Un policía del Área de la Bahía de San Pablo, EE. UU., que estaba fuera de servicio, regresaba a casa del cine con su familia cuando tuvo que intervenir para salvar la vida de un bebé que no respiraba.
Después de ver una película de acción el domingo 15 de agosto, Gilbert Troche, de la policía de San Pablo, estaba cerca de la calle First en Livermore, cuando su esposa vio a una madre angustiada, de pie fuera de su vehículo junto a la acera.
«Miré a mi izquierda por la ventana y vi a una señora con su bebé en brazos y parecía muy angustiada», dijo Troche a The Epoch Times. «Lloraba y se mecía de un lado a otro».
Se detuvo detrás de su auto, se bajó y se ofreció a ayudar.
«Pensé que tal vez su auto se había quedado sin gasolina», dijo Troche. «Inmediatamente me entregó a su bebé».
«Pude ver claramente que se estaba ahogando, que no podía respirar».
El rostro y los labios de su hijo se estaban poniendo azules.
El bebé abrió la boca como para toser o llorar, pero no salía ningún sonido.
«Inmediatamente lo incliné y empecé a darle palmadas en la espalda», dijo Troche.
El policía admitió después que estaba «muerto de miedo», ya que sabía que de tres a cinco minutos de asfixia era la «zona roja» y podía causar daños cerebrales.
La madre le había confiado la vida de su hijo.
Cuando las palmadas en la espalda no surtieron efecto, el policía se dirigió a su esposa, que esperaba en el auto, y pronunció en voz baja las palabras «9-1-1», para no alarmar a la madre, presa del pánico.
Mientras tanto, la hija de 12 años de Troche grababa el incidente con su teléfono.
Dio más palmadas en la espalda y luego le pidió a la mamá que pasara el dedo dentro de la boca de su bebé. Vio que empezó a vomitar. Y por suerte empezó a llorar.
«Usé un poco más de fuerza para el último, y escuché un estallido, y luego vomitó y comenzó a llorar, y fue cuando supe que las vías respiratorias estaban despejadas», dijo el oficial, que luego le devolvió el niño a su mamá, que estaba «muy agradecida».
(Cortesía de Gilbert Troche)
Una vez que llegó el equipo de rescate, Troche volvió a subirse a su auto y se fue, para no bloquear el tráfico.
Sus hijos, que vieron cómo se desarrollaba todo ante sus ojos, hablaron todo el día de la experiencia, que, según él, fue «algo realmente genial», porque tuvieron la oportunidad de ver lo que hacen los policías en su trabajo todos los días.
Troche, que fue nombrado Policía del Año en 2018 y es un católico devoto, cree que fue «puesto allí en ese momento por una razón».
«Lo que hice ayudó y funcionó, y gracias a Dios», añadió. «Podría haber salido de otra manera».
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