Si camina por las calles de Kon Tum en Vietnam, seguramente se encuentre con la Panadería Girasol (Tiệm bánh Hướng Dương), una pastelería que brilla con luz propia. Pero detrás de sus coloridos pasteles y el aroma del café recién hecho, se esconde una historia de superación que nos recuerda el poder indomable del espíritu humano.
Ngo Quy Hai, el propietario de 29 años de este galardonado establecimiento, no es un empresario común. Su camino hacia el éxito está marcado por cicatrices, tanto físicas como emocionales, que cuentan una historia de resistencia, determinación y, sobre todo, esperanza.
«Soy más de lo que parezco», le dijo Hai a The Epoch Times, con una convicción que resuena en cada palabra. «No me llamen con palabras duras. Soy un sobreviviente».
La vida de Hai cambió drásticamente cuando era apenas un niño. En un trágico accidente, mientras paseaba en su andador por la cocina, cayó en el fogón de leña, sufriendo quemaduras graves en gran parte de su cuerpo. «Por aquel entonces, los andadores eran habituales y se desconocía lo peligrosos que podían ser», explicó Hai, recordando aquel fatídico día que marcaría el inicio de su lucha.
Los siguientes dos años los pasó en el Hospital Infantil 1 de Saigón, sometido a cuidados intensivos y tratamientos para salvar su vida. A pesar de los numerosos procedimientos de reconstrucción que siguieron, las cicatrices permanecieron, no solo en su piel, sino también en su corazón.
El camino de Hai hacia la aceptación y el éxito estuvo plagado de obstáculos. «Me sentí solo mientras crecía y no tenía muchos amigos», compartió. «Me sentía excluido de la sociedad. Cuando intenté encontrar un trabajo, se burlaron de mí y me ridiculizaron. En una ocasión no salí de casa durante casi dos años».
La intimidación fue tan intensa que Hai no pudo asistir a la escuela con regularidad, lo que lo dejó muy rezagado académicamente. Sin embargo, en medio de la oscuridad, encontró un rayo de luz en forma de amistad.
«A veces pienso que fue el destino el que nos unió», dijo Hai sobre su amigo, quien también tenía discapacidades. «Hemos jugado juntos desde que éramos muy pequeños y hemos vivido muchas alegrías y penas, ya que ambos compartimos la misma tristeza porque nadie quería jugar con nosotros».
Fue precisamente con este amigo con quien Hai vivió una experiencia que plantaría la semilla de su futuro sueño. A los 10 años, fascinados por una hermosa panadería que vieron durante un paseo, los dos amigos ahorraron durante meses para poder comprar un pastel. Sin embargo, cuando finalmente reunieron el dinero y entraron a la tienda, fueron echados por su apariencia.
«Era el cumpleaños de mi amigo y estaba tan emocionado porque íbamos a comer pastel en su cumpleaños», recordó Hai. «Fue humillante, pero fue una experiencia que me ha hecho ser quien soy hoy. Me hizo saber en mi corazón lo que quería hacer. Iba a abrir mi propia panadería para poder hacer pasteles deliciosos y bonitos y servir buena comida a todo el mundo, fueran ricos o pobres. Sin discriminar, todos serían bienvenidos».
El camino hacia la realización de este sueño no fue fácil. En 2016, Hai voló a Alemania para someterse a una cirugía crucial, patrocinada por la organización benéfica Interplast. La operación, que separó la piel de debajo de su barbilla que estaba unida a la del pecho, fue un éxito, pero lo dejó en coma durante 21 días.
«Las enfermeras y los médicos del hospital fueron muy amables conmigo», recordó con gratitud. «Ponían música de mi ciudad natal e incluso aprendieron los saludos básicos en vietnamita. El trabajo de los cirujanos de allí me cambió la vida. Por primera vez me sentí positivo en mí mismo y en mi futuro».
Un punto de inflexión en la vida de Hai fue su ingreso en KOTO, una escuela de hostelería en Hanoi. Allí, no solo aprendió las habilidades necesarias para su oficio, sino que también encontró una comunidad que lo aceptó tal como era.
«Conocí a mucha gente y mis compañeros siempre me incluían. Por primera vez, la gente me abrazó en las fotos», compartió Hai. «Todos en KOTO tienen su propia historia. Nos vemos como hermanos y hermanas y no hay diferencias entre nosotros».
Hoy, Hai no solo es un exitoso empresario, sino también un ejemplo de resiliencia y compasión. Su pastelería es un testimonio de su determinación y su deseo de crear un espacio donde todos sean bienvenidos, sin importar su apariencia o condición social.
Pero Hai no se detiene ahí. Su próximo objetivo es recaudar fondos para ayudar a niños en circunstancias difíciles en su ciudad natal. «Mi sueño ahora es ayudar a otros a pasar por dificultades similares a las que yo he pasado. Ayudando a otros es como se puede hacer la diferencia en la sociedad», afirmó.
La historia de Ngo Quy Hai es un poderoso recordatorio de que nuestras circunstancias no definen nuestro destino. Con determinación, compasión y el apoyo adecuado, podemos superar incluso los obstáculos más desafiantes y convertir nuestros sueños en realidad.
«La gente puede ser mejor que yo en cuanto a suerte, pero yo puedo ser mejor en cuanto a esfuerzo», dice Hai, resumiendo una filosofía de vida que ha demostrado ser transformadora.
En un mundo que a menudo juzga por las apariencias, la historia de Hai nos recuerda la importancia de mirar más allá de la superficie. Como él mismo dice: «Pido que la gente mire más allá de eso. Hay algo más en mí».
Y ciertamente, hay mucho más en Ngo Quy Hai: un espíritu indomable, un corazón compasivo y una determinación inquebrantable que continúa inspirando a todos los que conocen su historia. Su vida es un testimonio de que, con perseverancia y bondad, podemos superar cualquier adversidad y crear un mundo más inclusivo y comprensivo para todos.
Con información de Arshdeep Sarao.
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