Existen muchas narraciones acerca de la leyenda de Yi, el arquero héroe de la Tierra, y de Chang’E, la Dama de la Luna. Esta es una de ellas del tiempo de la temprana Xia (2070-1600 a. C.).
Hace mucho, mucho tiempo, la vida de las personas se guiaba por el horario del sol. Se levantaban comenzando a trabajar desde el amanecer y yéndose a descansar y dormir al atardecer.
El sol trae luz y calor, entonces la gente plantaba en primavera y cosechaba en otoño, haciendo una vida sencilla a través de la agricultura y la caza.
En ese tiempo antiguo, vivía un hombre llamado Yi. La leyenda cuenta que cuando Yi tenía cinco años desapareció en una montaña cercana y no regresó hasta que tuvo 20. Para ese entonces, se había convertido en un hombre fuerte e imponente.
Acerca de su desaparición, Yi dijo que había conocido a una persona poco común en la montaña que lo tomó como discípulo y le enseñó las artes marciales, especialmente el tiro con arco. Fue entrenado para siempre dar en el blanco.
En poco tiempo fue muy conocida la habilidad de Yi en el tiro con arco, y la gente decía que era el mejor de los arqueros que había existido.
El entrenamiento de un tirador
Hay una historia popular acerca de la habilidad de tiro con arco de Yi. Una vez, mientras se encontraba visitando a un amigo, un ganso voló por encima de ellos. Su amigo miró al ganso, lo señaló, y le preguntó Yi: «¿Puedes derribarlo?».
Yi miró el ganso y le dijo, «¿Lo quieres vivo o muerto?». Su amigo le sugirió, «Apunta a su ojo izquierdo».
Yi no respondió, sino que simplemente sacó su arco y disparó una flecha con una mano firme. El ganso cayó al suelo tan pronto como la flecha voló. Su amigo corrió a echar un vistazo y exclamó: «¡Tirador, tirador!».
Yi preguntó, «¿Entro a través del ojo izquierdo?».
Su amigo sacudió la cabeza y dijo: «A pesar de que es en el ojo derecho y no en el izquierdo, aún así seguramente fue muy difícil».
Sin embargo, a pesar de esta alabanza, Yi se sintió avergonzado y perturbado, no podía olvidar su error. Él practicó tiro con arco aún más diligentemente y perfeccionó su habilidad cada vez más.
Una reunión celestial
La esposa de Yi, Chang’E, era la mujer más hermosa del pueblo, se decía de ella que era virtuosa y apacible. Se encargaba de cuidar la casa y se preocupaba profundamente por su marido. La pareja vivía en armonía y felicidad.
Un día, Yi salió de caza como de costumbre. Persiguió a un ciervo en una montaña. Cuando comenzó a oscurecer, de repente el ciervo desapareció y fue entonces cuando Yi se encontró frente a una enorme mansión.
Yi se quedó perplejo al ver tal casa en las remotas montañas, y que esta se veía como un palacio.
En medio de su asombro la puerta se abrió, un niño salió y dijo, «La Reina Madre del Oeste quisiera invitar a entrar al general Yi».
Yi siguió al niño adentro y vio a una noble dama elegantemente vestida, sentada en medio de un pasillo iluminado por la luz de las velas. Se dio cuenta de que debía ser la Reina Madre del Oeste y se apresuró a rendirle respeto.
La Reina Madre lo saludó con una sonrisa: «¡Confío en que todo ha ido bien contigo desde la última vez que nos vimos, general!».
Yi no entendía lo que quería decir, pero sentía que le resultaba familiar por lo que solo asintió con la cabeza.
«Yo te invité hoy aquí para decirte que descendiste a la tierra con la misión de salvar al mundo», dijo la Reina Madre. «Hoy te daré una mano». Una vez que se haya completado con éxito la tarea serás capaz de volver al Cielo y serás reinstalado como un inmortal».
Yi estaba desconcertado y no pudo hacer otra cosa más que asentir con la cabeza de nuevo.
Dones divinos para una misión celestial
La Reina Madre le pidió al niño que sacara un arco y un conjunto de flechas. Eran obviamente demasiado peculiares como para haber sido hechas por manos humanas: el arco era de color rojo y las flechas parecían estar hechas de jade.
Yi no se podía dar cuenta de qué estaban hechos pero los aceptó con gran respeto.
