Una pareja de ancianos encontró mensajes secretos codificados por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial bajo el suelo de su casa e intenta descifrar el rompecabezas con la ayuda de una vecina, una descifradora de códigos de Bletchley Park de 95 años de edad.
Durante un proyecto de remodelación, John y Val Campbell, de Guernsey, descubrieron un botín de objetos de guerra escondidos en su casa por un soldado alemán en la década de los 40s.
El alijo incluía paquetes de cigarrillos, cerillas, un sobre de champú, un paquete de cables de fusibles, pastillas para la garganta e incluso pases para burdeles. Pero también había un sobre dirigido a Ernst Buchtela y trozos de papel mordido por ratones, con códigos alemanes.
La pareja se dio cuenta que los había dejado un soldado alemán que vivió en la casa en Guernsey ocupada durante la guerra.
«Lo pusimos en una caja para continuar con el proyecto. Luego, durante el cierre, cuando nos preguntábamos qué hacer, recordé la hoja de códigos y pensé que antes de morir debía averiguar de qué se trataba», dijo John. «Quien pueda descifrarlo debe ser bastante especialista. Puede ser alguien que no sea de Guernsey o alguien de Bletchley Park».
John añadió que no sabía cómo llegar a esas personas o si el mensaje valía la pena el esfuerzo, pero dijo: «Supongo que esa es la belleza y el misterio del código».
La pareja solicitó ahora la ayuda de su vecina Marj Dodsworth, de 95 años, para intentar descifrar el mensaje.
Marj trabajó mucho tiempo en la máquina electromecánica de Alan Turing construida para descifrar el código Enigma. La descifradora de códigos de la Segunda Guerra Mundial habló por primera vez sobre su rol, que tuvo que mantener en secreto durante 70 años.
Logró echar un vistazo al código, pero dijo que «no hay ni una sola posibilidad» de que pudiera descifrarlo sin una máquina Enigma.
En 1943, a los 18 años, Marj se enlistó en el Women’s Royal Naval Service, también conocido como Wrens.
«Mi padre estaba en la Marina, aunque las Wrens eran voluntarias. Como él estaba en la Marina, entré sin problemas», dice Marj.
Durante las primeras seis semanas, Marj realizó una capacitación introductoria que consistía en pelar muchas papas. Hasta después de una entrevista supo qué iba a hacer.
Los integrantes de Wrens en aquella época desempeñaban diferentes funciones, como trazadores de radares, mecánicos aéreos y analistas de armas.
«Me dijeron que iba a hacer algo muy secreto y firmé el Acta de Secretos Oficiales. Había una pistola sobre la mesa y a eso no se le dice que no», dijo Marj.
Entonces le informaron que iba a trabajar en Eastcote, en un puesto de avanzada de Bletchley Park.
«Bletchley estaba tan lleno que no podían aceptar más gente», dijo. «Había 800 personas en el lugar donde yo estaba, y tres o cuatro puestos externos más».
Marj hacía exactamente el mismo trabajo con las mismas máquinas y transmitía su trabajo a Bletchley por teleimpresora. Los tambores marcados con cada letra del alfabeto giraban a distintas velocidades para descifrar los códigos, y cuando el giro se detenía, las letras podían ser la clave de un código, según Marj.
Para empezar, Marj y su equipo tenían que conectar todos los cables de la parte trasera para programarlo. Después de averiguar las letras, los integrantes de los Wrens las llevaban a una segunda máquina que era un cruce entre una máquina de escribir y una bomba.
«Uno conectaba las letras en una de ellas y salían ciertas cosas, que posiblemente significaban que se había roto un código», dijo Marj.
Las tropas del ejército aéreo comprobaban el código producido, que a menudo era erróneo debido a las fallas mecánicas o a los cables cruzados al programar.
«Los pequeños cables detrás de los tambores se enroscaban con todo el giro y teníamos que enderezarlos con pinzas», dijo Marj.
Debido a esto, cuando Marj regresaba a casa, sus padres se preocupaban a menudo y se preguntaban por qué tenía las manos raspadas, pero Marj no podía decirles en qué estaba trabajando.
Marj dijo que cuando firmó el acta, era para toda la vida. Después de 50 años les notificaron que la Ley de Secretos Oficiales ya no se aplicaba. Sin embargo, sus padres murieron sin saber lo que hizo durante la guerra.
«Mi esposo, Bert, trabajaba en la Marina y solo se enteró unos años antes de morir. Como nunca hablamos de eso, aún siento que no puedo», dijo Marj.
Antes que terminara la guerra, los de Bletchley sabían que la victoria se acercaba porque llegaban menos mensajes.
«Yo era de las hostilidades solamente, así que después de la guerra, tuve que quedarme hasta que terminó la guerra japonesa», dijo Marj.
Marj, nacida en Reading, se mudó unas 20 veces debido a los trabajos en la Marina que ella y su esposo realizaron hasta que se establecieron en Guernsey y tuvieron cuatro hijos.
Ahora vive en una residencia local.
Con información del personal de Epoch Times.
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