Una pareja de Ohio, que eran novios en la escuela secundaria, estaban esperando quintillizos después de una batalla de dos años contra la infertilidad. A partir de ahí, iniciaron un angustioso proceso, que incluyó la pérdida de un recién nacido y varios intentos de parto.
Después de 385 días en la UCIN del hospital, los orgullosos padres finalmente reunieron en casa a sus cuatro bebés.
Hannah y Jake Merton, de 22 y 23 años, se conocieron cuando tenían 15 años, en el equipo de bolos de su escuela, se casaron después de graduarse y compraron una casa juntos. Hannah, que es una de ocho hermanos, declaró a The Epoch Times que siempre había querido ser mamá, pero que, debido a un desequilibrio hormonal que le diagnosticaron en la adolescencia, sabía que podría tener problemas para concebir.
«Los dos trabajábamos tiempo completo y él iba a la universidad; estábamos preparados para tener una familia propia», dijo Hannah. «Después de un año de intentarlo, me diagnosticaron el síndrome de ovario poliquístico (SOP). Me dijeron que mi posibilidad de concebir por era muy improbable, debido a que no ovulo por mi cuenta».
A Hannah le recetaron algunos medicamentos para ayudarla a ovular, con una advertencia que aumentarían ligeramente sus posibilidades de tener embarazos múltiples. Ella y Jake tenían un 10% más de posibilidades de concebir gemelos y un 1% más de concebir trillizos. «Nadie mencionó nunca más que eso», dijo.
Después de casi dos años de intentarlo, de innumerables lágrimas y de pruebas de embarazo negativas, Hannah finalmente dio positivo. Se sometió a su primera ecografía a las cinco semanas y se llevó la sorpresa de su vida: llevaba cinco bebés. Sorprendidos e incrédulos, Jake y ella regresaron a casa en silencio.
Incluso su médico, recuerda Hannah, «se puso pálido» al revelar la noticia. Hannah contó a Love What Matters (LWM) que el médico fue sincero y les explicó que lo más probable es que no sobrevivieran todos los bebés. Los futuros padres debían regresar en dos semanas.
Hannah se mantuvo firme, se acomodó a su embarazo y todo marchó bien hasta la semana 23; el peso de los bebés causó la dilatación del cuello uterino y Hannah tuvo que ingresar en el hospital.
El 5 de marzo de 2020, con 25 semanas y 2 días, empezó trabajo de parto.
Los quintillizos —tres niñas y dos niños— nacieron en el Hospital Summa de la ciudad de Akron por cesárea en el siguiente orden: Philomena, con 1 libra y 9 onzas; Evangeline, con 1 libra y 10 onzas; Gideon, con 1 libra y 12 onzas; Meredith, con 1 libra y 4 onzas; y Elliot, con 1 libra y 11 onzas.
«Estaba muy asustada, emocionada, feliz, ansiosa y preocupada la noche que nacieron», dijo Hannah a The Epoch Times. «No esperaba dar a luz a mis bebés con solo 25 semanas de gestación. Los bebés eran demasiado prematuros y fue necesario ponerles respiradores».
«Cuando los médicos hacen todo lo que pueden, y aun así no es suficiente, el único lugar al que acudir es a Dios. Tuvimos que confiar en Él y poner la vida de nuestros bebés en sus manos».
«La noche en que nacieron los bebés, Meredith casi no sobrevive», recuerda Hannah.
«Meredith pasó unos días muy duros, y al final ganó sus alas al tercer día de vida. Creo que todavía estoy intentando sobrellevar el dolor (…) pero tengo que levantarme, seguir adelante y estar ahí para los niños que tengo conmigo. Nunca la olvidaremos, y el dolor nunca desaparecerá».
En medio de la conmoción de la pareja por la pérdida de Meredith, sus hermanos lucharon por sus vidas.
Elliot fue el primero en ir a casa, justo después de la fecha prevista originalmente para que nacieran los bebés. Le quitaron el respirador a los dos meses, aprendió a comer y a mantener su temperatura corporal. Philomena le siguió a casa un mes después.
Evangeline sufrió una hemorragia cerebral y graves daños cerebrales. Le costó dejar el respirador y requirió una ronda de esteroides para ayudarle a sus pulmones. Una infección en sus intestinos supuso un gran retraso.
«Evangeline estuvo muy, muy enferma durante unas semanas», dijo Hannah. «Pero afortunadamente lo superó. Después de luchar para aprender a tomar el biberón, le pusieron una sonda gástrica y pudo irse a casa».
El bebé Gideon tuvo problemas desde el primer día, dijo Hannah. «Sus pulmones estaban muy, muy enfermos; casi lo perdimos muchas veces», añadió. «No era capaz de dejar el respirador, y al final le hicieron una traqueotomía. Pasó algo más de un año en la UCIN, superando todos los obstáculos que enfrentó».
Hannah dijo que el nombre Gideon significa «poderoso guerrero». Instaron a la pareja a firmar una orden de no reanimación, pero ella mantuvo su fe firme.
La orgullosa mamá dice que su momento favorito con sus bebés hasta la fecha ha sido el reencuentro de Gideon con sus hermanos cuando llegó a casa, después de 385 días de nacer.
«Elliot y Philomena no muestran signos de haber sido prematuros», dijo. «Están en el camino del desarrollo acorde a su edad. «Nos referimos a Elliot como nuestro ‘niño ángel’ porque es el niño más dulce, más tierno y más amable. Philomena es pura chispa; no sé cómo puede caber tanta personalidad en un cuerpo tan pequeño».
Y su «dulce y travieso» Gideon está haciendo «avances increíbles». Solo utiliza el respirador por la noche, y sus padres esperan que le quiten la traqueotomía antes de su segundo cumpleaños.
A Evangeline le diagnosticaron parálisis cerebral. Hannah dice que lo importante es que «es el pequeño rayo de sol más feliz». «Ella es la luz de nuestras vidas, y puede iluminar los días más oscuros», dijo la mamá.
Hannah —que comparte la vida de la familia en una página de Instagram— dice que su proceso en la UCIN fue muy intenso. Sin embargo, convertirse en padres primerizos durante una pandemia, perder un hijo y ver a cuatro bebés luchar por sus vidas ha acercado a Hannah y Jake como nunca antes.
«Esto nos cambió. Nos convertimos en la roca del otro», dijo ella. «Pasé de no tener hijos ni experiencia médica a tener cuatro hijos aquí, uno en el cielo, y dos de mis hijos son médicamente complejos».
«Tuve que aprender a convertirme en la cuidadora de Gideon. Aprendí a manejar las sondas de alimentación. Aprendí a cuidar a una niña con parálisis cerebral. Es un reto, cada día, pero estos niños valen la pena».
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