Una doctora colombiana que trabajó en la primera línea contra el virus del PCCh (Partid Comunista Chino), que causa la enfermedad COVID- 19, fue noticia cuando hizo una publicación en Facebook relatando todo lo que sufrió para poder recuperarse.
Delfina Polo Vivero, de 30 años, de Cartagena, Colombia, explicó a través de un posteo de Facebook el proceso por el que pasó al contagiarse el virus mientras trabajaba en una dependencia de Sanidad de la Policía Nacional.
Vivero escribió que fue solicitada con un contrato de prestación de servicio (OPS) en marzo para apoyar a un médico en la institución y que en su trabajo seguían todos los parámetros y protocolos que hacia el ministerio de salud.
Sin embargo, en mayo hubo un brote en un dormitorio de 320 auxiliares de policía, de los cuales el 70% dio positivo para el el virus; 8 fueron hospitalizados. De estos, 4 llegaron a la UCI y fueron dados de alta posteriormente. Los demás fueron asintomáticos y un intendente llamado Erick Jiménez, de 38 años, murió el 30 de junio.
El domingo 7 de junio de 2020 «empecé con fiebre y dificultad respiratoria. Tengo un antecedente, soy asmática», dijo la médica en su posteo.
El lunes sintió dificultad respiratoria y el martes un colega le realizó una «tac torax», pero ya tenía comprometido el 80% de los pulmones, con saturación de 85%. «De ahí, ya no me acuerdo de más nada”, escribió.
Vivero estuvo 17 días en la UCI de la clínica de Torices, donde fue entubada. «De lo mal que estaba, no daba esperanzas por mi la junta médica», señaló.
La mujer, dijo que tuvo que ser trasladada a la Fundación Cardiovascular de Colombia en la que estuvo 3 meses en la UCI. Recibió terapia ECMO (Oxigenación por Membrana Extracorpórea); traqueotomía; falla multiorgánica de pulmón, corazón y riñón; pasó por 3 diálisis; tuvo 2 paros cardiorespiratorio y, además, bajó 25 kilos.
«No me acuerdo de mucho, solo recuerdo que solo quería descansar ya no podía más», dijo Vivero.
El esposo de la médica la acompaño en todo momento, la cuidó, le informaba a los padres sobre su evolución médica. Posterior mente, él también dio positivo al virus del PCCh.
«Le doy gracias a Dios por ese hombre que tengo a mi lado que se a ganado el cielo, que estuvo al pendiente de mí, que se fue a una ciudad desconocida a cuidarme».
Finalmente, el 22 de agosto 2020 Vivero recibió el alta, pero quedó incapacitada por 6 meses.
“Me toco empezar de nuevo a aprende hablar, abrir la boca, escribir caminar, vestirme [y] conducir gracias a terapia físicas, terapia ocupacional y fonodiología. Fueron clase virtuales [y] tuve una mejoría 90%”.
El virus del PCCh le dejó “secuelas de por vida», ahora es «hipertensa, diabética, anticoagulada con solo 30 años”, según el posteo. Pero aun así, tuvo que volver a trabajar porque tenía que pagar las deudas generadas, ya que, según dijo, no recibió ningún pago ni ayuda mientras se encontraba en la UCI.
«Es triste porque fui médico de primera línea de COVID afectada y con secuela, se que mi vida no vale el valor […] del bono».
«Solo le doy gracias a Dios por salvarme la vida y por el personal médico que me ayudó en todo este infierno y a mi esposo», dijo Vivero.
Vivero espera que la historia sirva para que tomen «conciencia de que este virus no es un juego y es mortal».
«Cada fallecido no es un número que sale todo los días en un reporte, recuerden que es un familiar, un padre, madre, un hijo, un abuelo o abuela, un esposo».
Sobreviviente de COVID-19 dice que recitar estas palabras le ayudó a recuperarse
A principios de marzo, Osnat Gad, residente de Long Island , sufrió los síntomas de COVID-19 durante más de un mes. Lo primero que notó fue que perdió el sentido del gusto y el olfato. Dos días después, ni siquiera podía levantarse de la cama. Tuvo la sensación de que había contraído el virus.
