Si le dijeran que le quedan meses de vida, ¿qué querría hacer por sus seres queridos antes de terminar su tiempo en esta tierra?
Para un hombre de Sioux Falls, Dakota del Sur, fue repintar el exterior de su casa para su esposa; y con la ayuda de la comunidad de su localidad, se le concedió su último deseo.
Al profesor de ciencias de la escuela secundaria de Washington, Tim Gjoraas, le diagnosticaron cáncer de colon el año pasado, y en julio se enteró que solo le quedaban unos meses de vida.
«Descubrí que no iba a ganar la batalla», dijo Gjoraas a CNN.
Sabía que los últimos meses de su vida le ofrecían un tiempo precioso con su familia. Así que empacó sus cosas del salón de clases donde estuvo22 años y dejó un trabajo que le encantaba, queriendo aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba.
«Probablemente no vuelva a enseñar en un aula en WHS otra vez. Como estoy seguro que algunos de ustedes adivinan, parece que voy a perder mi lucha contra el cáncer», escribió en un posteo de redes sociales. «Por ahora, sepan que me siento bien y que planeo muchos viajes con mi familia para tener tantos recuerdos como podamos».
Gjoraas dijo que desde que le diagnosticaron la enfermedad terminal, la comunidad lo ha apoyado a él y a su familia, organizando eventos para recaudar fondos y ayudando en todo lo que pueden.
Pero cuando Gjoraas le mencionó a un amigo que desearía poder volver a pintar el exterior de su casa, nunca esperó recibir la enorme cantidad de amor que pronto le seguiría.
«Solo le pregunté si el próximo verano, que probablemente no esté aquí, si puede pintarla para mi esposa», dijo Gjoraas.
Después de escuchar el deseo de Gjoraas, el profesor jubilado Doug Rinken organizó un grupo de personas para ayudar a pintar la casa.
Cuando Gjoraas vio al grupo de personas fuera de su casa, se quedó atónito.
«Me dijo que había recibido bastante ayuda, pero no sabía que iba a representar toda mi vida profesional, personas de todos mis años en el instituto de Washington», dijo Gjoraas a Argus Leader.
Los ayudantes pintaron el exterior de la casa en solo cinco horas. Después, se quedaron y socializaron, abrieron algunas cervezas y contaron viejas historias.
Gjoraas dice que toda la experiencia es aún más significativa por las personas que participaron.
«Salí del aula este año y lo extraño», compartió. «Se siente muy bien volver a estar con mis compañeros de trabajo. Están haciendo algo muy especial para mi familia, pero también pude hablar un poco sobre la escuela Washington con ellos y compartir viejas historias».
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