Una mujer de Nashville, que se había sometido a la extirpación de un ovario y una trompa de Falopio hace varios años, quedó embarazada y dio a luz a una bebé. A pesar de pasar por un parto prematuro de emergencia y de estar a punto de morir, sobrevivió para compartir su historia, ofreciendo esperanza a otros.
Chatiqua Miller y su esposo Jesse soñaban con tener hijos juntos, y en la primavera de 2019 se sorprendieron al darse cuenta que era real.
Dos líneas «tan claras como el día» confirmaron la prueba de embarazo.
«Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho y corrí al dormitorio para compartir con [Jesse] la buena noticia», dijo, compartiendo con Love What Matters.
El embarazo comenzó de forma normal; incluso ella siguió trabajando en su función de decana de estudiantes en una escuela secundaria local, hasta que el estrés fue demasiado para ella.
«Empecé a tener dolores de cabeza y dificultades para respirar», recuerda Chatiqua. Su médico pidió que guardara reposo absoluto. Entonces, un día, durante una relajada barbacoa al aire libre con la familia y los amigos, Chatiqua sintió una «sensación de llenura» que se expandía desde el pecho hasta la boca del estómago.
«No pude respirar en todo el camino de regreso a casa», dijo. «Mi esposo dijo que mi respiración sonaba como si estuviera bajo el agua, y llamamos al número de teléfono de emergencias de mi médico (…) me dijo que fuera a urgencias inmediatamente».
A los siete meses de embarazo, Chatiqua empezó trabajo de parto.
En el hospital le diagnosticaron el síndrome HELLP (una complicación poco frecuente pero grave, a menudo relacionada con la preeclampsia) y tuvo que someterse a una cesárea de urgencia, poniendo en peligro la vida de su bebé.
«No quería dar a luz a un bebé tan pequeño. Sabía que mi bebé podía morir», dijo. «Las lágrimas llenaban mis ojos y rodaban por mi cara hasta la bata del hospital».
Después de dar a luz a una niña prematura, que pesaba tan solo 1 libra y 4 onzas (aprox. 567 g), la nueva mamá estuvo a punto de perder su propia vida en el proceso de parto y luchó por sobrevivir.
Chatiqua recuerda que se quedó dormida. «Había tanta tranquilidad y paz, pero sabía que me estaba muriendo», dice. «No podía mover la boca, pero rezaba en mi espíritu a Dios por un milagro».
De hecho, dejó de respirar y la conectaron a un respirador. A su alrededor, Jesse y sus seres queridos también rezaron.
Al día siguiente, Chatiqua se despertó en la UCI con un dolor insoportable por los tubos de respiración, pero estaba viva.
Hizo un gesto a su esposo para que le diera una libreta y un bolígrafo para escribir dos preguntas cruciales: «¿El bebé murió?», a lo que él respondió: «No». Y luego: «¿Me morí yo?».
«Pasé 24 horas entre dos mundos, rezando por un milagro, y recibí dos», explicó. «Recibí mi vida, y recibí la vida de mi hija».
Chatiqua y Jesse —que se conocieron en la iglesia y se convirtieron en mejores amigos antes de casarse en 2016— visitaron a su hija en el hospital todos los días durante casi tres meses, viéndola avanzar lentamente. Hoy, Chatiqua describe a su hija como un niña «sana y completa».
Ahora, la madre comparte su historia de sufrimiento y triunfo para ayudar a otros a mantener la esperanza, incluso en el momento más oscuro.
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