En entrevista con el PanAm Post, el líder de Vox conversó sobre su propuesta de un contrapeso al Foro de Sao Paulo, el régimen de Maduro, la naturaleza socialista de la oposición venezolana y los valores que defiende su partido
La noche anterior a la entrevista, Santiago Abascal asistió a un mitin con sus seguidores en Nueva York. Había ocurrido algo particular. El evento de Vox en la ciudad se había cancelado en dos oportunidades. La primera vez, según entiendo, algunos accionistas del Centro Español en Queens amenazaron con retirarse de la sociedad si Vox celebraba el encuentro con sus simpatizantes en el recinto. El segundo local, en Midtown, cedió a las presiones de quienes amenazaron con manifestarse en contra de Abascal y sus seguidores.
Al final fue un modesto restaurante cubano en Harlem donde Iván Espinosa y Abascal conversaron y se tomaron fotos, cual estrellas de rock, con decenas de españoles que blandían pequeñas banderas de su país. ¡Y quiénes sino los cubanos entienden perfectamente el monstruo del comunismo! Tenía que ser un cubano quien, en una posible muestra de coraje, alojara por unas horas a los líderes de uno de los movimientos más polémicos, vanguardistas y punk del momento en Iberoamérica. Porque eso es Santiago Abascal: un vocalista punk que, con bastante elegancia, buena presencia y sobriedad al hablar, dice lo que muchos piensan pero que pocos se atreven.
Abascal conversó con el PanAm Post luego de desayunar en un sencillo diner de Manhattan. No es el hombre de los discursos combativos y los epítetos contra su adversario. Es otro. Mucho más modesto. Incluso parece subestimar su influencia, no solo en España, sino en América. Tiene vocación de poder, por supuesto, pero se nota que aún no digiere la rapidez con la que ha crecido. Aunque es ambicioso. Quiere, de hecho, como le dijo al PanAm Post, construir una plataforma que se contraponga al Foro de Sao Paulo. Insiste en que no se trata de una unión de partidos de derecha sino de aquellos que buscan la libertad y la democracia en Iberoamérica.
Fue una larga conversación en la que se repasaron sus propuestas, su postura frente a Venezuela, el régimen de Maduro, la naturaleza socialista de la oposición venezolana, los boliburgueses que hoy viven en Madrid y los valores y principios de Vox.
Estuvo hace pocos días en Washington DC. Una agenda apretadísima. ¿Cómo les fue?
Realmente bien. Nos pudimos sentir útiles con todos esos contactos que entablamos para la causa por la libertad en Iberoamérica. Hablamos mucho de Venezuela, de Cuba, con los interlocutores. Yo creo que vamos a lograr impulsar el evento que queremos hacer en Madrid para darle una respuesta al Foro de Sao Paulo.
Entiendo que usted no fue a Washington con las manos vacías. Fue con un proyecto. Un proyecto que, de hecho, se lo presentó al secretario general de la OEA, Almagro: el Foro de Madrid. ¿Qué es esto exactamente?
Es un proyecto que en realidad está diseñándose. Lo que queríamos era que los interlocutores participasen desde el primer momento, prácticamente. Creemos que esta es una causa común y nosotros solo tratamos de ofrecer la plataforma en España, que es un lugar esencial, estratégico, por razones históricas, lingüísticas y culturales, para dar una respuesta a lo que está ocurriendo en Iberoamérica y para, en la medida de nuestras posibilidades, si no liberar, contribuir a esa causa de la libertad.
Lo cierto es que todos los interlocutores se han mostrado dispuestos a colaborar de alguna manera.
¿Quiénes son los interlocutores?
Personas del ámbito de los medios, de los think tanks. En la OEA, de gente de la administración. Creemos que vamos a poder invitar a mucha gente.
¿Tienen pensado lanzar esto con un evento?
