Curtis Kimball escuchó decir a su esposa que la pandemia lo estaba volviendo un poco «raro», y que lo mejor para eso era hacer nuevos amigos. Ese fue solo el detonante para que el hombre de San Francisco saliera a las calles de su ciudad, e invitara a los vecinos a una fiesta de pancakes en la que se reconectaron después de dos largos años de restricciones por la pandemia.
«San Francisco está en una mala situación. Las vibraciones están todas alteradas. No puedo hacer mucho para resolver los problemas aquí, pero puedo hacer pancakes», compartió Curtis Kimball en su cuenta de Twitter.
Después de dos años de confinamientos y restricciones por la pandemia provocada por el virus del PCCh, el patógeno que ocasiona COVID-19, Kimball, un chef y residente de San Francisco, pensó que era momento de hacer algo por las personas, por su ciudad y por sí mismo.
Y qué mejor manera que compartiendo unos deliciosos pancakes. Convencido de que lo mejor para las personas es tener contacto unas con otras y cultivar la amistad, en enero de este año salió a pegar anuncios en los postes, donde invitó a una fiesta de pancakes, ¡absolutamente gratis!
«Los volantes funcionan. En un mundo que está lleno de un número cada vez mayor de experiencias digitales, el mundo [real] tiene un plus de autenticidad. Si ve un volante, es muy probable que haya un humano esforzándose detrás de él», escribió el chef en un hilo de la misma publicación.
La experiencia fue más que un éxito, y Kimball comenzó a compartir en redes sociales la experiencia. Llegaron más de 75 personas y comieron más de 125 pancakes, y el generoso hombre comentó que el «hambre» de conectarse es común en este momento tan crítico.
«La alegría, las risas, la gratitud, la amabilidad fueron abrumadoras (al igual que el olor a pancakes). No quiero ser un sentimental, pero me puse un poco sensible algunas veces cuando cada persona me agradeció por lo que para ellos era el antídoto perfecto en el momento perfecto, después de 2 años difíciles.», escribió Kimball.
Motivado por el calor humano de los vecinos, que incluso le preguntaron por un frasco de donación o de propinas, Kimball realizó una segunda fiesta de pancakes a la que llegaron entre 700 y 800 personas, según sus cálculos. Pero esta vez llegaron refuerzos, unos amigos con los que solía trabajar en Creme Brulee Cart ―un carrito ambulante donde vendía pancakes―, además de su suegra y esposa, se distribuyeron las tres planchas que atendieron la fila, de acuerdo al medio KQED.
«La fila se extendía por la manzana y doblaba la esquina […] Fue una de las experiencias más increíbles de mi vida», compartió Kimball en Twitter.
Una mujer que tuvo que esperar media hora en la fila, dijo a KQED que no suele hacer filas, pero que esa en particular «le calentó el corazón y le hizo llorar de alegría», ya que le recordaban a su esposo fallecido, que las preparaba cada fin de semana.
Aditya Koolwal, un vecino de Kimball, llegó a la fiesta de pancakes con sus dos hijos, y cree que «cualquier incomodidad preliminar» vale la pena, «es por eso que vives en una ciudad, para hacer cosas como esta […] Cuando las cosas están muertas, realmente no se siente como si estuvieras obteniendo el valor de estar en una ciudad».
Además, Kimball compartió que lo motiva inspirar a otras personas a organizar sus propias fiestas de pancakes. Mientras tanto, él ya está preparando la tercera, gracias a donaciones de las personas en una cuenta de GoFundMe.
«Los habitantes de San Francisco tienen mi eterna gratitud por algunos de los momentos más divertidos de mi vida. Todos los que vinieron fueron un poco más de viento en mis velas a medida que comenzamos a reconstruir nuestro mundo. ¡Así que adelante! ¡Hacer amigos! ¡Alcanzar! ¡Da amor y recíbelo!», escribió Kimball.
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