El esqueleto de un dinosaurio semianfibio, que data de 75 millones de años, fue hallado en Mongolia y ha sido bautizado por sus estudiosos con el nombre de Halszkaraptor escuilliei. El nombre de la especie honra a Escuillié por su ayuda.
La osamenta encontrada en una piedra arenisca representa un nuevo género y especie de dinosaurio del Cretácico y ha sido descrito en la revista “Nature” por científicos europeos del Instituto Nacional de Ciencias de Bruselas y del Museo Geológico Capellini de Bolonia, menciona The Guardian.
Se cree que fue desenterrado en el desierto de Gobi, una zona al sur de Mongolia conocida como Ukhaa Tolgod, catalogada como la fuente de más del cinco por ciento de todas las especies de dinosaurios conocidas.
Sin embargo los detalles de la procedencia del fósil están incompletos debido a que, a pesar de que China ha prohibido la exportación de fósiles, los cazadores furtivos siguen haciendo negocio con los coleccionistas y de esta forma arruinan los hallazgos para los paleontólogos.
François Escuillié, un coleccionista que está luchando para evitar esta exportación, luego de devolver otros fósiles furtivos a Mongolia, descubrió que en el mercado había un nuevo ejemplar con cabeza de pájaro y cuello largo sin nudos. Lo aseguró y lo envió a Pascal Godefroit, un paleontólogo del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales, quien alertó a Andrea Cau, un paleontólogo de la Universidad de Bolonia y coautor del estudio que describe el dinosaurio en Nature.
Los científicos, quienes recuperaron el esqueleto luego de que fuera extraído ilegalmente de Mongolia, se sorprendieron tanto con la criatura, que su primer paso fue asegurarse de que no fuera una ficción hecha de una mezcla de fósiles.
Según National Geographic, el equipo de paleontólogos de Cau no corrió riesgos. Enviaron el fósil al European Synchrotron Radiation Facility (ESRF) en Francia, que produce alguno de los mejores escáneres de rayos X del mundo y utilizaron una técnica de escaneo de alta resolución, que emplea radiación producida por un acelerador de partículas conocido como sincrotrón.
Con esta técnica del sincrotrón, la exploración del cráneo de un primate fósil fue tan precisa que los investigadores pudieron ver su intrincado oído interno y gracias a esto, el equipo pudo explorar el fósil, a pesar de que todavía estaba parcialmente incrustado en la roca.
Después de analizar cuidadosamente el valor de unos seis terabytes de datos, los investigadores confirmaron que el fósil era auténtico y completamente extraño, informa National Geographic.
Los resultados, que han sido publicados en la revista Nature, no solo mostraron que los restos eran de una sola criatura, sino que también revelaron detalles ocultos, dijeron los autores.
Por un lado, el hocico del dinosaurio tiene canales que habrían transportado los nervios y los vasos sanguíneos a los sensores de presión que adornan su cara. En cocodrilos vivos y aves acuáticas, sensores similares proporcionan un mayor sentido del tacto, ayudándolos a detectar presas a medida que se retuercen en el agua.
«Este dinosaurio parece estar bien equipado para detectar y capturar presas en el agua, probablemente tanto en la superficie como en la columna de agua», expresa Duncan Leitch, biólogo de la Universidad de California, San Francisco, que ha estudiado el sentido del tacto de los cocodrilos vivos.
El paleontólogo del Museo Real Tyrrell, Don Henderson, está de acuerdo, pero agrega que el Halszkaraptor tenía un poderoso incentivo para mantener sus patas de tierra: era joven. La evidencia actual sugiere que, al igual que las aves y los cocodrilos, los dinosaurios necesitaban poner sus huevos fuera del agua.
Las extremidades posteriores fuertes de Halszkaraptor sugieren que no tuvo ningún problema para caminar en tierra durante períodos prolongados.
«Cuando vi el fósil la primera vez, me sorprendió», dice Andrea Cau.
«El fósil era tan completo, bellamente conservado y al mismo tiempo tan enigmático y extraño, con una mezcla completamente inesperada de características extrañas. Fue el desafío más emocionante para un paleontólogo”, comenta Cau, según National Geographic.
Se cree que esta criatura, que vivió alrededor de 71-75 millones de años atrás, cuenta con un cuello de cisne, «garras asesinas» afiladas como navajas en sus pies, un hocico con pico de pato y extremidades anteriores con proporciones que podrían haberlo ayudado a nadar, indica The Guardian.
«Lo que es muy especial es que se ve muy extraño, no se parece a ningún otro dinosaurio que conozcamos hasta ahora», dice Vincent Fernández, uno de los paleontólogos de la Instalación Europea de Radiación Sincrotrón y coautor de la investigación.
Fernández también señaló que, si bien las garras son una característica que se considera útil en tierra, las otras aristas ayudarían a cazar peces.
«Cuando sumamos todas las características, muestra que se trataba de un animal anfibio: podía correr en tierra, ya que imaginamos a los dinosaurios corriendo y, además, podía entrar al agua», dice Fernández y agrega que el cuerpo de la criatura era aproximadamente del tamaño de un pato ánade real, pero con una cola y patas largas.
Según el estudio descrito en Nature, entre los descubrimientos, el equipo señala que la parte frontal del hocico del animal tiene más dientes que cualquier otro dinosaurio.
«La forma de los dientes del animal, también es muy inusual y esa fue la primera evidencia del estilo de vida anfibio, porque realmente se ven como dientes de cocodrilo, porque están curvados hacia atrás», detalló Fernández.
Los autores señalan que un cuello largo es común en aves y reptiles modernos que emboscan a sus presas en el agua y que los dientes curvos ayudarían a atrapar a la presa.
Además la criatura tenía un sistema neurovascular en su hocico, similar al que se ve en los cocodrilos, una cola relativamente corta y rasgos esqueléticos que significaban que se habría movido en tierra en una postura más erguida que sus parientes cercanos, más parecido a las aves modernas.
Nombrado «Halszkaraptor escuilliei» por el último paleontólogo Halszka Osmolska y el coleccionista Escuillié, los autores dicen que la criatura no es solo una nueva especie de dinosaurio, sino que abre una nueva subfamilia, que abarca otras dos criaturas previamente desenterradas e inusuales, destaca The Guardian.
A pesar de sus características intrigantes, la nueva criatura no era un pájaro, sino un miembro primitivo de un grupo de dinosaurios terópodos no aviares conocidos como Dromaeosaurios, que incluye velociraptors, declara por su parte Fernández.
«Es un fósil impresionante», dijo Stephen Brusatte, un paleontólogo de la Universidad de Edimburgo que no participó en el estudio. Pero, añadió, que a pesar del cuidadoso análisis de los autores, él tiene preocupaciones.
«Solo tengo algunas dudas persistentes sobre si todo es un verdadero esqueleto, si bien es fácil detectar una mala falsificación, la manipulación moderna puede ser muy sofisticada”, indicó.
«Lo que despierta mi curiosidad es que el cuerpo realmente se parece a un dromaeosaurio, un dinosaurio raptor y la cabeza realmente se ve como un alvarezsaur, ese es otro tipo de dinosaurio pequeño», dijo.
Sin embargo, Brusatte también agregó que es posible que el fósil sea genuino y que la criatura fuera anfibia. Señaló que otros terópodos e incluso animales modernos como avestruces, tenían cuellos largos y delgados pero no cazaban en el agua.
Por ahora el fósil reside en Bélgica y una vez que los investigadores lo hayan estudiado, será devuelto a Mongolia.
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