Un grupo de adolescentes de secundaria de la provincia de Salta, Argentina, ante el presente escenario de la pandemia pensaron en ayudar a abuelitos necesitados, creando un comedor a través del fruto de su trabajo.
Ante la difícil situación que ha provocado el virus del PCCh, (Partido Comunista Chino), que causa la enfermedad COVID-19, varios jóvenes argentinos de entre 18 y 20 años tomaron la iniciativa de vender panes e intercambiar productos para brindar tres comidas diarias a más de 60 vecinos de su zona.
El comedor se llama Un Milagro para la Tercera Edad y está ubicado en el barrio 15 de septiembre, casi sobre la margen del río Vaqueros, en Salta.
Daniel de 20 años, Ana Paula, Cristina y Daniel tienen 18 años son alumnos del Colegio Secundario 5021, y juntos llevan a cabo esta increíble labor social.
Lo más característico del comedor es que lo sostienen los mismos jóvenes con su esfuerzo, sin ninguna ayuda social o política. Los chicos preparan la comida de los abuelos y juntan fondos vendiendo pan casero.
Gracias a estos estudiantes, los abuelos pueden ir de lunes a viernes, a las 19 horas por su comida: una sopa, un plato principal y el postre.
«Nosotros nos dimos cuenta de que todos atienden a los niños y a las mamás. Nadie a los vecinos de la tercera edad. Además, la cuarentena fue un desastre para las familias y más para los más grandes. Entonces comenzamos esto del comedor a finales de septiembre (de este año) con la premisa de que no queremos la ayuda de ningún político; lo hacemos todo con nuestro esfuerzo y con ayuda de gente anónima», dijo Daniel de 18 años a el Tribuno.
Daniel relató a LVC que al principio querían realizar un merendero, pero debido a la pandemia, lo postergaron. Fue entonces, que se inscribieron “en un proyecto que se llama Pan Casero” y recibieron harina para hacer pan como ayuda. Luego se les ocurrió la idea de vender pan para juntar recursos.
“Al recibir harina nosotros decidimos hablar con las personas que nos traían la harina y decirles que en vez de solo dar pan podríamos también venderlo y con la plata comprar los suministros para el comedor”, dijo Daniel
“Y como pueden ver, nuestro trabajo es a pulmón y con mucho amor”, agregó Daniel al mismo medio.
El comedor funciona con cacerolas prestadas y un horno ecológico para hacer el pan.
«Nosotros amasamos para vender. Ahora estamos ofreciendo panes y budines navideños para ver de comprar cosas», dijo Cristina.
Además, cuentan con una página en Facebook llamada Abuelo Milagros que los conecta con colaboradores y en la que muestran las actividades importantes del comedor.
Stella, la mamá de Daniel, de 18 años, es quién los apoya con su conocimiento en cocina y experiencia práctica para que los chicos puedan hacer su servicio a los demás de forma eficiente. También los chicos cuentan con el apoyo de otras dos jóvenes voluntarias de la zona: Agustina y Margarita.
Stella dijo que a los estudiantes les cuesta conseguir «las verduras, la carne y el pollo”, a pesar de que tienen “amigos anónimos que los ayudan con la mercadería». Por esa razón «los chicos salen a vender».
Por otro lado, los jóvenes no abandonaron su responsabilidad de estudiar y su continuidad. Aunque en el presente contexto de la pandemia se vio alterado su curso presencial, pudieron aprovechar ese tiempo dedicándose al comedor y a actividades alternativas para recaudar más recursos, como por ejemplo, brindando clases de apoyo a chicos de primaria.
Recientemente, los adolescentes organizaron para el 24 de diciembre una comida especial: una paella gigante para todos los que retiran el menú, que son abuelos en primer lugar, pero que también se le sumaron personas con discapacidad y algunas mamás, de a cuerdo al Tribuno.
También organizaron hace poco un «Spa para abuelos», con la ayuda de peluqueros, masajistas, maquilladoras y asistentes terapéuticos especializados en gerontología.
«Tanta gente que necesita hoy en día un plato de comida, les cuesta conseguirlo, más la gente mayor que no puede salir mucho, que si o si se tiene que cuidarse y bueno pensamos en ellos […] Nosotros pensando en qué pasará con los abuelos, si comen o no […] pensamos en hace un comedor para [darles la] cena”, dijo Cristina a LVC.
“Nos da alegría poder ayudarlos”, agregó la adolescente.
Estos destacables jóvenes tienen una conciencia social única. Nos demuestran que hay adolescentes con un gran corazón de ayuda, dispuestos a entregar su compasión a los demás. Son un rayo de esperanza en que el futuro del mundo puede cambiar para bien.
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