grandes genios de la historia de la humanidad y es considerado el físico más importante del siglo XX. En 1950 cuando Einstein ya estaba en pleno apogeo, un médico peruano quiso analizar su cerebro.
El físico alemán se hizo popular en 1915 desde que planteó la Teoría de la Relatividad, donde replantea el concepto de espacio-tiempo explicado por Newton.
En 1950, el doctor Alejandro Arellano Zapatero, quien trabajaba en el Hospital General de Massachusetts, quería analizar el cerebro del científico mediante un estudio que buscaba medir las ondas magnéticas del cerebro y detectar diferencias, según informó El Comercio.
Uno de los participantes pioneros más destacados en el experimento, fue el genio Norbert Wiener, quien se ofreció para contactar a Einstein y pedirle que participara en el estudio.
«Yo le voy a escribir una carta personal [a Einstein], pero usted también escríbale», le aconsejó Wiener a Arellano. De este modo, el doctor le escribió una carta donde lo invitaba a participar en dicho estudio.
«Hay muchas perlas en los anaqueles del mundo, pero solo una como la suya quiero conservar», con estas palabras el doctor logró convencer al genio alemán de que participara en el experimento. «¿Cree usted que mi cabeza sea tan interesante como para merecer un estudio de tal naturaleza? Si usted lo piensa así, acepto», le respondió el científico, según publicó El Comercio en un articulo de 2010.
Era el 8 de septiembre de 1950 y el doctor Arellano partió con un equipo electroencefalográfico completo a la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, justamente a la casa donde vivía Einstein. «El examen se realizó en la casa [ubicada dentro del campus] del profesor Einstein, así lo dispuso él», le dijo al mismo medio Katharina Hoffmann, la esposa del médico.
Un salón mediano austeramente amoblado y con pocos libros, fue lo que más le llamó la atención al médico peruano. «(Albert Einstein) era un hombre de 1,70 metros más o menos, de contextura delgada, expresión tranquila, amable, rostro un tanto arrugado, cabellera larga, blanca, fina, de mediana abundancia que cubría su cráneo y dejaba ver su amplia frente», recordaría Arellano en una entrevista con el El Comercio en 1955.
El físico se acostó junto al electroencefalógrafo en una camilla preparada para el estudio. «Profesor, le ruego relajarse en lo posible, y reposar mentalmente», le pidió el médico, a lo que Einstein contestó: «Me pide usted una cosa muy difícil, algo que nunca he hecho en mi vida».
Y eso era cierto, porque Arellano notó ciertos cambios en su cerebro. «Tengo un problema sobre la teoría de la relatividad que me preocupa profundamente», dijo el físico e inmediatamente hubo respuestas eléctricas cerebrales que cambiaron.
El examen electroencefalográfico duró dos horas durante las cuales ambos conversaron. Sin embargo, para Arellano este sería uno de los episodios más gratificantes de su carrera. «Me parecía un sueño haber confidenciado [sic] largo rato con el cerebro más grande de nuestro tiempo y guardar el tesoro gráfico de sus potencialidades”, dijo el doctor.
Ambos se seguirían comunicando por cartas, según cuenta la esposa de Arellana, hasta que el físico falleciera 5 años más tarde en 1955.
Este encuentro marcó la vida del médico peruano, a quien le lloverían ofertas de trabajo en Estados Unidos y en Europa, sin embargo, el decidió regresar a Perú acompañado de su esposa 14 años menor que él, la que se convertiría en la madre de sus siete hijos.
Arellano fue uno de los médicos pioneros que llevó la encefalografía a su país natal y fue uno de los fundadores de la Liga Peruana de Lucha contra la Epilepsia.
«Su trabajo fue excepcional, creó el servicio médico asistencial de electroencefalografía, atendía gratis a pacientes del hospital Dos de Mayo», le dice uno de sus alumnos, el neurólogo Juan de Dios Altamirano, según la publicación del mismo medio. En 1996, el doctor Arellana falleció debido a un derrame cerebral pero su legado aún sigue vivo.
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