La aspirante al Congreso Kathy Barnette cuenta cómo nació luego que su madre fue violada a los 11 años

Kathy era claramente lo suficientemente mayor como para hacer las cuentas. Pero nunca pensó en lo joven que era su madre, hasta que, de adulta, se encontró con su propio certificado de nacimiento y leyó entre líneas. La tinta de la página contaba la historia de cómo fue concebida Kathy Barnette.

La ahora aspirante republicana al Congreso tenía entonces 18 o 19 años y se preparaba para alistarse en la Reserva del Ejército, y necesitaba el certificado de nacimiento para inscribirse. Esa fue la primera vez que empezó a reflexionar sobre sus orígenes.

«Y lo primero que noté es que identifican a mi madre como ‘chica negra'», dijo Kathy a The Epoch Times sobre su certificado de nacimiento. «Lo revisé, vi que tenía 12 años, y empecé a darme cuenta por primera vez desde que recuerdo. Empecé a pensar en lo joven que era mi madre cuando fui concebida. Tenía 11 años. Me dio a luz con 12 años».

«Soy la excepción a la regla. Y mi vida es valiosa».

Kathy se enteró de que su madre había sido violada de niña y se quedó embarazada. Su madre recuerda que la gente le decía que debía abortar, pero la abuela de Kathy no quiso, y por eso, Kathy tiene que agradecer su vida, que llegó a moldear profundamente su perspectiva sobre el valor de la vida.

«Pienso en ello a menudo», dice. «Que mi óvulo solo llegó en ese momento concreto. Y leer la Palabra de Dios donde dice: ‘Te tejí en el vientre de tu madre’, donde habla de que, antes de la fundación del mundo, ‘te vi y te llamé’, te predestiné, es algo muy personal para mí. No es algo que pueda leer y pasar por alto».

Incluso algunos conservadores consideran que la violación es un caso en el que el aborto está justificado. Estadísticamente mínimos, los abortos relacionados con la violación son a menudo citados como la «excepción a la regla» por la derecha, cedida a la izquierda en aras del argumento. Insisten en que la inmensa mayoría de los abortos no tienen nada que ver con la violación —ya que algunos liberales citan la violación como justificación de todos los abortos—, lo cual está muy bien.

Para Kathy, sin embargo, «no es solamente filosófico». Ser la excepción es su historia.

«A menudo tenemos esa ‘excepción a la regla’, ¿verdad?», dijo. «Odiamos el aborto, excepto en caso de incesto y violación. Y resulta que yo soy una de esas excepciones a la regla. Así que para mí es algo muy personal. Como no tuve nada que ver con la forma en que fui concebida, no debería ser castigada por el comportamiento y el acto atroz que se infligió a mi joven madre».

Ella dijo: «Yo, al llegar desde un lugar provida, tal vez pude llegar allí desde una perspectiva filosófica (…). Pero de nuevo, conozco a los cristianos y conservadores que son provida (…) con algunas excepciones. Y eso no existe para mí».

Nada que perder, todo por ganar

La vida que le tocó a Kathy comenzó en una humilde granja de cerdos en el profundo sur de Alabama. Describe las condiciones como «terriblemente pobres», pero gracias al duro trabajo que aprendió de sus abuelos mientras crecía, se convirtió en la primera persona de su familia en ir a la universidad y terminarla.

Esto la llevó a encontrar una carrera en el sector financiero, a escribir su primer libro «Nothing to Lose, Everything to Gain» (Nada que perder, todo que ganar) y, finalmente, a presentarse como candidata al Congreso en 2020 (ahora, está considerando firmemente volver a presentarse).

¿Qué más tenía que ganar Kathy? Una familia. Su vida convergió con la de su esposo, y ahora tienen «dos niños hermosos e inteligentes, simplemente cariñosos, que van a ser ciudadanos maravillosos cuando los liberemos al mundo», dijo. «Y contribuirán enormemente a nuestra nación y al mundo».

Nada de lo cual se habría producido si ella hubiera sido considerada la «excepción».

«Veo, solo desde la perspectiva del aborto, un par de cosas: habría cortado todo lo que vendría después de mí», dijo. «Cuando miro a mis hijos, a veces pienso en eso. Entonces no estarían aquí, y son una contribución tan maravillosa al mundo».

Además, Kathy añade: «¿Cómo podría no contar esa historia y defender potencialmente la vida de ese niño?».

«No soy una víctima. Soy una vencedora. Así es como me criaron».

Kathy creció en la misma casa en la que vivía su tatarabuela, Rhoda, que era esclava. Es más importante que nunca que los negros aprendan su historia, dijo Kathy, los horrores de la esclavitud, lo que entregaron, pero también lo lejos que hemos llegado como país «para corregir tantos de esos males, y luego salir del otro lado».

De su crecimiento en esa granja, Kathy compartió: «E incluso en ese entorno terriblemente pobre, nadie me dijo nunca que era una víctima. Todavía puedo ver a mi abuela y a mi abuelo en los campos, y a Timmy con las vacas y el maíz, y plantando una semilla en la tierra. Podía verlos cosechando las cosas que cultivaban, y los veía trabajar duro.

«Pero nunca me dijeron, incluso creciendo en el profundo sur, obviamente negro, pobre, que yo era una víctima», dijo. «Y como nunca me dijeron que era una víctima, nunca me vi como una víctima».

Y añade: «No soy una víctima. Soy una vencedora. Así es como me educaron».

Para enseñar a sus hijos su historia, Kathy y su esposo los llevaron a visitar Mount Vernon, donde vivía George Washington, y donde fueron enterrados unos 300 esclavos sin nombre. Por sus sacrificios, dice a sus hijos y a los que se han beneficiado de ellos, «tenemos la obligación de vivir bien». Es nuestra «carga vivir bien».

«Creo que el racismo existe; lo creo», añade. «Como suelo decir a la gente, solo tenemos 24 horas en un día; ¿cuánto tiempo quieres que dedique, tratando de olfatear cada pizca de racismo?».

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