Un hombre adicto al alcohol durante la mayor parte de su vida decidió dejarlo después de perderse el funeral de su padre. Ahora, después de dos años de dejar su vicio, está ayudando a las personas que han caído en la adicción a recuperar su vida.
«Hoy estoy viviendo la vida; lo que había antes era solo una existencia», dijo Karl Finn, de 46 años, a The Epoch Times por correo electrónico. «Mantenerme sin beber es mi forma de reparar el daño, y mi homenaje a mi padre y al resto de mi familia que me apoyaron».
«Creo que él estaría orgulloso de la persona en la que me he convertido y del camino que he recorrido para superar mi adicción», añadió Finn, que vive en Southend, Essex, en el Reino Unido.
Finn nació y fue criado por sus padres y su hermano mayor en una zona obrera de Dublín, Irlanda, llamada The Liberties, famosa por sus bares y mercados. Según Finn, el «área estaba llena de adicción y delincuencia y fue fácil caer en la bebida». A los 14 años, Finn, que asegura que era un niño sensible en ese entonces, comenzó a beber para integrarse a la multitud.
Sin embargo, su adicción se descontroló y, en tan solo un año, Finn se «descarriló» y la bebida se convirtió en un problema importante en su vida.
«En ese momento, mi madre y mi padre estaban atravesando una ruptura matrimonial, lo cual me puso muy triste, pero no podía expresar realmente cómo me sentía, así que bebía para olvidar lo que estaba sucediendo», dijo.
Después de la separación de sus padres, Finn decidió quedarse con su padre. Sin embargo, la vida no fue muy fácil para él. Su padre tenía ataques de alcoholismo y era impredecible cuando iba a beber. Finn tuvo que crecer solo y asumir algunas responsabilidades en casa, mientras apoyaba a su padre emocionalmente.
«No fue fácil ver a un hombre fuerte como mi padre enfrentar la ruptura de su matrimonio», dice.
Durante esta fase, Finn, que abandonó los estudios, empezó a beber la mayoría de los días y se sintió «perdido». Sin ningún plan para su futuro, y sin ninguna capacitación, con 15 años empezó a trabajar en un bar.
En un intento de ayudarle con su adicción, su tía le permitió quedarse con ella en Weymouth, para «desintoxicarse».
«Funcionó —por un tiempo— y logré reducir la adicción», dijo Finn.
Sin embargo, al poco tiempo, cuando cumplió 17 años, decidió vivir nuevamente con su papá, que se había trasladado a Birmingham. Ahora rodeado de la familia de su padre, que se dedicaba a los bares y discotecas, Finn volvió a beber.
Durante este tiempo, se convirtió en el administrador del mayor bar y club de la ciudad.
«Trabajaba durante la semana y pensaba que podría contener mi consumo de alcohol para los fines de semana, pero pronto se desbordó hasta que bebía casi todos los días de la semana», dijo Finn.
Como la adicción se apoderó de su vida, se volvió poco fiable y empezó a llegar tarde al trabajo. Estaba con resaca permanentemente o desaparecía durante horas. Incapaz de tomar el control de sí mismo, terminó perdiendo su trabajo.
Durante los dos años siguientes, cambió de trabajo y de amigos, no lograba mantener nada, ya que su hábito de beber dominaba su vida, haciéndolo «egoísta» y «caótico».
Cuando tenía 19 años, se fue a vivir con su madre a Bournemouth. Ella creía que iba a empezar de cero, pero su problema persistió. Empezó a perder nuevos trabajos y relaciones por su hábito de beber.
«Me convertía en una persona diferente cuando bebía y mi vida era ingobernable: no me presentaba al trabajo o desaparecía durante varias horas seguidas. No podía detenerme», dijo Finn. «Cada día me levantaba y me concentraba en cómo conseguir dinero para poder beber. Vendía cosas, como mi teléfono, o me relacionaba con otros adictos y alcohólicos que bebían, algo que no siempre me gustaba. Estaba existiendo, pero no viviendo».
Con el paso de los días, Finn bebía un litro de vodka y hasta seis latas de cerveza al día, hasta que se desmayaba.
A pesar de sufrir un paro cardíaco, una insuficiencia renal y hepática, y serias lesiones debido a un accidente de bicicleta mientras estaba borracho, le faltaba la motivación para dejarlo.
Incluso, en 2018, varios médicos le advirtieron que moriría en un año si no tomaba la decisión de cambiar.
«Como alcohólico, mentía continuamente y hacía pasar a mi familia por un infierno», dijo. «Sobrepasaba los límites y les rompía el corazón repetidamente».
Entonces, en una Navidad, cuando Finn llamó a su madre, recibió la noticia que cambiaría su vida para siempre. Su padre había muerto solo debido a una intoxicación por alimentos.
«Él seguía bebiendo. Y, para empeorar las cosas, me enteré que me había perdido su funeral, un mes después», dice Finn. «Mi familia intentó avisarme por todos los medios, pero como siempre perdía o vendía mi teléfono, no lograron contactarme».
La noticia de la muerte de Finn le rompió el corazón. Aunque, por otro lado, también le sirvió como un «catalizador» para dejar de beber.
«La adicción me había costado todo, y no quería que ese fuera mi futuro. Era el momento de hacer un cambio», dijo Finn. «Me sentía increíblemente culpable por no haber estado ahí, debido a mis propios problemas de adicción, estuve ausente cuando más me necesitaba».
Decidido a cambiar su vida, Finn recurrió a la ayuda de Danielle Byatt, fundadora de Step by Step Recovery, una clínica residencial privada que ofrece un entorno seguro y confidencial a las personas afectadas por la adicción que desean iniciar su recuperación.
Se sometió a un tratamiento residencial de seis semanas, que tuvo un gran impacto en su vida.
«Llevo dos años sin beber y no podría ser más feliz. Mi vida es un millón de veces mejor: estoy en un apartamento y tengo pareja. Y estoy lleno de esperanza para el futuro», dijo Finn a The Epoch Times.
Empezó a trabajar como voluntario para ayudar a personas en la misma condición que él, y luego le ofrecieron un trabajo como trabajador de recuperación de alcohol y drogas en The Lighthouse en Southend, la clínica de Step by Step Recovery.
También retomó la relación con su madre, que estuvo a su lado en los momentos más oscuros.
En la actualidad Finn vive la mejor etapa de su vida, y aconseja a quienes intentan superar su adicción que «siempre hay esperanza».
«No se rindan nunca», dijo. «En algún lugar existe la posibilidad de empezar de nuevo y vivir mejor».
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