La pureza de un niño es fácil de ver a través de cómo descubre el mundo y se relaciona con él. Un ejemplo claro de esto es Malick, un jovencito al que le encanta ver el cielo y, para conocerlo un poco más, construyó un telescopio con latas de refresco y alambre.
Malick Ndiaye de 12 años, vive en una humilde casa de Mbacké, una pequeña ciudad cercana a Touba, del interior de Senegal. Naturalmente curioso, el pequeño todavía no aprendía a leer y escribir cuando ya pasaba horas hojeando un viejo libro de su padre.
¿Qué podía contener aquel libro, que era más interesante que salir a jugar con otros niños? Nada más, nada menos, que el tema por el que cientos de científicos han entregado su vida a la ciencia: el universo.
El libro Todo el Universo, había sido un obsequio para el padre de Malick casi 30 años atrás, cuando trabajó como chofer para Abdou Diouf, expresidente de Senegal. El hombre guardó el libro «como un tesoro», junto a otros tantos, ya que él mismo era un apasionado de la lectura, de saber más acerca del cielo, la tierra y de ver documentales, relató Astou Sow, madre de Malick Ndiaye, a El País.
Y ya que la manzana no cae muy lejos del árbol, Malick heredó esa curiosidad en el seno familiar, al igual que el entusiasmo por el bricolage, con el que se pueden hacer reparaciones o increíbles creaciones en casa.
Fascinado por lo que veía en el maravilloso libro, el pequeño salía por las noches a observar el cielo. A la temprana edad de 8 años, ya podía distinguir Sirio, Betelgeuse y Aldebarán.
Pero eso no era suficiente para un ser ansioso por saber qué había más allá de lo que podía ver a simple vista. Así que decidió construir su propio telescopio con los cristales de unas viejas gafas de su padre, la lente de una cámara, latas y alambre. Quedó listo en solo dos semanas.
«Ahora puedo contemplar bien Júpiter y hasta los anillos de Saturno», dijo el niño.
«Cuando enfoqué al cielo nocturno y vi los detalles de la superficie de la Luna me pareció que podía tocarla con la mano», agregó.
La magnífica y curiosa creación del niño llamó la atención de un hombre que trabajaba frente a la casa de la familia Ndiaye.
«Me preguntó si era algo de topografía y le dije que no, que era un telescopio que me había fabricado yo mismo. Entonces me hizo fotos y un vídeo y los subió a Facebook» relató el niño.
El video se viralizó enredes sociales, al punto que todos los medios locales hablaron del fascinante niño en agosto de este año. La historia llegó hasta Maram Kaire, colaborador de la NASA y presidente de la Asociación Senegalesa para la Promoción de la Astronomía (ASPA).
«Me llegaron mensajes desde todos lados. Cuando pude ver el vídeo me recordó a mí mismo cuando era un niño y pensé en todos los esfuerzos que hacemos para divulgar esta ciencia», dijo Kaire a El País.
«No dudé en reaccionar porque sé lo difícil que es contemplar las estrellas sin un instrumento adecuado, tener una pasión y no poder desarrollarla», agregó.
El científico, al igual que Malick, adora el cielo y sus misterios, y gracias a su tenaz y duro trabajo, un asteroide situado entre Marte y Júpiter fue bautizado con su nombre en junio pasado.
Conmovido, no tardó en contactar a la familia para conocer a Malick. Luego de hablar con la madre del niño, ofreció obsequiarle un telescopio.
El 21 de agosto, Malick visitó al científico para recibir el anhelado aparato. Con una enternecedora sonrisa, el niño expresó su alegría «por recibir lo que siempre ha soñado».»Cuando le ofrecí un telescopio astronómico a Malick Ndiaye, de 12 años, le reté a que hiciera él mismo el trípode. 5 días después, el reto estaba cumplido. Enhorabuena», publicó Kaire en su Twitter, el 27 de agosto.
Malick conserva el telescopio que él mismo fabricó, y que le abrió la posibilidad de ver un poco más cerca las estrellas.
«¿Astronauta? No, yo solo quiero mirar las estrellas. ¿Sabes a qué distancia está el centro de la galaxia?», reflexionó el jovencito en la entrevista al mismo medio.
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