Una pareja de Carolina del Norte, ambos previamente divorciados, se conocieron en la iglesia, pero no tenían intención de tener más hijos propios. La profesora de secundaria Laura Hottel y su actual esposo Jay tienen hijos de matrimonios anteriores. Ya habíamos «pasado por esa etapa de nuestra vida», dice ella.
Pero un día cambiaron de opinión, porque durante su trabajo como voluntarios en un grupo de jóvenes de la iglesia, conocieron a los gemelos Martin y Victor.
A la pareja de Fayetteville le pidieron recoger a Martin, que entonces tenía 15 años, y que lo llevara a la iglesia un domingo. Los gemelos vivían literalmente de camino.
«Así lo hicimos», dijo Laura, que ahora tiene 47 años, a The Epoch Times. «Martin salió y tenía una sonrisa increíble, nunca lo olvidaré».
Empezó a charlar muy contento, y como había sido profesora durante mucho tiempo, Laura se dio cuenta que estaba buscando un poco más de motivación.
La pareja no tardó en forjar una amistad con el brillante adolescente. Semanas más tarde, conocieron al gemelo idéntico de Martín, Víctor, que era claramente más tranquilo que su hermano.
Durante una conversación, surgió el tema de las mascotas y Laura descubrió algo preocupante. Víctor dijo que su madre le había «quitado el perro». La pareja dedujo que los adolescentes vivían prácticamente solos. Su madre se había marchado de casa meses antes y su padre tenía dos trabajos y visitaba a su esposa por la noche.
Un primer viaje a la iglesia se convirtió en varios, y Laura y Jay se enteraron de más cosas.
Los gemelos se cuidaban básicamente solos: se levantaban, subían al autobús para ir a la escuela y regresaban, sin ninguna supervisión. «Por lo que deduje, que a veces la comida que tomaban en la escuela eran su comida del día», dijo Laura. Como tenían casi 16 años y casi se cuidaban solos, esto no se consideraba abuso o negligencia según la ley estatal. A veces ella los recogía del colegio y los invitaba a comer.
Los dos, académicamente dotados, pero sin recursos, algunas veces le pedían usar su computador o su impresora para hacer sus tareas.
Meses después de conocerse, Martin y Victor invitaron a la pareja a un servicio en su iglesia, donde conocieron al padre de los gemelos por primera vez. Él intercambió números con Jay, que le explicó que podía llamarlo a él y a Laura en cualquier momento.
La pareja se enteró que los adolescentes eran adoptados. Según Martin, habían sido hospitalizados a los 2 años por abusos físicos de sus padres biológicos, lo que los llevó a la adopción. Lamentablemente, en su nuevo hogar volvió a sufrir maltrato.
En el Día de Acción de Gracias de 2012, mientras visitaban a su familia en Virginia, Laura y Jay se enteraron por una una llamada telefónica que los gemelos básicamente habían sido abandonados. Estaban sin comida ni nadie que los cuidara.
La situación crítica llegó días después, cuando su madre regresó a casa. Recibieron «una sesión de gritos (…) muchos reclamos, muchas groserías, mucha degradación, muchas amenazas», recuerda Laura.
Víctor estaba tan enfadado que salió furioso bajo la lluvia y se presentó en casa de Laura y Jay empapado y con ganas de suicidarse. Al regresar de mala gana a su casa esa noche, a los gemelos les quitaron las llaves y su padre los echó.
En nombre de ellos, el pastor de Laura y Jay se puso en contacto con el trabajador social del instituto de los adolescentes. Laura recordó un momento crucial en el despacho de la trabajadora social en el que Martin la señaló desde el otro lado de la habitación y dijo: «Quiero que ella sea mi madre».
Se emocionó tanto que no pudo evitar llorar.
Poco después, el padre de los gemelos pidió hablar en privado con Jay, admitió que no quería a los niños y le preguntó si los quería. Laura recordó: «El padre había rechazado cuidar a los niños, la madre y el padre no los querían».
Laura y Jay no lo pensaron dos veces.
Dijeron que sí.
«Ellos llevaban años de abandono y abusos», explicó Laura. «Les ponían blanqueador en la cara como castigo. Los pisaban. [Sin embargo] a pesar de todo lo que estaban pasando, buscaban lo correcto, buscaban una comunidad que fuera amorosa, querían ir a la iglesia, amaban a Dios».
Emocionados, los adolescentes reunieron sus pertenencias y se mudaron a la habitación libre de Laura y Jay pocas semanas antes de la Navidad de 2012. Laura dice que es lo que consideran su «día de adopción».
La pareja equipó a los gemelos con todo lo necesario: ropa nueva, artículos de aseo y amplio material escolar. Recibieron donaciones de su iglesia y de su trabajo.
La pareja obtuvo la custodia de los adolescentes en su 16º cumpleaños, gracias a un acuerdo entre los padres y los Hottel, cortesía del abogado que contrataron. «Fue como un regalo de cumpleaños para todos nosotros», dijo Laura.
La pareja llevaba a Martin y a Victor a pescar, a acampar, al cine, a la playa y de excursión a la montaña. Se tomaban fotos familiares por el camino. Poco a poco, la «señorita Laura» y el «señor Jay» se convirtieron en «mamá y papá». Añade Laura: «Martin y Victor se portaban muy bien con Andrew. Estaban muy emocionados por ser hermanos mayores y Andrew no había sido realmente un hermano pequeño».
El asesoramiento psicológico ayudó a los gemelos a superar sus traumas del pasado. A pesar de las continuas batallas con la depresión, Víctor se convirtió en un destacado deportista de lucha libre en su primer año.
Pero pronto llegó la tragedia.
En diciembre de 2013, después de ganar un combate de lucha, Víctor llegó a casa quejándose de un dolor en el cuello, recordó Laura. Al cabo de una semana, Víctor fue sometido a una resonancia magnética y le diagnosticaron un tumor cerebral de 3 centímetros adherido al tronco cerebral.
«Se estaba muriendo literalmente, y fue muy rápido», dijo Laura. Le resecaron el tumor cerebral dos semanas después de la aparición de los síntomas y tuvo que pasar un total de 16 meses en el hospital, pero era imposible que se recuperara completamente.
Finalmente, Jay perdió su trabajo debido a las largas hospitalizaciones, y Laura tuvo que trabajar en tres o cuatro empleos a la vez para mantener a su familia a flote.
Víctor perdió la visión, el movimiento, el habla y la capacidad de comer y respirar completamente por sí mismo. «El hospital quería enviarlo a un centro de cuidados intensivos de larga duración», recuerda Laura. «Nos negamos a eso, porque le habíamos dicho que nunca lo dejaríamos, que nunca lo abandonaríamos».
Después de 40 intervenciones, Víctor aún requiere cuidados las 24 horas del día, pero la familia está más unida que nunca.
Victor logró completar su último año desde la cama utilizando su mano izquierda para deletrear las palabras, y se graduó con un promedio de 4.5. Se graduó en el instituto con Martin a su lado en 2015.
En agosto de 2020, también asistió a la boda de Martin como su padrino, e incluso dio unos pasos por el pasillo nupcial con la ayuda de Jay y dos amigos.
«No sé por qué algunas cosas suceden como suceden», reflexionó Laura. «La gente me pregunta: ‘Bueno, si sabe que Dios movió las cosas para que adoptara a Martin y Victor, entonces ¿por qué Victor está tan enfermo? Y yo no puedo responder a esas preguntas».
Laura añadió: «Pero uno se centra en lo positivo y en lo que se tiene, y lo que tenemos es que tenemos amor, y tenemos gracia, y tenemos perdón».
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