El día que el ladrón atacó era caluroso y soleado. Los niños Josh y Rebecca Caldwell atendían un puesto de limonada frente a su casa de Chesapeake Bay cuando vieron al desconocido aparcar su coche junto a ellos. Pero no estaba allí para comprar un refrescante vaso de limonada.
El hombre con camisa clara y gafas de sol salió del coche, se acercó y, a plena luz del día, les robó el tarro lleno de billetes de un dólar. Luego corrió hacia su coche y se marchó a toda velocidad.
Los dos niños Caldwell, Rebecca, de 10 años, y Joshua, de 8, habían creado un pequeño emprendimiento de venta de limonada en su barrio, normalmente seguro, y pasaron todo el verano trabajando en él, para conseguir un poco de dinero extra. Ese día tenían una mesa y dos sillas colocadas en la entrada de su casa y un cartel en el que ofrecían limonada por 2 dólares.
«Sólo queríamos ganar algo de dinero para comprar juegos divertidos o algo así», dijo Joshua a The Epoch Times.
Sin embargo, cuando sólo llevaban una hora vendiendo limonada, el sospechoso se detuvo en su coche plateado y se la jugó, como muestran las imágenes de las cámaras de seguridad de la casa de los Caldwell.
Los niños vieron de cerca al hombre, aunque Rebecca dice que no presta mucha atención al aspecto de sus clientes.
Llevaba «un sombrero, un sombrero amarillo», dijo Joshua.
Rebecca lo describe como un hombre de mediana estatura, de unos 30 años, con barba de chivo y posiblemente con pelo rapado. «Pero no podría asegurarlo porque llevaba sombrero», dice.
Annetta Caldwell, la madre de los niños, llamó a la policía y comprobó las grabaciones de seguridad. En ellas se veía al sospechoso pasar en coche varias veces, al parecer esperando a que ella estuviera dentro de la casa para detenerse y llevarse el dinero.
La policía sondeó la zona. Caldwell anunció el descarado robo en la aplicación vecinal Nextdoor. «Si ves a este tipo, avísanos o avisa a la policía», publicó. Aunque se enteró que finalmente se localizó a un sospechoso, dice que fue la respuesta de la gente lo que reparó la injusticia.
¿Quién iba a imaginar que esta simple publicación en Internet desencadenaría una reunión de toda la comunidad en apoyo de las víctimas del asaltante del puesto de limonada?
Lo que sucedió a continuación fue alentador.
El post «empezó a explotar», dijo Caldwell. «Todo el mundo empezó a comentar. Nuestro canal de noticias local, que empezó a anunciar nuestro próximo puesto de limonada para el sábado siguiente, fue etiquetado».
Cuando llegó el gran día, las cámaras de vídeo grabaron a cientos de personas agolpándose en su patio delantero para comprar limonada y mostrar su apoyo.
Un insólito grupo de simpatizantes también se presentó en casa de los Caldwell para decirles que les cubren las espaldas: un grupo de moteros de un club local de motociclismo.
«Debieron de ser más de 120 los que se presentaron», dijo Caldwell. Un motorista le informó que «cuando se enteró de lo que había pasado sintió que tenía que hacer algo, y se lo dijo a sus amigos».
El miembro del club esperaba que sólo se presentaran unos diez de sus amigos moteros, pero llegó un grupo enorme de toda la zona. Caldwell dice que, aunque tiene amigos que montan en moto y sabe que «muchos de ellos son bastante buenos», le sorprendió la generosidad de este grupo.
«Eran increíbles», dijo, añadiendo que formaban parte de un club de motociclistas 757. «Eran muy simpáticos, querían ayudar a los niños y tenían una dulzura que no esperaba».
También hubo «toneladas» de gente no motera que se presentó para refrescarse con vasos de limonada y rellenar el tarro de los niños para compensar el robo.
«Se presentó un grupo de ciclistas, unos 30», dijo Caldwell. «Vino el ayuntamiento. Aparecieron cinco camiones diferentes del cuerpo de bomberos, y luego no sé cuántas ambulancias, y luego varios departamentos de policía».
Calcula que 650 personas acudieron a tomar algo. Esperaba una gran afluencia y tenía litros de limonada almacenada, pero de todos modos se le acabó.
«Serví al menos 500 vasos», dijo.
Las imágenes muestran a motociclistas y vecinos locales que se presentan en el puesto de limonada de los Caldwell días después del robo. (Cortesía de Annetta Caldwell)
Algunos echaron mano de la bebida, otros simplemente donaron dinero. Según la madre, llegaron cheques de lugares tan lejanos como Texas, Pensilvania y Rhode Island, y siguieron llegando desde entonces.
El dinero alcanzó una suma de más de 6000 dólares, dice Caldwell, y añade que una parte se destinará a apoyar a su hija mayor, Sarah, de 20 años, en su labor misionera.
Pero parte del dinero se destinará sin duda a dejar que los niños sean niños.
Josh anunció a The Epoch Times su intención de «comprarse un quad» para hacer off-road en su patio trasero.
Caldwell dice que llevan «ocho años viviendo aquí, y es un barrio muy, muy bueno» y que los vecinos «nunca habían oído que algo así se impusiera aquí».
Y añade: «Ver a todo el mundo venir y apoyar a nuestra familia, incluso de fuera de la comunidad, me hizo sentir muy, muy feliz».
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