Una mujer de Nebraska que nació con dos úteros debido a una enfermedad extremadamente rara, quedó embarazada de gemelos, uno en cada útero. Algunas complicaciones causaron un parto prematuro a las 22 semanas de gestación, y nacieron los dos bebés.
Sin embargo, lamentablemente, uno de los gemelos no sobrevivió, pero el otro luchó con todas sus fuerzas por su vida, convirtiéndose en el bebé sobreviviente más joven del hospital. Ahora, la mamá Megan Phipps, de 24 años, quiere que los demás sepan que nunca deben perder la esperanza de que sucedan milagros.
Phipps tiene una condición llamada didelfia uterina, lo que significa que nació con dos úteros y dos cérvices. Tan solo entre el 0.1 y el 0.5 por ciento de las mujeres padecen esta alteración.
«Con mis dos hijos mayores tuve embarazos perfectos», explicó Phipps, de Lincoln, a The Epoch Times, asegurando que sus dos hijos, Mia, de 6 años, y Xander, de 5, fueron concebidos en su útero derecho.
Los dos nacieron sanos y llegaron casi al final del tiempo de la gestación normal. Sin embargo, en su último embarazo de gemelos, Phipps sintió que algo iba mal incluso antes de saber que iba a tener dos bebés.
Recordó: «Siempre me dolía, siempre estaba enferma, tenía muchos calambres (…) Tenía un nervio ciático que me fastidiaba la espalda y bajaba por la pierna; si íbamos a algún sitio, tenía que ir en silla de ruedas».
Además, Phipps también necesitaba ayuda para salir de la cama, ya que no podía mover la espalda ni las piernas hasta que se levantaba.
Phipps, que es ama de casa, se enteró que estaba embarazada tanto del útero izquierdo como del derecho después de que su ginecólogo habitual la remitió al especialista materno-fetal del Bryan Medical Center, el Dr. Kenny.
Sin embargo, a las 22 semanas, el papel de la Dra. Kenny en su vida se amplió.
Para Phipps, el 9 de junio de 2021 empezó como «un día normal» hasta que empezaron los calambres, el cansancio y el manchado mientras salía a comer con su mamá. Llamó a su pareja, Dillon Martin, de 21 años, que la llevó a la unidad de partos de Bryan East.
Sin embargo, los médicos le pidieron a Phipps que guardara reposo. Durante las tres horas siguientes se sintió incómoda acostada en el sofá y decidió probar un baño caliente, pero entró en pánico cuando se le pasó un tapón de mucosidad. Entonces, ella y Martin regresaron al hospital.
«Me metieron en una sala de partos y me ingresaron», dijo Phipps. «La enfermera llamó al Dr. Kenny (…) [y] mediante una ecografía, declaró que las niñas tenían buen aspecto, pero que mi cuello uterino izquierdo se había reducido. Él no estaba muy preocupado por eso, pero con mi condición, cualquier cosa podía pasar».
Nerviosa, Phipps pasó la noche en el hospital y la mañana del 11 de junio recibió medicamentos para detener la reducción del cuello uterino. Al mismo tiempo, el monitor no captaba las contracciones de Phipps, de modo que nadie quería tocarla para no empeorar la situación. Sin embargo, cuando una enfermera llegó a revisar a Phipps, quien le dijo que los calambres la estaban haciendo sentir mal, la enfermera revisó y luego le dijo a Phipps que «prácticamente podía sentir las piernas de Riley pateándola».
A las 22 semanas y 4 días, Phipps estaba de parto activo. El neonatólogo Dr. Sitzman les hizo una visita a ella y a Martin para compartir la realidad de su situación, asegurando que los gemelos tenían menos de un 20 por ciento de probabilidad de sobrevivir.
Los padres recibieron sus opciones. «Le dije que si podía intubar a las niñas, quería que tuvieran la oportunidad de sobrevivir», dijo Megan.
A los cinco minutos de ser trasladada a la mesa de partos de la UCIN, Phipps rompió aguas. Riley nació el 11 de junio a las 11.45 p.m. y Reece le siguió, a la 1:04 a.m. del 12 de junio. Ambas bebés pesaron menos de medio kilo.
Después de nacer, ambas bebés fueron intubadas, siguiendo el deseo de Phipps, y les colocaron un oscilador para ayudarles a respirar durante las cruciales primeras 48 horas. Lamentablemente, Riley perdió su lucha por la vida el día 12.
Los padres, afligidos, enfocaron toda su energía en la lucha por su hija sobreviviente.
«Intenté no encariñarme», recuerda Phipps. «Si le pasaba algo, quería estar preparada para ello y que me doliera menos. Pero no resultó (…) Estaba a su lado y tenía demasiado miedo de salir del hospital, de que pasara algo si lo hacía».
«Verla crecer fue algo que no se puede describir con palabras. Es algo inaudito; la mayoría de los bebés de 22 semanas no sobreviven. Los médicos y las enfermeras que trabajaron con Reece estaban tan sorprendidos como yo».
El neonatólogo Dr. Mark Brisso dijo a Good Morning America que Reece, el bebé más joven nacido en Bryan East en sobrevivir, significaba «otro paso adelante para nuestra UCIN para saber que podemos cuidar y dar de alta con éxito incluso al bebé más pequeño e inmaduro».
Después de 144 días en la UCIN, el bebé Reece fue finalmente dado de alta el 2 de noviembre, con un peso saludable de 8 libras. Sin embargo, 21 días después tuvo un contratiempo: se negaba a comer y la ingresaron en la UCIN del Centro Médico de la Universidad de Nebraska, en Omaha, para colocarle una sonda nasogástrica.
A los 7 meses de edad por su fecha de nacimiento, y a los 3 meses por su fecha de parto, Reece » actúa y se desenvuelve como si fuera un bebé de 3 meses», dijo Phipps, pero se espera que a los 2 años ya esté al nivel de sus compañeros.
Reece aún utiliza oxígeno, pero su equipo de cuidados espera que supere su enfermedad pulmonar crónica, derivada de sus pulmones prematuros. Una sonda de alimentación semipermanente, conocida como botón G, la ayuda a recibir alimentos directamente en su estómago.
«Tiene aversión oral», dijo Phipps a The Epoch Times; «ha tenido demasiadas malas experiencias con tubos en la garganta que no le gusta tener nada en la boca. Actualmente estamos trabajando en su terapia de alimentación para ayudarla cuando empiece a comer alimentos para bebés».
«Estoy orgullosa de Reece», reflexiona. «Fui allí con dos bebés y terminé saliendo con uno. Es injusto; lloro todo el tiempo por Riley, pero estoy muy feliz de tener este pequeño y hermoso milagro que pude traer a casa».
Y añadió: «Luché por mis hijas, y las madres deberían hacer todo lo posible por luchar por sus bebés (…) puede ser un camino largo, pero siempre hay luz al final del túnel».
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