La historia del fotógrafo de National Geographic David Doubilet para crear sus emblemáticas imágenes «por encima y por debajo del mar» comenzó hace tres décadas en Gran Caimán. Allí dos mundos convergieron a ambos lados de una delgada frontera molecular entre el cielo y el mar. Por encima estaban los «cielos increíblemente azules y las nubes onduladas»; por debajo, la irreal «arena matizada por el sol» y las rayas elevándose… todo convergió en ese momento para crear una obra de arte serendípica.
Doubilet, oriundo de Thousand Islands, Nueva York, econtró su medio, su voz y la historia que quería contar sobre el mundo bajo el agua y en la superficie.
Esa historia comenzó a la edad de 9 años, cuando su consejero del campamento de Adirondack lo expulsó bajo los muelles con un esnórquel como castigo por quejarse en una excursión debido a su asma. «El consejero matón pensó que sería una tortura, pero me encantó cada minuto y me quedé en el agua durante horas», contó Doubilet a The Epoch Times. «Regresé a casa, a Nueva Jersey, y conseguí mi propia máscara, aletas y tubo. Siento que le debo un agradecimiento a ese muchacho».
Desde de aquella foto en Gran Caimán, Doubilet, que ha pasado más de 27,000 horas captando mundos ocultos bajo el agua, ha seguido tomando estas excepcionales fotos, que han sido posibles después de adquirir una cúpula de cristal óptico de 9.5 pulgadas que corrige el aumento de un tercio bajo la superficie.
Ha viajado por todas partes, desde el ecuador hacia el norte y el sur hasta los polos ártico y antártico, para tomar sus fotografías de obras de arte en diversos encargos. Esos trabajos incluyen: un trofeo de corales en placa en el Arrecife Opel de Australia; la cruda belleza de los icebergs que tocan el aire de la Antártida, cayendo en picada en las turbias profundidades; un tiburón ballena bostezando que se encuentra con los navegantes filipinos; la sorprendente imagen de un cocodrilo americano, invisible desde arriba, pero demasiado cerca para el confort del mundo submarino; y mucho más.
La luz es un elemento clave en la obra de Doubilet, que da vida a estos dos mundos e inspira al artista fotógrafo como ninguna otra cosa. «Después de décadas en el mar, sigo persiguiendo la luz. Es mágica y puede cambiar el estado de ánimo de una imagen en un instante. La luz azul del atardecer, el amanecer y los atardeceres crean su propio lienzo», afirmó. «No hay nada como el color del atardecer o un cielo melancólico».
Después de tres décadas creando estas composiciones, Doubilet recopiló su épico viaje de exploración de dos mundos y de contar historias a través de su fotografía para publicar un libro: «Dos mundos: por encima y por debajo del mar», con el que espera inspirar una sensación de belleza, asombro y pérdida —por algunos de los cambios cataclísmicos que se han producido en el transcurso de esas tres décadas— pero también de esperanza en la capacidad de recuperación de nuestros océanos.
«Ahora fotografío con un sentido de propósito, urgencia y, sí, poesía», escribe en el prefacio del libro. «En mi cabeza y en mi corazón, es fundamental hacer una fotografía que trascienda el periodismo, crear una imagen que llegue al reino del arte. Si perdemos el sentido de la esperanza y la magia en el mar, lo habremos perdido todo».
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