Sí, será un evento; pero no únicamente queremos que sea un evento. El propósito es que de ahí nazca una estructura que pueda trabajarse en el tiempo de manera coordinada para dar esa batalla tan importante. No queremos que solo sea un evento. Y es importante que quede claro: no es para hacer avanzar una agenda partidista. Tenemos que juntarnos personas que probablemente no pensamos igual, pero estamos de acuerdo en lo básico: la defensa de la democracia, el respeto a los derechos humanos y la reivindicación de la libertad. Ahí es donde tenemos que encontrarnos. Lo demás debe quedar al margen.
Cuando hablamos del Foro de Sao Paulo hablamos de grupos criminales. Hablamos de narcotráfico, terrorismo, mafia organizada. Ellos se mueven con unos márgenes mucho más elásticos, mil veces más elásticos, que los de aquellos que respetan la ley. ¿Usted realmente ve la capacidad de enfrentar esto? Es un monstruo.
Bueno, nosotros no creemos que sea Vox el que tenga que enfrentarse a ese monstruo. Precisamente por eso queremos concertar las voluntades de muchísimos actores políticos. Estamos convencidos de que se les puede dar una respuesta, y sobre todo se puede hacer no teniéndoles ningún tipo de miedo. Tienen que saber que somos conscientes de lo que son y lo que somos capaces de hacer. Debemos enfrentarnos a sus métodos antidemocráticos y criminales.
Hablemos del crimen transnacional. Hablemos del chavismo. Porque, para bien o para mal, hoy el problema de los venezolanos es también el de los españoles. Y la gravedad es inmensa. Se trata de una infección que de Rusia saltó a Cuba, de Cuba a Venezuela y ahora toma la Moncloa. ¿Lo ve así?
Bueno, esa es una reflexión que nosotros hemos hecho. Que habíamos hecho hace tiempo. Decían que no puede pasar en Cuba lo que pasó en la Unión Soviética; no puede ocurrir en Venezuela lo que pasó en Cuba; no puede pasar en España lo que pasó en Venezuela… Pero nosotros pensamos que sí. Porque la naturaleza humana es la misma. Las instituciones pueden ser más o menos fuertes, pero las personas se mueven por las mismas razones. Tienen los mismos miedos, las mismas pasiones. Entonces, nosotros pensamos que España no está a salvo. Y no es que lo pensemos, es que estamos seguros.
Al día de hoy hay ministros comunistas sentados en el Consejo de Ministros por primera vez en España desde el año 1936. Y esto nos tiene que llevar a la reflexión. Porque, es verdad que todavía están de alguna manera agazapados, disimulando, suavizando sus posturas. Pero esa es la estrategia de los comunistas.
Ayer Pablo Iglesias, cuando fue escrachado por aquellos que antes lo acompañaban a él a hacer escraches en la universidad, decía: «Les habla un humilde reformista». Es imposible no reírse escuchándolo. Él hace dos años decía, y con rabia: «¡Yo soy comunista!». Lo decía en las televisiones en distintos debates. Muchos no creemos que haya existido algún tipo de cambio. Consideramos que estamos ante un político verdaderamente nocivo para la democracia.
¿Cuál es su intención? ¿Volverse más potable?
Si, claro. Saben que no pueden llegar a través de una revolución criminal. Por lo tanto, quieren llegar a través de las urnas. Lo que algunos sabemos es que, una vez que lleguen, no van a respetar la democracia, la separación de poderes ni van a respetar a la oposición. De hecho, ya lo están haciendo. El Gobierno de Pedro Sánchez lo primero que ha hecho, también a través de estos ministros, ha sido atacar a los jueces, tomar el control de la Fiscalía, movilizar las calles contra la oposición del Gobierno. Por lo tanto, si son capaces de hacer esto con un Gobierno débil, donde la parte comunista aún es pequeña, ¿qué ocurriría si la fuerza fuera mayor?
