Tesoros de un barco hundido, decenas de personas desaparecidas en medio de la tormenta y el capitán del barco del cual se desconoce su paradero, parece todo salido de un cuento de misterio, pero fue real.
Un equipo especializado de buzos corren una carrera contra reloj para rescatar los secretos enterrados en la nave mercante holandesa Rooswijk, que se hundió frente a la costa británica hace 277 años. Temen que mítico bastión pueda romperse bajo el agua y por ello el año pasado comenzaron una operación urgente de rescate.
En 2005, gracias al buzo deportivo británico Ken Welling, se lograron recuperar más de 10.000 artefactos del lugar.
Amenazas
Las arenas movedizas y fuertes corrientes de la costa, amenazan con destruir los restos del naufragio, a medida que la arena corra y exponga la nave, la pone a merced de las mareas y de los cazadores de tesoros.
Según Mark Dunkley, arqueólogo marino, la nave también está amenazada por un nuevo tipo de gusano de barco que ha venido del Mar Mediterráneo, el cual se come la madera y los cofres.
Por el momento se han recuperado varios cofres de madera que se espera que contengan metales preciosos.
Los buzos también están recuperando los restos humanos del buque, huesos que pueden ser examinados para obtener información sobre las vidas de los que estaban a bordo.
Mark Dunkley, explicó a Daily Mail que «con los descubrimientos que estamos sacando alcanzamos a ver cómo vivían a bordo, y ahora con los restos humanos estamos viendo también cómo murieron”.
También se han recuperado cucharas, zapatos, hebillas de cinturón, pipas, cacerolas de peltre, cristalería, asas de cuchillos ornamentadas y bolas de mosquete.
La historia real del Rooswijk
Era enero de 1740, en el segundo viaje del Rooswijk inaugurado solo 3 años antes.
El barco estaba en camino de comprar nuez moscada y pimienta en las Indias Orientales y llevaba cofres de lingotes de plata, monedas de plata y dólares españoles (real de a 8).
Pero zarpó para perecer días después en medio de una tormenta en las arenas de Goodwin del Canal de la Mancha, en el sureste de Inglaterra.
En su hundimiento perecieron unos 350 hombres, mujeres y niños, y varios cañones todavía están en el fondo del mar.
Se sabe que en la mayoría de los sitios arqueológicos hay cementerios donde reposan los restos de personas que han muerto de forma natural, pero encontrar restos de individuos sanos que murieron en la flor de su vida, según Mark Dunkley, es como explorar “una Pompeya bajo el agua».
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