Una profesora de Brasil ayudó a convertir una zona con un «montón de basura» de su ciudad en un hermoso parque urbano que ahora es un símbolo de la unión de las personas cuando se quiere el bienestar de la comunidad.
¿Es posible transformar un lugar que por mucho tiempo fue el triste destino de la basura generada por las personas?
La profesora Fabiana Maria Feitosa de Almeida, de 55 años, sabe que lo es. Originaria de Crato, en Ceará, Brasil, inició un proyecto en una zona que está debajo de una obra en un barrio de la ciudad, que era un lugar donde convergía «un gran montón de basura y aguas residuales», explicó Feitosa a The Epoch Times.
El proyecto nació cinco años atrás precisamente porque esa zona ―que no se utilizaba en la obra― era empleada por los pobladores para poner basura y escombros. Viendo ante sus ojos el lamentable deterioro del lugar, la profesora decidió plantar arbolitos, pero nunca imaginó que esa sola iniciativa desencadenaría un efecto en cadena para recuperar la zona y, aún más, que se transformaría en un bellísimo y sano parque urbano.
La tierra pronto dio de sí, y el paisaje inhóspito se fue transformando poco a poco en la casa de árboles frutales, medicinales e incluso ornamentales típicos de la zona, que también dio lugar al nombre del lugar: Pomar da encosta (Huerto de la ladera).
«Con el tiempo he notado que han ido llegando animales, pájaros, titíes, incluso camaleones, creo que debido a las plantas, se ha convertido en un ecosistema donde viven libremente y suelen interactuar con los visitantes», compartió Feitosa.
¿Cómo es un día típico en Pomar da Encosta?
La bella atmósfera del huerto se convirtió en un lugar de recreo para los vecinos, donde a diario llega gente de la comunidad y muchos niños.
«Casi todos los días tenemos visitas», dijo la profesora, y agregó: «Los niños siempre se reúnen al final de la tarde y juegan o leen, otros recogen algo de fruta y comen».
Mientras tanto, Feitosa, que actualmente está en proceso de jubilación, se dedica de tiempo completo al cuidado de las plantas del huerto junto a Arlindo y Carlos Eduardo, que tienen el mismo corazón de dedicación de la profesora.
Como era de esperarse, los niños han sido los más interesados en el espacio, así que la maestra adaptó espacios especiales de juego y lectura para ellos.
«Como profesora quería que fuera un lugar de diversión y conocimiento, ya que pueden ver cómo se desarrolla la naturaleza y formar parte de este proceso, mientras juegan en un espacio donde todo está hecho de material reciclado», explicó emocionada Feitosa.
Cada día, la motivación de la profesora es ver que «aunque sea poco», ha podido ayudar a transformar el espacio en un área verde y mostrar a los niños «a nuestros hijos», resalta, «que el mundo es nuestro hogar y tenemos que cuidarlo».
«Cuando los niños dicen que se sienten felices allí, cuando me preguntan por una planta o cuando me dicen que hay un lugar en el que les gusta estar, eso me hace muy feliz y me llena de orgullo», agregó.
También, la profesora compartió a The Epoch Times que le emociona compartir su proyecto al mundo, porque está ejecutado con mucho amor, principalmente hacia cada niño que juega y sonríe cuando ve la naturaleza y puede jugar sin obstáculos
«El momento más gratificante ocurre cada día cuando veo a los niños reír, a los animales alimentarse y a las plantas germinar, ¡es el mayor pago que puedo tener!», reflexionó, y agregó: «Debemos conservar, reciclar, reutilizar y ver que la naturaleza es nuestro gran regalo».
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