La reina Madre dijo entonces: «Ahora general, con esto, puedes salvar al pueblo del desastre».
Yi todavía no entendía, pero asintió con la cabeza y levantó sus dos manos hacia arriba para agradecer a su benefactor divino.
La Reina Madre le pidió al niño traer una botella de jade blanco. La botella estaba exquisitamente tallada, era verdaderamente encantadora. La Reina Madre dijo: «General, debe recordar que el líquido dentro de esta botella es la esencia de todas las cosas en el Cielo y en la Tierra, es una poción mágica para la inmortalidad. Cuídala bien, y una vez que tengas éxito, tú y Chang’E pueden beber este brebaje para alcanzar la inmortalidad y ascender de regreso al Cielo».
Luego ordenó al niño que acompañase al general a su casa, ya que se estaba haciendo tarde.
Yi hizo una reverencia para agradecer a la Reina Madre por su regalo, y cuando levantó la cabeza todo lo que estaba frente a él había desaparecido. Como si estuviera en trance, Yi rápidamente se encontró frente a su propia casa.
¡Solo la botella de jade en la mano, y el arco y las flechas en la cintura le recordaron que lo que había experimentado era un hecho real y no un sueño!
Yi entró en su casa y le gritó a Chang’E: «¡Ven aquí, mira. Conocí hoy a un inmortal!». Al oírlo, Chang’E se apresuró y le preguntó: «¿Qué es? ¿Por qué has regresado tan tarde hoy?».
Yi compartió la aventura con su esposa. Chang’E miró el arco y levantó la botella de jade, sorprendida y encantada. No podía evitar creer en él y dijo: «Suena como que verdaderamente alguna vez perteneciste a los Cielos, de lo contrario, ¿por qué la Reina Madre del Oeste te llamaría general?».
La pareja conversó, se preguntó qué tipo de desastre, posiblemente podría suceder para que Yi tuviera que salvar a la gente con un arco y flechas divinas.
«¿Los bárbaros invadirían de nuevo?», se preguntaron en vano.
Yi derriba los soles
Pasaron muchos días sin incidentes. Sin embargo, si la Reina Madre lo había dicho, ¡así sería! Y ellos permanecían vigilantes.
Un día, 10 soles aparecieron en el cielo. De repente, ¡toda la tierra estaba en llamas! Los árboles y la
hierba fueron abrasados, la tierra estaba reseca, con los lagos, ríos y océanos hirviendo a lo lejos.
Cientos de miles de personas no encontraron lugar dónde esconderse para escapar del calor de los 10 soles y murieron. Solo unos pocos miles que fueron capaces de encontrar refugio en cuevas profundas, sobrevivieron.
Ellos se atrevieron a salir solamente después del atardecer en busca de comida. Sin embargo, ni plantas, ni animales, peces o aves, nada se había salvado de los soles abrasadores.
Bestias extrañas e insectos venenosos tuvieron la oportunidad de alimentarse de la raza humana, y la humanidad estaba enfrentando el peligro de la extinción.
Las personas clamaron por ayuda, se arrodillaron y pidieron a los inmortales en el cielo salvarlos. Toda la Tierra emitió un doloroso lamento.
¿Qué había pasado? Bueno, el Emperador Celestial tuvo 10 hijos, todos los cuales eran soles. Vivían en un árbol sagrado de moras a la orilla del Mar Oriental. Se suponía que iban a estar de servicio en el cielo por turnos, uno cada día en un ciclo de 10 días.
Un día, se sintieron aburridos de estar solos en el cielo cada día, por lo que decidieron subir juntos. Esto resultó desastroso para el mundo de los humanos.
Yi y Chang’E se dieron cuenta de su misión: lo que la Reina Madre del Oeste había previsto, ¡era salvar al mundo de los hijos descarriados!
Ellos estaban tristes por el sufrimiento de las personas así que tomaron el arco y las flechas divinas y partieron hacia la montaña más alta y cercana.
Para su sorpresa, el arco y las flechas generaban un halo grande que los rodeaba y los protegía de los 10 soles abrasadores.
Después de subir 99 altas montañas, cruzar 99 turbulentos ríos y pasar por 99 valles escarpados, Yi y Chang’E llegaron a la orilla del mar oriental y allí subieron a la cima de una montaña imponente.