España no está a salvo. Nosotros queremos lanzar ese mensaje. Y es que nosotros no hacemos esto para ayudar a Iberoamérica. No. No es una posición de superioridad. Lo hacemos para ayudarnos a nosotros mismos. Creemos, además, que su experiencia nos puede dar mucho que nosotros desconocemos.
Claro, y no hay nada más auténtico que esa motivación, quizá egoísta. Hoy coinciden nuestros intereses con los de ustedes.
Efectivamente. Sobre todo que no se hace desde España por el concepto de madre patria. No se hace por eso. Hoy juntamos los mismos problemas y creo que todos nos podemos ayudar.
Es verdad que España tiene una posición privilegiada como nación europea y de influencia en las políticas exteriores de otras naciones europeas. En ese sentido, creemos que estratégicamente España debe intentar liderar esa batalla.
No sé si es una percepción que comparte: el caso venezolano ya no es solo el caso venezolano sino es también el caso español. Pero hay gente en el Gobierno de Pedro Sánchez que ha dicho, «Venezuela no importa»… ¿Cómo lo ve usted? ¿Realmente ambos casos van de la mano?
Esos que hoy dicen que no importa Venezuela son aquellos que han contribuido con provocar que en Venezuela haya ocurrido lo que ha ocurrido. Son aquellos que nos decían que Chávez era el elemento a emular. Y son ahora los que se ríen de nosotros cuando hablamos de Venezuela en el Parlamento. «A ellos solo les importa Venezuela. No les importa España»… Es un discurso muy retorcido y con mucha maldad. Pero yo creo que a la mayor parte de los españoles le importa Venezuela.
Ellos por primera vez no están interesados en que se mire Venezuela. Ellos no quieren que se mire Venezuela porque el experimento ya se ha producido. Ya todo el mundo ha visto las causas. Y las ha visto con claridad. El señor que se sienta con Pablo Iglesias en el Consejo de Ministro, Pedro Sánchez, hace seis meses dijo que Pablo Iglesias representaba «el camino hacia Venezuela, hacia la pobreza y hacia las cartillas de racionamiento». Hasta ellos saben las consecuencias.
Y pese a ello. Y pese a que, por ejemplo, ha habido reporte tras reporte en el que se habla de la financiación de Ecuador a Podemos, del narcotráfico a Podemos, del chavismo a Podemos; tienen a Pablo Iglesias en La Moncloa. ¿Dónde está el costo?
La voluntad de poder de Pedro Sánchez está por encima de cualquier cosa.
¿Y la sociedad española?
Pues la sociedad española ha votado. Y ha votado y ha sido engañada, ha sido estafada. Porque durante la campaña, Pedro Sánchez prometió a los españoles que no pactaría ni con los comunistas ni con los separatistas. Lo prometió hasta el mismo viernes de la campaña electoral. Y el lunes hizo exactamente todo lo contrario.
Los españoles están indefensos. Además de movilizarnos en las calles como hicimos unas semanas después, no podemos hacer otra cosa que esperar a votar. Porque por desgracia mentir al electorado no es un delito que esté en el código penal. Aunque quizá debería estarlo cuando se hace de esa manera y de esa forma tan evidente…
Cuando un político se compromete a no pactar con determinados grupos en una campaña electoral, mucha gente le vota por eso. Y acto seguido hace lo contrario. ¿Qué le queda a la sociedad? No vamos a hacer como ellos (romper cristales, hacer barricadas)… Nos queda la protesta pacífica, la acción parlamentaria y quizá hacer cambios legales el día que lleguemos al Gobierno para que nunca más vuelva a suceder nada de esto.
A mí me parece probablemente lo más grave de lo que ha pasado en España porque destroza la confianza de los españoles en el sistema democrático y en las instituciones. Un presidente les ha mentido impunemente.
Cuando hablamos de nuestra región, América, hay una ecuación en la que yo creo: la paz de Colombia hoy pasa por la resolución del caso de Venezuela. ¿Se podría trasladar eso a España? ¿La democracia en España hoy pasa por la resolución de Venezuela o la supresión del chavismo o el castrismo?
