A partir de ahora, Maduro y Diosdado son objetivos criminales para EE.UU.

Por Emmanuel Rincón - Panam Post
26 de marzo de 2020 8:22 PM Actualizado: 27 de marzo de 2020 11:48 PM

Formalmente Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han pasado a formar parte de la lista negra de los Estados Unidos. Fueron designados como impulsores del terrorismo internacional y narcotraficantes, junto a varios miembros del régimen venezolano.

Esta acusación formal sin duda abre la puerta a una nueva etapa en la administración de Donald Trump contra la tiranía criminal de Nicolás Maduro. Los funcionarios adscritos a la presidencia de los Estados Unidos advirtieron hace un par de meses que con Venezuela había un plan de escalamiento en la presión de aproximadamente un año, y en aquel entonces iba por la mitad, esto sube la apuesta y brinda un mensaje sólido: o se van, o la fuerza se ocupará de ustedes.

En el pasado Estados Unidos le ha declarado la guerra de manera formal a mandatarios déspotas que utilizan sus naciones para exportar drogas, terrorismo y realizar actividades ilícitas. El dictador de facto panameño, Manuel Noriega, fue acusado en una corte del Distrito de Florida junto a Pablo Escobar Gaviria y otros miembros de carteles de droga colombianos, de narcotráfico y otros crímenes. El entonces dictador de facto de Panamá salió con un machete en una manifestación masiva televisada, diciendo que protegería la “soberanía panameña” y declarándole la guerra a los Estados Unidos. El resultado fue que el 20 de diciembre de 1989 el ejército norteamericano invadió Panamá y, tras un par de días, capturaron al líder militar que pasó el resto de su vida confinado en cárceles norteamericanas, luego francesas, hasta que en sus últimos años fue extraditado a Panamá donde falleció de un cáncer.

Esta situación también se ha repetido con otros grandes narcotraficantes, jefes de Estado y militares de alto rango que se han apoderado del control político de sus naciones para ejecutar actividades criminales. El caso más reciente fue el de Qasem Soleimani, general de división iraní, quien tras retar en sus discursos públicos más de una vez a las autoridades norteamericanas y fomentar actividades desestabilizadoras y terroristas, fue ejecutado en Bagdad por drones norteamericanos en las adyacencias del aeropuerto de la capital de Irak, operación que ocurrió sin notificación previa del Gobierno norteamericano. Irán prometió una venganza inmediata, pero ante la incapacidad de afrontar una guerra con Estados Unidos, esto quedó en pura habladuría y “ataques” a edificios que no perjudicaron a ningún norteamericano. Fue nada más propaganda para los propios iraníes.

Sadam Huseín es otro de los casos más notables donde la justicia norteamericana actuó para atrapar al entonces presidente de Irak, el tirano terminó siendo ejecutado por ahorcamiento.

Es sin duda un buen termómetro comparar las cifras que ha ofrecido Estados Unidos por la captura de Nicolás Maduro y sus secuaces. Por el mandatario ilegítimo y tirano ofrecen 15 millones de dólares, mientras que por Diosdado Cabello, Hugo Carvajal, Cliver Alcalá, entre otros miembros de la estructura criminal, el ofrecimiento son 10 millones de dólares; ya en el pasado Tareck el Aissami, el exvicepresidente de la república, se había convertido en el primer funcionario de la administración chavista al que le pusieron precio, también 10 millones de dólares.

Uno de los pocos que ha superado las cifras anteriormente mencionadas fue Sadam Husein, por el que habían ofrecido 25 millones de dólares, en dichas operaciones también fueron capturados sus hijos Uday y Qusay Huseín. En el pasado también se ofrecieron 5 millones de dólares por la entrega del narcotraficante Chapo Guzmán, y 1 millón de dólares por el hijo de Osama Bin Laden.

De hecho, será el fiscal norteamericano, Brian Benczkowski, quien llevó adelante el caso de Joaquín el Chapo Guzmán, el encargado de actuar contra Maduro y compañía.

Esta acción por parte del Gobierno de Estados Unidos abre un nuevo panorama ante el futuro inmediato de la tiranía de Maduro, y por supuesto, también la de sus colaboradores más cercanos, y la propia oposición. En días recientes varios líderes “opositores”, como es el caso de Henrique Capriles, Henri Falcón, entre otros, afirmaron que era necesario llegar a acuerdos con el régimen de Maduro para pedir financiamiento y combatir la pandemia. Esto hubiese legitimado a la tiranía criminal ante organizaciones internacionales y, por supuesto, la comunidad internacional; lo que deja al descubierto una de las peores calamidades que seguimos teniendo en el país: una cantidad enorme de políticos, economistas, periodistas y líderes de opinión que durante años han intercedido de forma indirecta por la tiranía chavista, y que han actuado como apaciguadores constantes para salvar el pellejo de la “revolución bolivariana”.

A partir de ahora se abre la compuerta de los miedos e incertidumbres dentro del régimen. Este es un nuevo aviso del escalamiento de la presión, y el mensaje más importante es que no habrá negociación posible con Maduro y compañía para perpetuarse, no podrán mantenerse para siempre en el poder, tendrán que salir, por las buenas o por las malas.

Las recompensas y acusaciones formales contra Maduro, Diosdado, entre otros, pueden inocular traiciones internas dentro del propio régimen, podrían propiciar que desistan en sus intenciones de aferrarse al poder (a lo cual no doy muchas posibilidades), o en última instancia, abre una ventana legal para ejecutar una acción de fuerza en el futuro cercano.

A partir de ahora, cada vez que vea a Diosdado diciendo que combatirá a Estados Unidos si este llega a entrar a Venezuela, recuerden la imagen del Noriega apacible y abatido años después pidiendo perdón por sus crímenes. Todos los “revolucionarios” chavistas han demostrado ser muy valientes rodeados de guardaespaldas y contra ciudadanos indefensos, pero cuando llegue la hora de la verdad, es que se conocerá su grado de “coraje”.

Este artículo fue publicado originalmente en PanAm Post.

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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