La mamá de un niño que murió repentinamente hace cuatro décadas, y ahora vive lejos, no pudo visitar su tumba el día en que hubiera cumplido 41 años. Con el corazón roto, confió a su familia que deseaba que alguien pusiera flores en su tumba.
Por suerte, con la ayuda de las redes sociales, su hija lo hizo realidad.
Pamela Lund, de 75 años, terapeuta jubilada de Nueva Gales del Sur, Australia, perdió a su hijo Mathew Owen Bird por el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Mathew nació el 8 de octubre de 1980 y murió el 3 de mayo de 1981. Fue enterrado en Nowra, a 2 horas al sur de Sydney, donde vivían y donde el difunto esposo de Pamela estaba de servicio en la base naval.
En la actualidad, Pamela vive a unas 10 horas en auto de Nowra, en la pequeña ciudad de Woolgoolga, y hace años que no puede visitar la tumba de Mathew.
«El día del 41º cumpleaños de mi hijo, publiqué [en un grupo de chat familiar] que deseaba poder poner una flor en la tumba de Mathew», explicó Pamela a The Epoch Times. «Sin saberlo, mi hija menor, Sally Hutchison, una paramédica local, publicó en un grupo privado de Facebook Paramedic Good Karma Network».
El grupo de paramédicos locales, según Pamela, se creó durante la pandemia para ayudar a otros paramédicos cuando no podían viajar.
Poco después de que Pamela expresó su petición, su hija la contactó para informarle que había organizado las flores y un paramédico de Nowra se ofreció a ayudar a colocar las flores en la tumba de Mathew.
El amable desconocido, Stuart Bradshaw, tomó fotos de un hermoso ramo de flores azules ubicado en el lugar de descanso de Mathew y se las envió a Pamela. La afligida madre se sintió muy agradecida tanto por la amabilidad de su hija como por la de Stuart y se puso en contacto con él para darle las gracias.
«Fue muy discreto y se alegró de haber podido ayudar», dijo.
Pamela compartió su historia, y su desenlace, en una página de Facebook —La pandemia de la bondad— y se sintió nuevamente sobrecogida por las muestras de amor y la empatía de los desconocidos.
«Hubo tantos comentarios adorables que no pude seguir el ritmo para responderles», dijo. «Esto conmovió muchos corazones, especialmente a quienes habían perdido a sus propios hijos».
«También fue sorprendente que tanta gente se tomara el tiempo para leer y comentar sobre las palabras de su placa», continuó, «incluida la viuda del hombre que la realizó hace 40 años».
Cuando las conversaciones en la sección de comentarios se orientaron hacia el deseo de devolver el favor, una internauta, Anne Kent-Jones, creó un nuevo grupo en Facebook —Flores para los seres queridos— para que la gente pudiera pedirle a otra persona que pusiera flores en su nombre.
Pamela es muy consciente del dolor que conlleva perder a un ser querido. «En aquella época no se conocía la ‘muerte súbita'», reflexionó, y agradece que hoy en día existan grupos de apoyo y asesoramiento sobre el duelo que ayudan a la gente. «Quiero que los que afrontan por primera vez a la pérdida de un hijo sepan que nunca ‘se supera’, que uno los lleva en el corazón para siempre».
«Una parte de uno muere», continuó, «pero con el tiempo, uno construye una ‘nueva normalidad’, así que hay que resistir».
Después de recibir tantas muestras de bondad, Pamela instó a los demás a «seguir haciendo actos de bondad por uno mismo, incluso si siente que se rinde».
Admite que su historia es entre tantas muestras de bondad, especialmente en las profesiones de ayuda, y cree firmemente que «un pequeño acto de bondad puede cambiar prácticamente la vida de la gente».
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