Hace casi 22 años, una pareja atestiguó el milagro de la vida después de rechazar un aborto. Su bebé nació «perfecta y saludable» contra todas las afirmaciones hechas por los médicos de que, ciertamente, no sobreviviría.
Decididos a dar a su bebé una oportunidad de vida, los futuros padres, Peter y Suzanne Guy, ignoraron la recomendación de hacerse un aborto médico, y la valiente madre llevó en su vientre a la bebé hasta la semana 26. Afortunadamente, como si estuviera predestinado y gracias a su fe, tanto la madre como la hija sobrevivieron a una cesárea de emergencia.
Al pasar 22 años desde aquel momento su hermosa hija, Rachel, ha prosperado y se ha convertido en fuente de inspiración.
En 1998, cuando les dijeron a Peter y Suzanne que su bebé por nacer no tenía posibilidades de sobrevivir, quedaron devastados. En una ecografía hecha a las 22 semanas, un médico le dijo a Suzanne que «debía haber algo malo en los cromosomas» de su bebé.
Peor aún fue el pronóstico del segundo médico, quien dijo que en sus siete años de ejercicio profesional, nadie que estuviera en una posición como la de Peter y Suzanne se habría negado a abortar. Peter recordó que la única prueba siguiente que el médico podía ofrecerles para confirmar el diagnóstico médico era el informe de la autopsia.
«Eso fue discordante», dijo Peter en el video de Live Action. «Ese fue un momento que cambió nuestra vida porque amamos a nuestro bebé».
Tener un hijo era algo que la familia Guy esperaba con ansias. No obstante, cuando Suzanne finalmente quedó embarazada, su alegría pronto se convirtió en terror. Dadas las complicaciones de su embarazo, su médico le dijo que su bebé no tendría riñones ni vejiga. Continuar con su embarazo significaba que estaría arriesgando su propia vida.
Sin embargo, manteniéndose firmes en su fe en Dios, la pareja creía que sin importar qué, sus hijos habían sido puestos allí por una razón. Cuando el médico trató de consolar a Suzanne con la idea de sus futuros hijos, la devastada futura madre se negó a abortar esa pequeña vida.
«No me importa si tenemos otros cien hijos», le dijo al médico. «Esta vida importa».
Cuando la pareja compartió la noticia con su familia, la madre de Suzanne los animó recordándoles que «mientras haya un latido del corazón, hay esperanza».
La pareja reunió el valor, se aferró a su fe y mantuvo el rumbo; encontraron un médico en su iglesia que estaba dispuesto a intentar dar a luz al bebé y salvar su vida. Suzanne fue puesta en reposo después del parto.
Los médicos advirtieron a la pareja que, si por casualidad la bebé nacía viva, ella «no tendría calidad de vida» y no sería lo suficientemente fuerte como para llorar o moverse. Pero al contrario de todas las predicciones, todos escucharon a su hija Rachel chillando justo después del parto; los médicos incluso dijeron que la recién nacida trató de agarrar sus estetoscopios.
«Todo lo que pensaba era ‘ella está viva’», recordó Suzanne.
En cuanto a la ahora adulta Rachel, reconoció que la fe de sus padres fue la razón por la que tuvo la oportunidad de vivir. «Si mis padres no hubieran peleado por mí», dijo la joven, «me habría perdido una vida que es una alegría».
Rachel ahora es una activista por la causa pro-vida, e incluso ha escrito a los médicos que recomendaron que se interrumpiera el embarazo de su madre.
«Mi esperanza al escribir a los tres médicos, que querían que mi vida terminara, era que escucharían del perdón de Jesús», dijo Rachel a Live Action, «y también que se vieran obligados a no volver a sugerir a ningún padre que le quitara la vida a su hijo».
Para su sorpresa, dos de los tres médicos respondieron positivamente; desde entonces, Rachel ha usado su historia para hacer campaña para la creación de un grupo de médicos que «defienden la vida y lucharán por ella sin importar lo que pase».
A largo plazo, Rachel tiene como objetivo poner su grupo pro-vida en manos de los centros de crisis de embarazo en Estados Unidos, así como en las manos de todas las mujeres que buscan atención para ellas mismas y sus bebés recién nacidos.
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