En estos tiempos difíciles y mientras algunos de nuestros jóvenes tienen más de dos pares de abuelos como resultado de uno, dos o más divorcios, creo que de alguna manera los niños necesitan conocer a sus abuelos y abuelas. Digo estas cosas ya que muchos no conocen a su familia.
Yo solo tengo 100 años, tengo una gran vida y solo [tuve] dos carreras.
Uno de mis abuelos era un herrero que construyó puentes, depósitos y edificios por todo el suroeste de Virginia y esas zonas. El otro abuelo, un granjero, fue un gran hombre para mí. Pasé los veranos en su granja.
A los jóvenes les digo que se esfuercen por conocer a sus padres —que saben cosas— que tienen historias que, si las escuchan, les ayudarán mucho ahora y en su futuro.
Gran parte de sus vidas les darán mucho orgullo, algo de diversión y admiración.
Espero que algunos chicos que sepan lo mucho que significó para mí dejar de lado los teléfonos inteligentes, menos tiempos en pandillas y fiestas con drogas y alcohol. Dediquen algo de tiempo de calidad con sus antepasados.
Atentamente,
Tom Adams Jr, Mississippi
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Crecí en los años 50 en una típica urbanización de clase media de casas construidas después de la guerra. Mi padre era veterano de la Marina y mi mamá se quedaba en casa la mayor parte del tiempo, a menos que la familia necesitara ayuda económica. Llevábamos una vida modesta de gente trabajadora. Después de la guerra, tardó un tiempo en reaparecer el empleo, y los hombres se sentían muy afortunados de tener uno. Mi padre y mi madre siempre encontraban alguna forma de pagar las facturas. Cuando había poco trabajo o el tiempo era malo, mi padre trabajaba pintando casas. Mi madre iba a trabajar como mesera y ganaba propinas y un pequeño salario.
Cuando tenía unos 10 años, mi padre me dio una de las lecciones más importantes de mi vida. Mis padres hablaban de la gente que estaba sin trabajo y que solo esperaba a que abriera el molino o la fábrica o a que la llamaran para trabajar. Mi padre me dijo: » No quiero escucharlo decir que no puede encontrar un trabajo». Dijo que podría tomar un cubo y un cepillo y empezar a llamar a todas las puertas del vecindario y preguntarle a la señora de la casa si quería que le lavaran las ventanas o si había algún otro trabajo que pudiera hacer para ella.
Nunca he olvidado esa lección, y ahora veo que la gente no trabaja a propósito para seguir en el paro y pone excusas para no trabajar. Tomé la lección de mi padre y nunca fui incapaz de encontrar trabajo. Aquí tengo 74 años y sigo levantándome todos los días, yendo a trabajar y me encanta.
Yo aconsejaría a los jóvenes de hoy que busquen oportunidades. No se cierren a una sola dirección en función de su educación o de su título, sobre todo si descubren que no son felices allí. Encuentren algo que les guste durante un tiempo y no piensen que no pueden cambiar de dirección si aparece algo mejor. Yo he cambiado de dirección muchas veces a lo largo de más de 50 años. Probé y fracasé en algunas, pasé de otras a algo mejor, y desde hace 25 años tengo lo que buscaba. Lo más importante es hacer algo que le guste y que también le haga feliz.
Jim Blair, Pensilvania
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Mi madre me dijo una vez: Uno es con quien se relaciona», lo que más tarde supe que era su adaptación de la cita de Jim Rohn: «Uno es la media de las cinco personas con las que pasa más tiempo».
Viendo hacia atrás, fue uno de los consejos más sabios que he recibido. Las personas con las que uno pasa el tiempo influyen en lo que uno es y en la persona en la que acaba convirtiéndose. Las personas con las que uno está pueden elevarlo tanto como hundirlo. La vida es larga, y las personas que uno elige para acompañarle en este largo, alegre y a veces traicionero viaje, son fundamentales para su alegría, su éxito y su capacidad para cumplir su propósito en esta Tierra.
Así que, como decía mi madre, preste atención y elija su grupo de cinco con cuidado.
Kerri Gaumer Freidl, Pennsylvania
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