Un niño de tercer grado que sueña con ser agricultor abrió su propio puesto de plantas y productos agrícolas. El puesto emergente ganó desde entonces algunos clientes fieles en Newport, Pennsylvania.
John-Luke Radle, de 9 años, vive con sus padres, Stacey y Joe. Su primera experiencia vendiendo productos llegó en el otoño del 2020, después de que cultivara calabazas en el jardín de sus abuelos y le sobraran algunas. Con una carretilla y un cartel al lado de la carretera que decía «se venden calabazas», vendió las calabazas sobrantes en un par de días y quedó encantado con la experiencia.
Después de este éxito en la venta de productos, John-Luke -que ayuda a cuidar de algunas cabras y pollos, intentó trabajar en el huerto de sus abuelos plantando verduras este verano para poder tener algunas extras para vender. Por desgracia, su cabra Lucky se comió la mayor parte de las verduras, por lo que no tuvo una cosecha fructífera.
Queriendo alimentar su sueño de tener un puesto, Stacey y Joe encontraron un puesto de productos en venta en el mercado y lo compraron.
Luego llevaron a John-Luke a la subasta de productos del condado de Snyder por primera vez para comprar productos frescos de calidad para vender en su nuevo puesto.
«Lo puso y la pasó muy bien sentado fuera en su puesto, hablando con la gente que se paraba a comprar un par de verduras», dijo Stacey, de 32 años.
Durante el resto de sus vacaciones de verano, John-Luke volvió a la subasta cada lunes con sus padres o abuelos, Nanny Barb y Pappy Bob, para reponer su puesto, asegurándose de que los productos que vendía eran frescos.
Dirigiendo el puesto él solo con la ayuda de su familia, utilizaba los beneficios de la venta de frutas y verduras para reponerlos cada vez.
Los productos básicos de John-Luke son calabacines, pepinos, tomates, cebollas y pimientos. De vez en cuando, almacena brócoli, col, pimientos pequeños, maíz dulce, sandía, melón, berenjena, tomates amarillos y melocotones. Le gusta averiguar qué se vende mejor.
El puesto está abierto todos los días desde la mañana hasta la puesta de sol, con una lata de café y un «sistema de honor» para la recogida de dinero cuando John-Luke no está presente.
Al principio, el alumno de tercer grado recibía entre 10 y 15 clientes al día. Ahora atiende a uno o dos al día, pero sigue disfrutando al ir a su puesto y hablar con todos, emocionándose con cada nuevo cliente.
«Pasa la mayor parte de su tiempo extra sentado allí», dice Stacey. «También intenta bajar en su scooter rápidamente si está en casa y ve que alguien se detiene».
A pesar de su amor por los animales, la mayor némesis de John-Luke es sido Lucky.
«Le gusta asaltar su puesto durante la noche y comer algunos de los mejores productos. Ahora ya está casi entrenada, pero de vez en cuando sigue metiéndose ahí», dice Stacey.
Por otro lado, las gallinas son serviciales y se comen alegremente las verduras que se estropean y no se venden.
Aunque la temporada de productos está llegando a su fin, John-Luke tiene planes de vender calabazas este otoño y árboles de Navidad a finales de año.
Ahora que volvió a la escuela, su familia le ayuda a establecer una nueva rutina para comprar sus productos.
Stacey, que está orgullosa de los esfuerzos de su hijo, dice que John-Luke aprendió mucho desde que montó el puesto.
«Participó en todo el proceso y está aprendiendo todo, desde contar el cambio, hasta calcular cuánto puede gastar en las subastas, pasando por cómo elegir buenos productos», dijo Stacey. «Es un chico muy trabajador e inteligente; estamos muy contentos con él y con el trabajo que realizó».
Con su pequeña muestra de la vida agrícola, John-Luke está ahorrando dinero de su puesto con la esperanza de comprar una granja cuando sea mayor.
«Siempre le gustaron los animales y la tierra», dice Stacey. «Quiso ser granjero desde que era muy joven. Incluso eligió un tema de granja para su tercera fiesta de cumpleaños.
«Sabe que es mucho trabajo ser granjero, pero sigue pensando que sería algo que le gustaría hacer».
Sin embargo, por ahora, John-Luke está pensando en levantar un granero en la propiedad de su familia para poder tener un cordero.
Su madre espera que más gente le apoye en su viaje.
«Su puesto está situado en el 456 de Lakeview Road, en Newport (Pensilvania)», dice Stacey, «así que si alguien se encuentra en la zona y quiere conseguir productos de un chico muy simpático, ¡que lo compruebe!».
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