Una maestra argentina viaja todos los días pidiendo “aventón” en la carretera para poder llegar a la comunidad donde se encuentran sus alumnos, la cual está a 100 km de distancia de donde vive, pues no hay transporte público disponible.
Patricia Ibáñez es una maestra que vive en la localidad de Puan, en Buenos Aires, Argentina. Sin embargo, para poder llegar a Villa Iris, la localidad donde da clases a sus alumnos de segundo grado, debe recorrer 200 km ida y vuelta de su hogar, informó el diario La Nueva.
Ibañez espera de lunes a viernes a las 10:00 am en una garita en la salida de la ciudad, hasta que algún conductor decide parar para llevarla hasta la comunidad donde da clases a sus alumnos.
Lamentablemente, no es la única maestra que utiliza esta técnica de pedir “aventón”, pues el transporte público en el distrito no está disponible.
Amor de maestra: hace dedo todos los días 200 km para llegar al aula https://t.co/mtuEMasFMn
— La Nueva. (@lanuevaweb) March 28, 2021
Sin embargo, la maestra también explica que en su travesía diaria se ha topado con gente muy amable, e incluso cada recorrido la ayuda a conocer gente y nuevas historias.
“La gente es muy amable. Me preguntan: ¿no hay otra forma de llegar?”, dijo según el mismo medio.
“Les digo que no. No hay un medio de transporte público para movernos en el distrito, ni surgen proyectos para encontrar una solución. No soy la única que hace dedo, somos varias. Vamos a las garitas por turno de llegada. Nos organizamos”, agregó.
Aunque la espera para poder llegar a dar clases a sus alumnos de segundo grado no siempre es corta y en ocasiones llega realmente tarde a su casa, la vocación de esta maestra va más allá de cualquier impedimento.
“A veces tengo suerte y frenan enseguida y van directo a Villa Iris, pero a veces la ruta está tranquila y se hace más difícil”, contó.
“El otro día me tocó estar una hora en Villa Iris y una hora en Bordenave. Llegué a mi casa a las 8 de la noche. A medida que se hace más tarde pasan menos viajantes y se hace más complicado”, comentó.
La maestra argentina actualmente tiene 20 alumnos que intercalan su asistencia a la escuela, para evitar grupos numerosos en la escuela y minimizar los riesgos actuales de la pandemia y evitar el contagio del virus del PCCh, la enfermedad que causa COVID-19.
La madre de 6 hijos, quien se recibió de maestra a los 49 años de edad, actualmente vive junto con su marido, Jorge Fernández, con su hija Salet, de 15 años y Erik, de 28.
Ibáñez cursó su última materia en diciembre de 2019 y obtuvo su título el pasado mes de febrero en el Instituto Superior de Formación Docente N° 37 de Darregueira.
Antes de decidir convertirse en maestra, se dedicaba al hogar, a cuidar a sus hijos y a la catequesis. Sin embargo, al ayudar a sus hijos en las tareas y dar catequesis en la parroquia, comenzó a sentir el deseo de enseñar.
Además de su vocación y su esfuerzo para poder dar diariamente sus clases, el apoyo de su familia son lo que la impulsan a seguir adelante.
“A veces, cuando ves que el sacrificio de toda la familia es muy grande, lo pensás un poco, pero mi marido me alienta para que siga adelante y mis hijos siempre me apoyaron”, explicó.
«Es mi gran familia que me dio la vida, la que me acompaña en todos mis proyectos, la que me incentiva aunque se preocupen por mi seguridad y bienestar, no me arrepiento de nada de lo que he hecho, ni de las decisiones que he tomado, como mujer, hija, esposa, madre, catequista, militante y maestra», escribió Ibáñez en una publicación de redes sociales.
También explicó que no realiza esto por el dinero, sino para llevar acabo lo que estudió. «Lo decidí de grande y quiero tener la oportunidad de brindar lo que tengo para dar”, señaló.
Un gran ejemplo de esta maestra argentina, que a pesar de las adversidades en el camino hace todo lo posible para que sus alumnos puedan recibir la educación que necesitan.
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