Al día siguiente, sintiéndose aún peor, Gad solicitó atención al servicio de emergencias. Allí, dio negativo para la gripe estacional y le dijeron que se fuera a casa, se pusiera en cuarentena durante dos semanas y tomara Tylenol cada cuatro horas. Esto fue antes de que su hospital local le hiciera pruebas de COVID-19.
Su médico y enfermeras dijeron que según los síntomas, era probable que lo tuviera. Le aconsejaron quedarse en casa porque incluso si llegaba al hospital, era poco probable que pudieran hacer más para ayudarla.
Gad hizó un seguimiento de sus niveles de oxígeno y temperatura, que se mantuvieron en niveles normales. Después de una semana, pensó que había mejorado. Entonces, un día, se levantó para lavar la ropa y recibió un “segundo ataque”.
Después de un tiempo, se recuperó y tuvo una videoconferencia con su médico y este nuevamente le aconsejó que se quedara en casa y siguiera tomando Tylenol.
Ella se sintió profundamente sola. Aislada en casa sin nadie para acompañarla, si dejaba de respirar por completo, ni siquiera podría pedir ayuda. No había nadie que pudiera llamar por ella.
Conforme avanzaban las semanas su frustración dio paso a la furia. Sentía que nunca iba a mejorar.
“Soy una sobreviviente de cáncer, he tenido una afección cardíaca y muchas gripes, enfermedades. He tenido operaciones”, dijo. “Esto no fue así en absoluto”.
Los días y las semanas se nublaron a mediados de marzo a fines de abril. Hubo momentos en que no podía moverse en absoluto.
“El dolor era insoportable”, dijo Gad. “El miedo a no poder respirar es tremendo, es un miedo terrible”.
Ella llamó a sus amigos para pedirles consejos. Algunos le aconsejaron respirar vapor, pero nada funcionó.
Entonces, Anna, una de sus amigas, le dijo que repitiera algo en chino: “Falun Dafa Hao. Zhen Shan Ren Hao”. La cabeza de Gad estaba tan borrosa que no pudo escuchar ni recordar la explicación.
¿Qué tenía que perder? Gad dijo las palabras y sintió que el oxígeno volvía a entrar en su sistema.
«Confié en que mi amiga Anna (…). Sé que ella se preocupa por mí y quería que sanara. Su pasión y fuerza fue la razón por la que comencé a recitar [esas palabras]”, dijo.
Como judía ortodoxa, Gad había rezado muchas veces en su vida y solía asegurarse de decir las palabras con mucha precisión como le habían enseñado a hacerlo con la oración hebrea. Pero cuando dijo las palabras, no las sentía como una adoración, sino casi como una autoayuda. No estaba pidiendo a un poder superior que la rescatara, sino tratando de curarse a sí misma de adentro hacia afuera.
Gad dijo que era como si estas palabras le enseñaran a su cuerpo a respirar de nuevo, y cuanto más las decía, mejor se sentía. Las recitaba al comenzar el día y antes de quedarse dormida. El efecto había sido inmediato, pero ella quería seguir diciendo las palabras.
“Tengo que estar muy agradecida con Falun Dafa”, dijo Gad. “Puedo decir que me salvó. Me enseñó a respirar”.
Las palabras están formadas por nueve caracteres en chino que se traducen como “Falun Dafa es bueno. Verdad, Benevolencia y Tolerancia son buenas”.
Después de lo que pareció un milagro, Gad quería saber qué era exactamente Falun Dafa. Así que llamó a Anna, con deseos de investigar sobre esta práctica espiritual más a fondo.
Falun Dafa es una práctica espiritual que se introdujo al público en China en la década de 1990, promueve ejercicios suaves, meditación y vivir según los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia para superarse a sí mismo.
Cuando empezó a investigar sobre Falun Dafa, Gad llamó a un número local para obtener más información.
“Estoy leyendo sobre la fuerza interior que tenemos dentro de nosotros, y solo depende de nosotros usarla siendo buenos humanos”, dijo Gad.
Gad continuó diciendo las frases todo los días y, poco después, decidió comenzar a practicar Falun Dafa: “Estoy extremadamente feliz de practicar e incorporar Falun Dafa a mi vida”, dijo. “Me ha mostrado una nueva manera de ver la vida”.
Con información de Catherine Yang, Sarah Lu y Shiwen Rong.
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