En 1914, la Armada Real Australiana lanzó el primer submarino de la marina, el HMAS AE1. Con casi 54 metros de largo y lo suficientemente grande para albergar a una tripulación de 34 marineros, para su época este submarino era toda una maquinaria de clase mundial.
Y aunque solo había estado en funcionamiento durante siete meses, desapareció sin dejar rastro durante lo que se esperaba que fuera una patrulla de rutina en Cape Gazelle, durante la Primera Guerra Mundial.
Después de ganar una victoria clave para Australia durante la guerra en esa misma semana, el icónico submarino desapareció el 14 de septiembre de 1914 con toda su tripulación a bordo.
El submarino de la Armada Australiana nunca más fue visto. En 1976 John Foster, un miembro de la Armada Real Australiana, persuadió al área militar para que abriera una búsqueda formal sobre su desaparición. Pero parecía que las búsquedas no aportaban nada, hasta diciembre de 2017.
103 años después de que el submarino desapareciera oficialmente, finalmente sus restos fueron encontrados. Había permanecido sumergido en la costa de las Islas del Duque de York durante un siglo, en un sitio cercano a la costa de Nueva Bretaña, donde patrullaba cuando desapareció.
Parecía increíble que los restos no pudieran haber sido detectados durante más de 100 años, especialmente con los esfuerzos coordinados desde la década de 1970 para localizar al gran submarino.
Sin embargo, la región bajo las olas, donde el HMAS AE1 se había hundido, contaba con decenas de elementos favorables que dificultaban a la marina encontrar a su primer submarino.
El fondo del océano en esa región tiene una alta actividad volcánica que no solo crea una topografía blanda que puede esconder los restos de naufragios, sino que también puede modificar la topografía para ocultar los navíos colisionados e, incluso enterrarlos parcialmente.
La actividad volcánica por sí misma puede modificar los campos magnéticos locales para inclusive perturbar a los sofisticados equipos enviados bajo el agua que buscan detectar los restos. Además esta área, con frecuencia, alberga a docenas de tiburones que hacen que las inmersiones sean increíblemente difíciles.
Poco a poco en el transcurso del siguiente año, los investigadores llegaron a descubrir lo que había causado que el primer submarino australiano se hundiera.
Una válvula, que fue dejada abierta durante una inmersión de buceo, provocó que el submarino absorbiera agua y cayera al fondo, aunque el cuerpo de metal del submarino resistió la caída.
La enorme pieza de maquinaria implosionó y acabó al instante con todos los que viajaban a bordo, hundiéndose en su actual lugar de descanso.
La actividad volcánica y las violentas aguas de Papúa Nueva Guinea han comenzado a erosionar el casco, aún completo, del submarino; pero el gobierno australiano ha nombrado formalmente a los restos del submarino como un cementerio de guerra.
Los papúes están recibiendo entrenamiento de la marina australiana para salvaguardar estos restos, protegiéndolos de actuales y futuros «intentos de salvamento no autorizados».
Por ahora los vestigios de este primer submarino, cuyo destino por más de un siglo fue todo un enigma, permanecen intactos en recuerdo de los 35 marineros que viajaban en él cuando se hundió hasta el fondo del océano.
Para la comunidad científica sigue siendo una maravilla cómo esta ruina logró evitar su detección durante más de un siglo, con los esfuerzos de búsqueda y avances tecnológicos.
Australia’s oldest naval mystery solved with the discovery of the wreck of Australia’s first submarine, HMAS AE1, which sunk 103 years ago.
HMAS AE1 located this month in waters off coast of Duke of York Islands in Papua New Guinea.
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— Defence Australia (@DeptDefence) 21 de diciembre de 2017
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