Mientras trabajaba como voluntaria en Kenia a la edad de 20 años, el corazón de Amy Hehre se rompió cuando fue testigo de primera mano de cómo los huérfanos y los niños vulnerables luchaban por sobrevivir en instituciones abarrotadas. Fue entonces cuando encontró la verdadera vocación de su vida: soñaba con construir un hospital para cuidar a estos niños. Seis años más tarde, su sueño se hizo realidad cuando ella y su marido Rob, fundaron el Hospital Infantil OVI, una organización sin fines de lucro.
Escribiendo para Love What Matters, Amy Hehre, quien se graduó del Programa de Estudios de Asistentes Médicos de la Universidad de Kentucky, relató un típico día de trabajo en el Hospital Infantil de OVI, que depende enteramente de las donaciones para proporcionar tratamiento y atención médica gratuita para salvar la vida de los huérfanos y niños vulnerables del África Subsahariana.
Cada día, en su centro médico de 1021 metros cuadrados en Suna Migori, Kenia, Amy se enfrenta al trauma de ser testigo del sufrimiento de sus pequeños pacientes que luchan contra la desnutrición, la malaria, las lesiones traumáticas, el cáncer y el SIDA.
«Aunque esta vida es mi sueño y mi pasión absoluta, seré la primera en decirles que no es fácil», escribió Amy.
Una mañana en particular Amy, estaba experimentando un cansancio extremo después de cuidar a Winnie, una paciente de cáncer de 6 años de edad que estaba recibiendo su última ronda de quimioterapia.
«Winnie ha llegado a quererme como una madre. Permítanme decirles que, por heroico que pueda sonar jugar el papel de asistente personal de oncología y mamá, estos papeles están lejos de ser glamorosos cuando se combinan», escribió Amy.
Winnie odiaba absolutamente ver las inyecciones y «golpeaba, pateaba y gritaba’¡Mamá!’ durante siete horas seguidas».
Sintiéndose fatigada por haber dormido un máximo de dos horas, Amy sintió que esa mañana «simplemente no podía hacerlo» . Pero ella sabía que tenía que seguir adelante a pesar de todo, ya que «habíamos programado tres niños vulnerables en las áreas remotas de nuestras aldeas».
Con convicción y compasión, Amy se levantó y se fue con su esposo Rob, a visitar a los niños.
En su primera parada, Amy y Rob conocieron a un niño pequeño con microcefalia y epilepsia y a una niña que padecía una dolorosa afección cutánea. Durante su segunda parada, la pareja se encontró cara a cara con una niña de 8 años que estaba luchando contra múltiples enfermedades, incluyendo dolencias del habla y una desfiguración facial que la había afectado emocionalmente.
Después de la visita, estaba agotada física y emocionalmente, Amy soñaba con bañarse con agua helada antes de caer de nuevo en su cama.
Sin embargo, en ese momento, sonó el teléfono.
Amy cogió el teléfono y al enterarse de que había dos casos más de niños en edad escolar «físicamente débiles» volvió a sus deberes.
Luego, alguien dirigió a Amy y Rob a través de las rocas y cardos a lo largo del sinuoso sendero, que finalmente los llevó a una escarpada shamba de arcilla donde vivían las gemelas Sally y Selena.
Dentro de la casa de barro, una niña llamada Sally, sentada sola en el frente llamó la atención de Amy. La pequeña Sally de 4 kilos llevaba un traje rosa andrajoso, cubierto de hormigas y polvo. En sus pequeñas manos, sostenía una mazorca de maíz cubierta de ceniza.
¿Cuántos años tiene?, preguntó Amy mientras acunaba a Sally en sus brazos.
«Más de cuatro», contestó un pariente.
«¿Meses?», preguntó Amy. «No, 4 años», dijo y añadió: «Ésta es su hermana gemela», mientras señalaba a Selena, que parecía mucho más chica pero era casi cuatro veces más grande que Sally.
El tiempo se detuvo mientras Amy examinaba la pequeña cara de Sally. «Ya eres un milagro», susurró ella. La situación de Sally y Selena era desgarradora. «La madre las dejó así», reveló el pariente. «No sabía lo que podía hacer».
La pequeña Sally agarró el dedo de Amy y apoyó su cabeza en su pecho. Amy entonces supo que su «para siempre estaba cambiando y aún más, yo sabía con qué facilidad podríamos haberlo pasado por alto».
«Esta bebé había esperado más de cuatro años a que alguien la encuentre y la rescate de esta horrible condición», escribió Amy.
En ese momento, supo que tenía que traer a Sally y Selena de vuelta a OVI.
A pesar de que Sally estaba luchando contra la neumonía y la desnutrición severa, tenía un espíritu valiente. La niña tenía una gran sonrisa en la cara cada vez que Amy le acariciaba la mejilla.
«Esta voluntad de luchar y el afecto devoto de su hermana gemela Selena es lo que nos da esperanza para su recuperación total», escribió Amy.
Lamentablemente, todavía hay muchos otros niños y niñas vulnerables, ya sea abandonados, confinados por padres y madres avergonzados, que luchan en instituciones abarrotadas o que son demasiado pobres para acceder al tratamiento en Kenya.
«Es por esta razón que fundamos el OVI Children’s Hospital», escribió Amy.
La simpática Amy, conocía las enfermedades desde muy temprana edad ya que su madre sufría de cáncer. Su misión era trabajar con niños, según Kentucky Kernel.
«Mi objetivo es que ningún niño tenga que sufrir solo», aseguró Amy.
«Sentirse rechazada por su propio cuerpo es una cosa, pero sentir que es rechazada por su familia o su comunidad, no me siento cómoda con eso», agregó.
Por lo tanto, a pesar de estar agotada por la «vida salvaje y desordenada, que sigue trayendo muchas lágrimas y frustración», Amy vive por una causa mayor que ella misma: el bien de los numerosos niños que necesitan cuidados, amor y esperanza.
La inspiradora historia de Amy nos recuerda una famosa cita de la escritora estadounidense Helen Keller: «Cree, cuando estés más triste, que hay algo que hacer en el mundo. Mientras puedas endulzar el dolor ajeno, la vida no es en vano».
Saludos a Amy y Rob, por dejar una vida cómoda para ayudar a los huérfanos y niños vulnerables de Kenia.
No muchos de nosotros podemos ser como la desinteresada Amy, pero todavía tenemos el poder de caminar hacia un mundo mejor, ayudando a una persona a la vez.
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A continuación:
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