No sé en qué medida todas esas piezas influyen unas a otras, pero no tengo ninguna duda de que la relación existe. Sobre todo: el mal está relacionado. Entonces, relacionemos el bien. Juntémonos los que queremos otra cosa. Probablemente no la misma, pero sí distinta y absolutamente contraria a la que nos han llevado los que lo han hecho.
No sé exactamente. Es como cuando se hace la pregunta de, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Pues yo no sé si es desde España que se va a resolver Venezuela o desde Venezuela que se va a resolver lo de España…
Pero hay que resolver ambos.
Claro, hay que resolverlos.
Hay que resolverlo. Hay que resolver Venezuela donde, a diferencia de España, la dimensión del problema es otra. Los españoles, hasta ahora, siguen contando con la herramienta de la democracia. En Venezuela eso se perdió. Y yo estoy convencido de que del chavismo solo se sale por la fuerza. ¿Qué piensas al respecto?
Eso lo sabéis mejor los venezolanos que nosotros mismos. Yo me atrevo a decir cuáles son las soluciones exactas para España, pero no me atrevo a decir cuáles son las soluciones para Venezuela. Pero es verdad: no pueden haber unas elecciones con Maduro en el poder. Maduro tiene que salir primero. Y yo no sé si esa fuerza deba ser la internacional, la de la presión mediática o debe ser…
¿Qué piensa de una intervención militar?
Realmente lo desconozco porque creo que si yo hablase de eso, muchos venezolanos a los que queremos apoyar dirían: «Bueno, ¿por qué un extranjero nos dice que debe haber una intervención militar en nuestra patria?». Y otros seguramente me lo reclamáis. Es muy delicado, fuera de Venezuela, hablar de la intervención militar. Pero yo tiendo a pensar que hay que hacer cualquier cosa para sacar a Maduro del poder.
¿Qué piensa del papel de Europa, que insiste e insiste en la resolución del caso venezolano a través de acuerdos, mecanismos democráticos?
Es que efectivamente tiene que ser de forma democrática pero sin Maduro en el poder. Maduro tiene que irse.
Bueno, pero es que la resolución pasa por sacar a Maduro.
Claro. Pero es que no se puede pactar con el tirano.
Pero Europa insiste. Y a mí me parece triste decir o escribir esto: ya no podemos ver a Europa como aliada…
¡Y a España menos!
Exacto. De hecho España ha sido punta de lanza en esta postura colaboracionista. Y es triste. ¿Estamos condenados a eso? ¿Todo lo que pase por Europa terminará beneficiando al chavismo?
Bueno, nuestro objetivo es ese. Es fortalecer la presión mediática e internacional desde España para influir en la política europea. En la medida de nuestras posibilidades, que a veces son modestas, es algo en lo que queremos contribuir. Pero sí observamos como en muchas ocasiones, cuando hay un conflicto entre la democracia y la tiranía, Europa se pone en una posición equidistante. Y España lo ha hecho de la manera más escandalosa.
Al menos las distintas naciones europeas recibieron a Juan Guaidó. España ni siquiera lo recibió. Lo recibió la oposición. La entrada de los comunistas al Gobierno significó un viraje de la política exterior. Se pasó de decir que Guaidó era el presidente legítimo de la Asamblea a decir que era «el jefe de la oposición». Me lo dijo Pedro Sánchez directamente a mí en la intervención parlamentaria. Cuando yo le pregunté por el asunto de Venezuela, se refirió a él como»jefe de la oposición». Y pensamos que había sido un descuido. Pero al día siguiente la ministra de Asuntos Exteriores intentó deshacer el entuerto diciendo que «era a la vez presidente encargado de Venezuela y jefe de la oposición».
Ahora, sobre esa visita de Guaidó a España: usted se reunión con él. Logró verlo. ¿Qué tal le pareció?
