En los últimos años se escucha cada vez más hablar de las “madres tigresas”, cuyas medidas draconianas implacables supuestamente garantizan que sus hijos sean exitosos con carreras bien remuneradas; arquetípica descripción de la madre china.
Sin duda, los antiguos chinos valoraban la diligencia, pero mantenían las virtudes y sabiduría como algo de mayor valor que la simple ganancia material. Esto se puede explicar bien a través de este dicho tradicional:
En la antigüedad, la política y otros campos fueron dominados por los hombres, pero las antiguas historias chinas reconocieron la importancia de la mujer en forjar la creación armoniosa para la progresión de la sociedad.
En «Las tres reinas de la dinastía Zhou” se registraron las conductas y el carácter de las esposas de tres reyes sobresalientes durante el periodo Zhou, temprano (1100 a.C. – 221 a.C.). En el relato, a estas mujeres se les acredita fundar las bases del imperio de Zhou, actuando como modelos maternos para todo el reinado.
Tai Si, reina del afamado rey Wen y última de las tres mujeres descritas, era conocida por su excepcional dedicación y habilidad por mantener la paz en la corte imperial. Esto le permitió a su esposo centrar su atención en los asuntos del Estado y gobernar con eficacia el reino Zhou. Tai Si se hizo conocer por el respetuoso título “Wen Mu”, que significa “madre de la cultura”.
Una lección en tela
Los profesores imparten dominio técnico, pero la instrucción materna moldea al carácter básico de un niño.
En el “Clásico personaje Mil”, un texto poético utilizado tradicionalmente para alfabetizar en la escritura china, existe el dicho:
Esto se refiere a la famosa historia del cuarto siglo antes de Cristo; en ella se relata cómo el filósofo chino Mencio recibió una educación virtuosa gracias a su madre, Zhang Shi, quien hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograrlo. Buscando que su hijo tuviera un buen ambiente, decidió mudar a su familia en tres ocasiones.
Como su primera casa quedaba cerca de un cementerio, pronto se dio cuenta que su hijo imitaba el comportamiento de las personas que visitaban las tumbas. Encontró este comportamiento inapropiado, así que se mudó a una zona cercana al mercado, pero Mencio comenzó rápidamente a aprender las bromas de los vendedores; su madre nuevamente lo desaprobó. Por último, ella encontró una residencia cerca de una escuela y se alegró al ver que su hijo aprendía los hábitos meritorios de los eruditos.
Cuando era niño, Mencio no siempre aplicaba sus aprendizajes para sí mismo. Al ver esto, su madre desgarró la tela que había estado tejiendo en su telar para mostrarle que una mente brillante, pero sin entrenamiento, es inútil, igual que la longitud de la tela rasgada.
Tomando esta lección a pecho, Mencio se convirtió en un estudiante dedicado al credo confuciano, y sus enseñanzas se convirtieron en la norma básica de valores familiares en el este de Asia.
Zeng Shen siente el dolor de su madre
En el “Clásico piedad filial”, Confucio comparó al amor materno con un tipo de moneda emocional que mantiene unida a la sociedad y solía decir:
Zeng Shen fue un famoso discípulo de Confucio por grabar las conversaciones que mantuvo con el gran instruido. Su padre murió cuando él era joven, dejándole una gran responsabilidad como jefe del hogar.
La leyenda cuenta que en una ocasión, cuando estaba fuera recogiendo leña, Zeng sintió un fuerte dolor en su pecho y fue llevado de apuro a casa; allí encontraron que su madre se había hecho daño a sí misma.
Al parecer, existía un vínculo muy profundo e inexplicable entre madre e hijo. Cualquiera que sea la veracidad de la historia, eso ilustra el lugar que ocupan los lazos familiares en el folclore chino.
A pesar de eso, existen ocasiones en que este vínculo puede ser interferido. En otro famoso episodio, un hombre que también llevaba el nombre de Zeng Shen había cometido un asesinato. La noticia pronto fue extendida erróneamente a la ciudad natal de Zeng, pero su madre no quiso saber nada de eso. Su hijo, a quien le conocía como a la palma de su mano, no era un asesino.
Otro visitante llegó a informarle de las malas noticias, y nuevamente fue refutado. Sin embargo, un tercer informe sacudió su fe, lo que provocó que ella fuera a verlo por sí misma.
El poder del informe posterior se resumió en una copla que describe la escena:
Servir lealmente al país
En el siglo XII, China y el joven Yue Fei se enfrentaban en un dilema. La dinastía Song (960-1279) de ese tiempo, estuvo al borde de la destrucción por el pueblo nómada Khitan, que ya había conquistado gran parte del norte de China.
Yue Fei, por su parte, se encontraba en una aparente paradoja entre el deber patriótico y la piedad filial. Por un lado, sintió que era su responsabilidad alistarse en el ejército imperial y defender contra los invasores. Al mismo tiempo, su madre necesitaba de su apoyo en casa.
Sintiendo la fuente de indecisión de su hijo, la madre de Yue Fei le tatuó cuatro símbolos en la espalda: “Sirve al país con lealtad”. El deseo de Su hijo se convertía ahora en su deseo, y él podría ir a la guerra sin preocuparse por ella. Yue Fei llegó a convertirse en uno de los generales más destacados de China, y su lealtad al estado jamás vaciló.
¡Qué emotiva reacción de estos soldados al ver a sus hijos por primera vez!
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