A medida que reabren los estados las tensiones estallan entre los de mente rigida y los relajados

Por MICHELE GELFAND
09 de junio de 2020 11:39 PM Actualizado: 09 de junio de 2020 11:39 PM

Debido a que los republicanos, en promedio, son cinco veces más propensos que los demócratas a creer que ahora es seguro reanudar la actividad comercial normal, la reapertura de la economía se ha enmarcado a menudo como una cuestión partidista.

Pero dentro de los hogares, muchas familias tienen sus propios argumentos sobre cuán laxos o estrictos deben ser sobre la amenaza del virus. ¿Puede papá jugar al golf? ¿Puede mamá cortarse el pelo?

Algunos les preocupa abrir e ir en contra de las pautas oficiales, como el uso de la mascarilla. Más vale prevenir que lamentar, según el dicho. Otros se resisten a que les digan lo que tienen que hacer y se sienten ansiosos o incluso enfadados por las restricciones que se están imponiendo.

Estas diferencias no son solo tipos de personalidad aleatorios, sino que reflejan nuestra mentalidad social primaria. Sin embargo, a menos que estas diferencias se entiendan mejor, será mucho más difícil moverse por la vida bajo la COVID-19.

Como psicóloga cultural, he pasado los últimos 25 años investigando la relación de la gente con las reglas.

Algunos tienden a tener lo que yo llamo una mentalidad «rígida«. Se dan cuenta de las reglas a su alrededor, tienen un fuerte deseo de evitar errores, tienen mucho control de los impulsos, y aman la estructura y el orden.

Otros tienen predisposiciones «relajadas«. Pueden ser escépticos sobre las reglas, están dispuestos a correr riesgos, y se sienten cómodos con el desorden y la ambigüedad. Ninguna de estas mentalidades es intrínsecamente buena o mala.

A nivel macro, piense en las inmensas diferencias culturales entre Singapur y Brasil. De acuerdo con nuestra investigación, el primero es un país mas estructurado. Esto significa que hay muchas leyes y reglas, y los castigos son severos. En Singapur, puedes ser multado por escupir, y traer chicle al país está prohibido.

Brasil, por otro lado, tiende a ser un país relajado y es mucho más permisivo. Las culturas relajadas pueden parecer más desordenadas, pero también tienden a ser más tolerantes con las diferencias y celebran las expresiones creativas, basta con mirar las imágenes del Carnaval anual del país.

A nivel micro, piense en todas las formas en que estas tensiones se manifiestan en los hogares. ¿Eres un padre de helicóptero o más relajado? ¿Sus hijos siguen las reglas o las desafían con frecuencia?

Estas diferencias pueden reflejar la historia de una nación o de un individuo, ya sea que hayan experimentado una guerra, una hambruna o una enfermedad, o un mayor estrés y trauma. Cuanto mayor sea la historia de la experiencia de estas amenazas, mayor será la probabilidad de adoptar una mentalidad más rígida.

Los extensos cierres relacionados con COVID-19 han acentuado estas inclinaciones. Al adoptar el orden y la restricción frente a la amenaza, los amigos y familiares de tendencia rígida son aún más exigentes. Nuestros familiares y amigos más relajados, sin embargo, se sienten claustrofóbicos.

No es de extrañar que algunas familias estén experimentando altos niveles de ansiedad y fricción en sus hogares.

Los que se mueven más relajados

Sin embargo, esta lucha no tiene por qué ser paralizante. En cambio, entender de dónde viene cada lado puede ayudar a la sociedad a negociar con éxito estas diferencias.

Un principio básico, respaldado por una gran cantidad de evidencia: es que cuando hay una amenaza real, el endurecimiento puede servir para un propósito. Por ejemplo, cuando una comunidad tiene un número cada vez mayor de casos de COVID-19, es fundamental cumplir colectivamente las normas relativas al distanciamiento social, las mascarillas y el lavado de manos. Las personas con mentalidad relajada, que se toman muy en serio las violaciones de su autonomía personal, lo pueden encontrar a esto como un desafío.

Pero avergonzarlos o despreciarlos no va a ser efectivo. Es más útil recordar a todos, que estas limitaciones son temporales y que cuanto más diligentemente se practiquen, más pronto podrán relajarse.

Por otro lado, cuando la amenaza disminuye, la gente puede relajar la vigilancia. Los ciudadanos de mente rígida luchan con esto porque relajar las reglas los hace sentir vulnerables.

La clave aquí son los pasos graduales. La gente más rígida puede entrar en pánico en un centro comercial o en una playa llena de gente. Pero lentamente aclimatarse a las visitas con un amigo de confianza podría hacer que la reapertura sea más fácil.

A medida que los países comienzan el largo viaje de vuelta a la normalidad, todos haremos el equivalente a movernos más relajados con nuestros amigos y clientes.

Sobre todo, aprender a apreciar las bases de nuestras diferencias sociales nos ayudará a desactivar conflictos potenciales.

Cuanto más ambidiestros seamos, ajustándonos cuando haya una amenaza y aflojando cuando sea seguro, mejor estaremos todos.

Michele Gelfand es una distinguida profesora universitaria en el departamento de psicología de la Universidad de Maryland. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.


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