Al pie de la montaña había un vasto mar sobre el cual los 10 soles brillaban implacablemente. Chang ‘E le dijo a Yi: «¡Razonemos con ellos. Si pueden corregir sus errores y estar de guardia por turnos como antes, no los matemos».
Yi asintió con la cabeza y gritó al cielo: «Todos menos uno de ustedes deben volver. ¡Están poniendo en peligro a los humanos!».
Los soles miraron hacia abajo pero ignoraron su petición. Yi se enojó mucho. Él reunió toda su fuerza y levantó el arco divino para disparar. Chang ‘E le ayudaba entregándole las flechas una por una. Las flechas volaban por el aire haciendo un sonido atronador que sacudía todo.
Con el primer disparo, un sol cayó del cielo; el segundo disparo derribó dos soles, y la tercera flecha tomó cuatro a la vez.
La cuarta y quinta flechas volaban como brillantes cometas por el cielo, e iluminaron todo el mundo. Cada una de ellas derribó un sol.
Cinco flechas divinas derribaron a nueve soles y el calor disminuyó inmediatamente. Solo un sol quedó brillando en el cielo.
Chang’E vuela hacia la luna
Cuando Yi estaba a punto de derribar el último sol, Chang’E lo detuvo diciendo que el mundo no podía estar sin un sol ni un día, que toda vida necesita del sol para crecer. Ella le pidió que dejara el último sol para el beneficio de la gente.
Enseguida la Tierra se enfrió. Milagrosamente apareció agua, decenas de miles de ríos, y los océanos tenían de nuevo olas que se estrellaban en las costas. La hierba y los árboles recobraron nuevamente su verdor.
La gente salió de las cuevas subterráneas y vitorearon a Yi expresándole su gratitud. Lo elogiaron diciendo su nombre en alta voz. Sus gritos ensordecedores sacudieron el suelo y llegaron hasta los cielos.
Yi estaba muy satisfecho de sí mismo cuando regresó a casa con Chang’E para tomar el preciado brebaje que le dio la Reina Madre. Él seguía pensando en la escena de las decenas de miles de personas jubilosas elogiándolo.
Chang’E tomó la botella y bebió la mitad, mientras que Yi se paseaba con las manos detrás de su espalda. Cuando ella le entregó la botella a Yi, él estaba tan emocionado que giró demasiado pronto y volcó la botella. La botella se rompió en pedazos y el líquido se derramó y se filtró en el suelo.
Ambos estaban en estado de shock mirándose el uno al otro, ¡Yi no sabía qué decir! Entonces Chang’E sintió que su cuerpo se hacía cada vez más y más ligero. Cuando estaba a punto de volar fuera de la tierra, rápidamente agarró el conejo que más le gustaba y lo acunó en sus brazos.
Yi trató de agarrar a su esposa pero no tuvo éxito, solo pudo mirar aturdido cómo Chang’E volaba más alto y más lejos. Chang’E con el conejo en sus brazos voló hacia la Luna.
Así termina la historia de Yi derribando soles, y Chang’E volando a la luna.
Los ancianos dicen que durante la noche, cuando el cielo está claro, si nos fijamos con cuidado en la luna se puede ver la sombra de una casa. Ese es el Palacio de la Luna donde Chang’E vive ahora.
La gente también puede ver un pequeño conejito golpeando hierbas debajo de un árbol. Se dice que las hierbas son preparadas para Yi por Chang’E, con la esperanza de que él pueda comerlas cuando llegue al Cielo a reunirse con ella.
¡Esta casa se mueve de un lugar a otro!
¿Te gustó este artículo? Entonces, te pedimos un pequeño favor. Compártelo en tus redes sociales, apoya al periodismo independiente y contribuye a que tus amigos se enteren de las noticias, información e historias más interesantes. Tardarás menos de un minuto. ¡Muchas gracias!
Cómo puede usted ayudarnos a seguir informando
¿Por qué necesitamos su ayuda para financiar nuestra cobertura informativa en Estados Unidos y en todo el mundo? Porque somos una organización de noticias independiente, libre de la influencia de cualquier gobierno, corporación o partido político. Desde el día que empezamos, hemos enfrentado presiones para silenciarnos, sobre todo del Partido Comunista Chino. Pero no nos doblegaremos. Dependemos de su generosa contribución para seguir ejerciendo un periodismo tradicional. Juntos, podemos seguir difundiendo la verdad.