El escritor de Oregón, Clint Edwards, es un padre de tres hijos que aprendió una lección de humildad como padre y decidió compartirla con el mundo. Los padres no merecen elogios por ayudar en casa, dijo.
Muchas familias modernas desdibujan los roles de género tradicionales a favor de atender las habilidades y responsabilidades de cada padre. Algunos padres renuncian a sus trabajos para quedarse en casa con los niños; algunas madres son las principales proveedoras de alimentos. Pero para Clint, parecía que las noches suponían un problema.
Una humilde conversación con su esposa, Mel, lo alertó del hecho de pensar que merecía gratitud por levantarse en la noche para atender a los niños. Su revelación lo llevó a escribir una impactante entrada en su blog, titulada: «Solo porque me levante por la noche no significa que merezca elogios».
«Estaba charlando con mi esposa sobre la larga noche que habíamos tenido al levantarnos con el bebé, cuando dije: ‘Al menos me levanto con ella’. Muchos hombres no lo hacen. Deberías estar agradecida'», escribió Clint, compartiendo su historia con The Huffington Post, a la que colabora.
«Estaba cansado», continuó. «Y lo dije como si fuera realmente afortunada de tenerme. Como si hiciera más como padre».
Eran las 7 de la mañana, y la exhausta esposa de Clint se recostó en su silla con el bebé dormido de la pareja en su regazo. Ella digirió las palabras de Clint y finalmente respondió: «Desearía que dejaras de decir eso».
En ese momento, explicó Clint, Mel asistía a la universidad mientras criaba a tres niños pequeños, además de ser voluntaria en la escuela pública para niños. A menudo comentaba la presión que sentía por su desempeño como única cuidadora.
Clint, padre de tres hijos, se dio cuenta de que añadia peso a la inmensa presión que su esposa ya sentía. Insinuaba que levantarse por la noche era una «generosa extensión» de su rol de padre.
«Como padre, a menudo siento que estoy rompiendo el molde, porque doy una mano en la casa», explicó. «Pero por alguna razón sentía que debía recibir una atención especial por hacer cosas que durante muchos años se han visto como el trabajo de la madre».
Clint se dirigía al trabajo cuando intentó justificar su posición, diciendo: «Hago muchas cosas que otros padres no hacen. Soy un buen tipo». Mel respondió que la necesidad de su esposo de ser elogiado dañaba su creencia en una sociedad equitativa.
«Este es tu bebé también», dijo.
Clint se fue al trabajo enfadado, pero sus 30 minutos de viaje atenuaron su indignación. «Para cuando estacioné y caminé a mi oficina, me sentía muy deprimido», explicó Clint. «Llamé a Mel desde el trabajo, y le dije que lo sentía».
Clint, sintiéndose avergonzado, admitió que se equivocó al esperar elogios por su colaboración. Mel se quedó brevemente callada, antes de agradecer a su esposo por su cambio de opinión.
La revelación personal, del padre de tres niños, se convirtió en parte de su libro: «Lo siento, con amor, tu esposo». Clint continúa haciendo una crónica de la vida diaria como padre averiguando cosas en su «blog de papá«, titulado con humor: «No tengo idea de lo que estoy haciendo».
Cuando era niño, explicó Clint, no tuvo padre en su vida. Como tal, espera que sus muchas frustraciones y éxitos eventuales pueda ayudar a otros a aprender de sus errores.
La conclusión de Clint es reconfortante: «Estar frustrado, confundido y alegre como padre es normal».
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