La poderosa amistad de dos niños se mantuvo firme cuando uno de ellos fue diagnosticado con leucemia. Ellos son KJ y Kaleb, dos amigos unidos hasta el final
Kaleb soñaba con la recuperación de su mejor amigo para continuar compartiendo risas y juegos, pero nunca pensó que un día KJ ya no estaría allí para él.
Cuando KJ llegó a la peor etapa de su enfermedad, Kaleb estuvo hasta el ultimo momento a su lado en el hospital. Incluso después de su muerte con gran esfuerzo juntó el dinero para comprar una lápida que la mamá de KJ no podía pagar.
KJ tenía todo un historial de batallar con su enfermedad: una vacuna para la gripe lo enfermó cuando tenía 13 meses, y poco después se enteraron que tenía leucemia y tuvo dos trasplantes de médula ósea. “Era feliz aunque pasaba por todas esas cosas”, dijo Kaleb Klakulak, de 12 años, según New York Times.
Pero el corazón de KJ estaba débil debido a los años de quimioterapia y radiación, ya a sus 9 años tenía insuficiencia cardíaca congestiva y en 2018 necesitaba un trasplante de corazón.
Kaleb y KJ se conocieron hace 5 años, hacían todo juntos, pasaban muchas horas del día compartiendo; sus mamás sabían que se llevaban muy bien.
La personalidad de los niños encajaba perfectamente porque ambos eran callados y los habían criado madres solteras.
Incluso se parecían físicamente, de acuerdo con LaSondra Singleton, la madre de KJ.
“Mejillas regordetas”, exclamó LaSondra. “Yo digo que son hermanos de raza distinta”, agregó.
Los niños dejaban los videojuegos y pasaban todo el día en Greenfield Village, un conjunto de edificios históricos, o veían una película. Kaleb incluso invitó a KJ a su iglesia y KJ no dejó de asistir al lugar, le porque le encantaba cantar.
Pero KJ necesitaba un nuevo corazón y fue internado en la unidad de terapia intensiva con un tubo en la garganta que le impedía hablar. Se deprimió y los médicos recurrieron a Kaleb para que lo ayudara.
Kaleb y su mamá visitaban a KJ todos los martes en el hospital y lo hicieron durante meses. Los niños jugaban un videojuego de luchas y también pintaban. No les hacía falta hablar podían comunicarse, incluso Kaleb elegía los colores de los lapices de KJ; al parecer sabía lo que quería.
Mientras el niño esperaba su trasplante, los médicos le colocaron un dispositivo en el ventrículo izquierdo esperando que le diera una mejor calidad de vida. “Pero no funcionó como esperaban”, comentó LaSondra.
Un martes, mientras Kaleb se preparaba para ir a visitar a su amigo, su mamá le mandó un mensaje de texto a LaSondra y ella llamó de inmediato, “algo estaba mal”.
KJ había empeorado. Su madre le quitaría el soporte vital. Esa visita sería una despedida.
Su mamá Kristy le explicó la situación a su hijo lo mejor que pudo. Pero “él seguía viéndome”, recordó Kristy. “Fue un trayecto en auto extremadamente silencioso”, añadió.
Ese día Kaleb se despidió cuando KJ aún estaba vivo pero inconsciente, él lloró y con gran tristeza acarició el brazo de su amigo. KJ murió ese día.
El niño fue sepultado sin una lápida debido a que su madre estaba sin trabajo y siendo madre de 6, era aún más difícil pagarla. Cuando Kaleb se enteró quiso ayudar y trabajó duro para juntar dinero: recolectó suficientes botellas y barrió suficientes hojas para juntar 250 dólares, casi la mitad de su objetivo original. Pero decidieron hacer una publicación en PayPal y superaron la expectativa, luego que un periódico local contara sobre el esfuerzo de Kaleb y la triste perdida de su mejor amigo.
“Honestamente, estoy orgullosa de él por llevar a cabo su deber, lo que todos deberían hacer”, aseguró Kristy. “Debemos ayudar a la gente que amamos”, enfatizó.
LaSondra señalo que no estaba segura de qué quería que dijera la lápida de su hijo. “Lo he dejado pasar porque siento que es la última etapa”, expresó.
Al día siguiente, Kristy y Kaleb acompañaron a LaSondra elegir la lápida.
Cuando le preguntaron si había decidido cuál sería el mensaje LaSondra lo leyó: “KJ Gross. Amado hermano, hijo y amigo”.
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