Esta joven, nacida sin piernas y abandonada al nacer, es una bailarina aérea y oradora motivacional. A pesar de su condición física, le encanta el reto de entrenar para ser bailarina, con la esperanza de participar algún día en «Bailando con las Estrellas».
Jennifer Bricker, de 31 años, actualmente trabaja como aerolista y oradora motivacional. Siempre ha amado el deporte y se ha destacado en él; de hecho de niña fue campeona estatal de gimnasia. Pero lo que jamás imaginó, fue que su mayor inspiración, la gimnasta Dominique Moceanu, resultaría ser su hermana biológica.
El primer amor de Jennifer Bricker fue la acrobacia, pues se siente feliz cuando realiza hazañas acrobáticas y cuelga de hilos de seda.
«La gente siempre habla de Jen superando esto y superando lo otro y yo pensé que esto es un verdadero desafío, esto es algo que realmente hay que superar», asegura la joven.
A Jennifer le gusta desafiarse a sí misma y espera que añadir el baile a su extensa lista de logros mejore sus oportunidades profesionales. Jen dice que la danza era algo de lo que no estaba segura, pero ahora está trabajando con una bailarina profesional para coreografiar una rutina que incorpora específicamente sus puntos fuertes: sus impresionantes habilidades como bailarina aérea.
«Mi verdadero sueño es actuar en un espectáculo como Bailando con las Estrellas», confiesa la joven.
Jen fue abandonada cuando era bebé porque sus padres biológicos pensaron que sería difícil sobrellevar su discapacidad. Luego fue adoptada por Sharon y Gerald Bricker, que ya tenían tres hijos mayores. Creció con su nueva familia en el pequeño pueblo de Oblong, Illinois.
Jen se toma todos los desafíos con calma y asegura que «no puedo» es una palabra que no está incluida en su vocabulario. Al crecer, la joven Jen era extremadamente talentosa, compitiendo y ganando los campeonatos estatales ante competidores sanos.
Cuando era niña, Jen se inició en gimnasia y en las competencias de volteretas donde descubrió que tenía una habilidad natural. En 1999 recibió un premio en el podio.
Jen vive actualmente en Studio City, California. Desde su infancia, siempre la animaron a a creer que todo era posible si era fuerte de mente y verdaderamente decidida a seguir adelante. Una verdadera deportista que ha participado y se ha destacado en todos los deportes que ha practicado.
De todos sus amores, su favorito siempre fue la gimnasia para la que competido y ganado a nivel estatal.
Pero esta parte de su historia es una de novela. Aunque no sabía nada de sus padres biológicos, fue una coincidencia y rareza del destino que idolatrara a Dominique Moceanu, gimnasta olímpica estadounidense. Pero más desconcertante aún, fue enterarse que que su ídolo era en realidad su hermana biológica.
«Algunos de mis primeros recuerdos son viendo gimnasia en la tele cuando tenía seis años y tratar de imitar los movimientos», dijo Jen.
Durante los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, Estados Unidos, Jen estaba totalmente fascinada por la increíble Dominique.
«Dominique era mi gimnasta favorita. No dejaba de hablar de ella, incluso a la edad de seis años fantaseaba con estar relacionada con ella».
«Cuando tenía 16 años descubrí que Dominique era mi hermana y recuerdo que pensaba que este tipo de cosas pasan en las películas; esto no es la vida real».
«Todo lo que sabía de mi herencia era que yo era rumana y Dominique también era rumana. Tenemos las mismas características y personalidades valientes. Me sentí atraída por ella», recordó Jen.
Cuando era adolescente, empezó a preguntarle a Sharon sobre su familia biológica.
«No esperaba que dijera que sí aunque siempre hemos sido muy abiertos en nuestra familia, pero para mi sorpresa sacó una carpeta de papeles», dijo Jen.
«Ella entregó un documento y dijo: ‘Nunca vas a creer esto, pero tu apellido biológico es Moceanu'».
«Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, supe lo que significaba; mi ídolo de la infancia era mi hermana».
La joven relató que «Justo antes de Navidad de 2007, cuando tenía 21 años, abrí una carta y vi que una tarjeta se había caído y era de Dominique. Vi su firma y fue una sensación increíble. A mitad de la carta me dijo que estaba a punto de ser tía, así que supe que me habían aceptado inmediatamente».
«Cuatro meses después conocí a Dominique y a mi hermana menor, Christina. Las similitudes eran tan evidentes que era impactante; sonábamos igual, nuestros peculiaridades eran los mismos y con Christina, especialmente, era como mirarse en el espejo», aseguró Jen.
«Las tres hicimos gimnasia y a Christina le encantaba el voleibol, que es mi segundo deporte favorito. Desde entonces nos hemos acercado y siento como si un trozo del rompecabezas de mi vida hubiera caído en su sitio. Aunque la gente que acabo de conocer siempre se sorprende de lo que puedo hacer, fuera del trabajo mis amigos dicen que olvidan que soy diferente».
Jennifer cree que todo el mundo «nace con dones y talentos únicos» y quiere mostrar a la gente que podemos usarlos para cambiar vidas.
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