De las guerras salen muchas historias de muerte y dolor, pero también de heroísmo, valentía y resurrección. El contacto permanente con la muerte que los soldados experimentan puede que no sea lo que alguien esté dispuesto experimentar y sufir, pero para Bill Vandenbush, ha sido el mejor legado de su vida.
Bill Vandenbush entró al ejército estadounidense en 1968. La zona de guerra no era lo que esperaba cuando llegó a Vietnam. “Era mucho más aterradora de lo que me había imaginado”, confesó a Nderf.org.
El joven Bill estuvo 10 meses en combate como un soldado de infantería. Peleas de fuego y grandes batallas eran experiencias comunes para él, así como ver a sus amigos y sus enemigos morir.
La misión llegó inesperadamente: buscar un helicóptero caído. De repente, disparos de todos lados venían hacia él y sus hombres. Afortunadamente, después de un tiempo, disparos aéreos estadounidenses llegaron a espantar al enemigo.
Pero cuando Bill vio aviones soltando bombas, supo que estaban muy cerca de donde ellos estaban posicionados… una bomba y una metralleta volaron hacia él, en lo que fue el preludio de su experiencia cercana a la muere.
Él tenía 19 años y pensó que iba a morir. Pero lo siguiente que pasó, fue que todo estaba en paz y calmado. «No había más guerra”, aseguró. Él sintió que todo era maravilloso cuando iba yendo por un túnel oscuro hacia una luz. «Sentí una alegría que nunca antes había sentido en mi vida”.
Su abuelo, quien había muerto cinco años atrás, lo recibió, pero otro espíritu también llegó y le dijo que tenía que volver porque todavía tenía un propósito superior y que luego que éste se cumpliera podría regresar a ese cálido lugar.
El espíritu también le dijo que independientemente de lo que sucediera ese día, no iba a morir, y que tendría una vida relativamente larga y productiva. Ésto, no significó mucho para Bill en ese momento, pues aunque estaba prestando atención a lo que le decían, no podía pensar mucho en lo que había dejado atrás.
Para Bill todo estaba muy confuso, pero el espíritu le dijo que todo estaría bien, que volvería a su cuerpo y que, sin importar lo que sucediera, estaría bien y eso para él era bueno.
«Entonces, siendo el buen soldado, me di la vuelta y me alejé y regresé al oscuro corredor alejándome de la blanca luz. Nuevamente, tuve esta sensación de paz y calma, pero a diferencia de salir a la luz, esta vez, saliendo de la luz, todavía me sentía bañado de luz. Sentí que estaba rodeado por esta luz blanca y esta paz y esta calma y esta sensación de amor incondicional y una sensación de que no hay nada de qué preocuparse, de que todo viene como debería».
Y a pesar de estar gravemente herido, todavía se sentía bastante cómodo. Bill volvió al campo de guerra. “Podía oler la guerra, podía oler el polvo de las armas”, pero no sentía dolor, ni miedo, sabía que no importaba qué había pasado, iba a sobrevivir. “No tenía ninguna preocupación de morir, a la muerte o las consecuencias de mis heridas”, dijo él.
Estaba muy mal herido a causa de la bomba, pero luego un soldado enemigo que apareció le ocasionó más estragos al dispararle muchas veces, a través del brazo, el pecho y el cuello. «Vi las balas saliendo del arma, en cámara lenta. Podía sentirlas entrar en mi cuerpo. Vi la sangre, vi el desgarro del tejido y, sin embargo, no estaba preocupado».
No había miedo, no había preocupación; él todavía estaba bañado por la luz blanca. No tuvo dolor, ni la sensación de morir de nuevo. «No había nada en mí más que un sentido de la vida y vivir y seguir adelante, todo estaba bien».
Cuando los paramédicos lo recogieron para llevarlo a un hospital provisional instalado cerca de una zona de combate, asumieron que estaba muriendo y lo dejaron en una camilla en al pasillo del hospital, pues tenían que atender a otros pacientes que según ellos necesitaban más ayuda.
Sin embargo una enfermera se dio cuenta que todavía seguía vivo, entonces hicieron lo que pudieron para mandarlo a un hospital más grande.
“Mi cara estaba aporreada, tenía una herida en la cabeza, mi garganta fue arrancada, mi pecho desgarrado… mi brazo izquierdo estaba destrozado casi desprendido completamente. Sabía que tenía un camino largo delante de mí”.
Pero Bill también sentía que seguía conectado al mundo de los espíritus que había vislumbrado, el cual le dio fortaleza y comodidad.
Le tomó muchos meses llegar a casa, a un hospital en California. Los años siguientes no fueron siempre fáciles, le tomó tiempo aprender a hablar otra vez después de sus heridas. Sintió también el anhelo de reconectarse con el espíritu con el que había hablado y cumplir el gran propósito que en su vida diaria estaba llevando a cabo.
En 1989, habló sobre su experiencia cercana a la muerte por primera vez. Estaba tomando cursos universitarios que le enseñaron a confrontar la muerte y habló acerca de ello como parte de una asignación de clase.
Con el ánimo que su profesor le brindó, finalmente se conectó con otras personas con las mismas experiencias cercanas a la muerte y empezó a compartir su experiencia ampliamente. Hablando acerca de ellas, revivió el sentimiento de paz en ese momento y sintió su anhelado propósito, finalmente cumplido. Ese propósito era compartir paz y felicidad con otros, ayudar a sanarlos.
Se dio cuenta que “un guerrero es quien trae la paz”. Un guerrero sabe cómo defenderse a sí mismo y a los otros, dijo Bill, pero el verdadero propósito es buscar la paz y traérsela a otros.
En el proceso, aprendió a ser escritor. Aprendió a poner sus pensamientos, sentimientos y emociones en el papel y a expresarlos de una manera que otros pudieran entender. Y el resultado es que ahora es un autor publicado.
«En mi libro, en la última página, les digo a las personas: ‘las palabras en este libro son mi regalo para ti'».
Bill sabe que no puede tratar de forzar a creer, «no voy a tratar de convencerte o venderte ningún concepto de Dios o espíritu o religión, simplemente estoy dando la historia como un regalo». Y siente que al regalar ese espíritu, crece. «Porque todas las personas que aceptan eso, también crecen a partir de eso. Y de regalar eso, obtengo un retorno. Recibo un retorno espiritual y una energía espiritual que llevo conmigo todos los días. Y me ayuda a crecer y ser una mejor persona».
El libro de Bill Vandenbush “Si el mañana nunca llega: la experiencia cercana a la muerte de un soldado en el campo de batalla”, fue publicado por White Crow Books.
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