Una pareja casada en el estado de Washington comparte su amor por la era victoriana. Su afinidad por esta época se extiende no solo a la lectura, sino a vivir todo un estilo de vida a diario.
Cuando Sarah Chrisman se puso por primera vez un corsé que su marido, Gabriel, le regaló, fue como una llamada de atención. La prenda era cómoda de llevar, a diferencia de lo que se ha escrito o dicho sobre ella.
«Cuando me di cuenta que todo lo que había oído sobre los corsés estaba mal, empecé a preguntarme qué más había oído sobre la época, qué más podría estar mal…», le dijo Sarah a ABC News.
A partir de ahí, la pareja comenzó a incorporar lentamente muebles victorianos en su casa de Port Townsend construida en 1888, evitando el uso de la tecnología moderna en la medida de lo posible, y cambiando su estilo de vida para imitar a los que vivían a finales del siglo XIX, incluso poniéndose la ropa de esa época.
Sarah cose toda su ropa y una costurera hace los trajes de Gabriel. Después de usar las prendas de época durante algún tiempo, los Chrisman se sorprendieron de todo lo que aprendieron usando el atuendo victoriano.
«El uso diario de ropa del siglo XIX nos dio una idea de la vida íntima del pasado, cosas tan privadas y tan comunes que nunca fueron escritas», escribió Sarah para Vox.
Sarah observa cómo la ropa la hizo más consciente de su entorno, incluyendo «el viento débil causado por el paso de una persona o un animal cerca».
Los electrodomésticos modernos en la casa de los Chrisman se usan mínimo posible. Tienen una línea fija de teléfono, Internet y una computadora, que se usan solo cuando es necesario. En su lugar, la casa está amueblada con electrodomésticos antiguos como una estufa a leña, una nevera y un calentador de querosene. Tampoco hay bombillas modernas en la casa.
«Cuando Gabriel y yo tenemos visitas usamos bombillas eléctricas tempranas, basadas en las primeras patentes de Tesla y Edison. Cuando estamos solos, usamos lámparas de aceite», explicó Sarah.
«Cuando empezamos a utilizar la iluminación de época todos los días, nos sorprendió lo mucho más brillante que es la luz de las lámparas de aceite antiguas que las reproducciones modernas», añadió.
El uso de tales artículos también enseñó a la pareja una lección invaluable sobre los recursos.
«Cuando empleamos los recursos somos mucho más cuidadosos con la forma en que los utilizamos», escribió Sarah. «Para usar nuestro antiguo calentador en el invierno, tengo que llenar su depósito con querosene y mantener limpia su mecha y el esparcidor de llamas; cuando queremos usarlo, tengo que abrirlo y encenderlo. No es un proceso engorroso, pero es más delicado que pulsar un botón».
Si cualquier dispositivo moderno se rompe, tratan de encontrar reemplazos antiguos porque la calidad es mucho mejor.
«Cuando las cosas modernas baratas en nuestras vidas inevitablemente se rompen, las reemplazamos con equivalentes históricos fuertes en lugar de basura moderna más desechable», escribió.
La falta de música o de un televisor en el hogar tampoco es un problema para la pareja, que pasa el tiempo leyendo o montando a caballo.
Sarah es una autora que pasa un tiempo considerable escribiendo en su estudio usando una pluma estilográfica que llena «con tinta líquida usando un cuentagotas».
«Mi tintero y el secante que uso para secar la tinta de cada página antes de pasarla, son antigüedades de la década de 1890», escribió.
Cuando Vox publicó el comentario de Sarah, muchos internautas estaban desconcertados de por qué la pareja decidió vivir así. Si no es para un experimento, ¿por qué se someten a esto?
Los Chrisman son muy conscientes que viven en el siglo XXI, pero han encontrado satisfacción y alegría viviendo sin aparatos modernos (ni tienen un teléfono celular).
Incluso antes de conocerse, ambos apreciaban las formas antiguas de vida.
«Es una vida que nos mantiene mucho más en contacto con las estaciones naturales, también», asegura Sarah.
Sara hornea pan fresco, lava la ropa a mano y hace su propia ropa. A pesar del trabajo extra, no le importa en absoluto.
«No todos quieren vivir necesariamente el mismo estilo de vida que hemos elegido, por supuesto. Pero cualquiera puede beneficiarse de las opciones que aumentan su conciencia de su entorno y de la forma en que las cosas que usan a diario les afectan», escribió Sarah.
No todo el mundo está de acuerdo con la decisión de los Chrisman de vivir como los victorianos; incluso se han enfrentado a las críticas y la hostilidad de los extraños.
«La gente asume que la parte difícil de nuestro estilo de vida viene de la vida misma, pero usar artículos victorianos todos los días nos trae gran alegría y satisfacción. La parte verdaderamente difícil es tratar con las reacciones de otras personas», explicó.
«Vivimos en un mundo que puede ser terriblemente hostil a las diferencias de cualquier tipo. Las sociedades están llenas de matones que atacan a los inconformistas de cualquier tipo», agregó Sarah.
«En comparación, llevar un corsé victoriano es lo más fácil del mundo».
Mira el vídeo a continuación:
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