Un paraguayo sin brazos ni piernas, padre de dos niñas, encontró la fuerza y la determinación para criar a sus hijas, a pesar de sus limitaciones, cuando su madre las abandonó.
Pablo Acuña nació con una deformidad en las extremidades, lo que provocó que sus brazos y piernas no crecieran correctamente. Sin embargo, es un hombre feliz y agradecido que vive en la ciudad de Son Pedro del Paraná, Paraguay. A sus 63 años, es el orgulloso padre de dos hijas veinteañeras, a las que ha criado desde que eran bebés con la ayuda de su madre, Ignacia del Valle.
Aunque Pablo padece su enfermedad desde que nació, afirma que nunca le ha afectado. Aparte de no poder ir al instituto y de tener a sus padres a su cargo, tuvo una infancia bastante normal.
«No puedo quejarme», dijo Pablo a The Epoch Times traducido del español. «Mis padres lo hicieron lo mejor que pudieron».
Uno de seis hermanos, Pablo fue criado por unos padres cariñosos y atentos y quiso hacer lo mismo con sus propios hijos. A pesar de haberse separado de su mujer, está agradecido de que ella le diera dos hijas maravillosas.
«Soy muy positivo y estoy muy agradecido por mi vida porque tengo a mis hijas», dice.
Su hija menor, Elida, de 26 años, se deshace en elogios hacia él por haberle proporcionado una infancia «muy bonita» a pesar de no tener brazos ni piernas.
«Me criaron mi padre y mi abuela», dice Elida. «Mi padre es increíble. Es una persona maravillosa, siempre se le ve con una sonrisa; nunca le he visto deprimido».
Como Pablo no puede andar, lleva décadas utilizando una carretilla de madera como plataforma para sentarse y dormir. Se le conoce localmente como «El Hombre Carretilla», según C9N Paraguay.
Según Elida, el mayor deseo de Pablo es tener su propia casa. Elida dijo al diario paraguayo Crónica que su familia, que «vive de alquiler», está ahorrando desesperadamente para conseguirlo.
Desde que su abuela cumplió 93 años, Elida ha vuelto a la casa familiar en Paraguay desde Buenos Aires, Argentina para ayudar a cuidar de su padre, cuyas capacidades son cada vez más limitadas.
«Tuve que renunciar a muchas cosas para volver a Paraguay», dijo a The Epoch Times. «Lo único que mi padre hace por sí mismo es manejar su teléfono y el control remoto. Aparte de eso, yo hago todo lo demás».
Elida dijo que se ha dedicado a ayudar a su papá y a su abuela y que ellos «salen adelante con la ayuda de Dios».
A pesar de sus penurias, Pablo no se arrepiente de su enfermedad. Sigue teniendo una fe inquebrantable que mantiene su perspectiva positiva.
«Agradece tu vida y a Dios, porque él sabe por qué nos hace como somos en este mundo», dijo.
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