Bueno, fue una reunión muy cordial. Muy breve porque él llevaba una agenda apretadísima. Pudimos hablar brevemente y mostrarle nuestro respaldo. Y es verdad que lo hacemos probablemente desde diferencias con Juan Guaidó. Entendemos que él pertenece a la Internacional Socialista, nosotros estamos en otras posiciones… Pero en la medida en la que pueda ser un actor para recuperar la democracia y la libertad en Venezuela a nosotros nos parece excelente.
También se reunió con Vecchio en Washington.
Sí. Y fue muy coincidente el análisis.
¿Ah, sí?
Sí, sí.
¿Cree que el Gobierno interino está en sintonía con lo que ustedes piensan?
Bueno, yo creo que sí. En relación con ese tipo de cosas que estamos hablando, creo que hay sintonía. No sé exactamente cuáles son sus planes ni me atrevo a plantear que nos los desvelen. Pero yo pienso que sí.
¿No hubo contrastes en ninguna percepción?
Bueno y tampoco avanzamos tanto en algunas cuestiones como las que hemos hablado tú y yo.
Pero sí hablamos sobre la necesidad de articular una respuesta desde España. Ellos agradecían que pudiéramos hacer algo para impulsar una respuesta coordinada.
Yo imagino que usted está al tanto de que esas reuniones provocaron cierto rechazo en los sectores de derecha de Venezuela y de los más escépticos sobre Guaidó. Muchos le reclaman. La derecha venezolana no vio eso bien.
Estoy al tanto. Nos han llegado críticas; pero, claro, nosotros no hemos elegido a Juan Guaidó.
¿Qué le diría a quien protestó ese encuentro?
No puedo decirles mucho. Yo solo puedo aprender de lo que me dicen los venezolanos sobre Venezuela, sea uno de los que apoya a Juan Guaidó o uno de los de la derecha que no está con él. Yo solo puedo escuchar. Claro que me gustaría que estuvieran más de acuerdo en dar una respuesta radical al régimen de Maduro, pero es difícil que yo contribuya ahí. Al final lo cierto es que nosotros no hemos elegido a Juan Guaidó. Han sido los venezolanos.
Uno de los reclamos más recurrentes es el hecho de que Juan Guaidó pertenece a una organización a la que también pertenece, por ejemplo, el partido de Zapatero. Zapatero, uno de los tipos que más ha perjudicado a los venezolanos.
¿Cuántos viajes ha hecho Zapatero a Venezuela?
Exactamente.
¿Los sabes?
No. Cientos.
Pero es que es constante. Está viajando a Venezuela permanentemente…
Y obviamente para jugar a favor de Maduro.
Para favorecerlo. Es la punta de lanza y es el gran responsable de que no se esté resolviendo el problema en Venezuela…
Insisto: ¿qué diría sobre el hecho de que el partido de Guaidó pertenezca a la Internacional Socialista y que la transición en Venezuela esté siendo capitaneada por un partido socialista?
Bueno, yo creo que la Internacional Socialista no es la Internacional Comunista. Estamos hablando de partidos de carácter socialdemócrata que en Europa pues han funcionado más o menos bien… A ver, yo no puedo ser más crítico contra un planteamiento de izquierda o socialdemócrata; pero son partidos que han respetado las instituciones, la separación de poderes, la democracia, que han abandonado el marxismo.
Bueno, Venezuela por cuarenta años fue gobernada por la socialdemocracia y era el principal país de Latinoamérica.
A eso me refiero. Que entiendo que el problema en estos momentos no es que Juan Guaidó esté en la Internacional Socialista o sea socialdemócrata. El problema es que esté Pedro Sánchez a la vez que pacta con ministros comunistas. Yo creo que la contradicción la tiene España.
Hay un tema que es neurálgico y que no se ha tocado. Venezuela fue saqueada. Quizá estamos hablando del mayor saqueo de la historia reciente de la humanidad. Miles y miles y miles de millones de dólares. Y muchos de esos criminales hoy viven en España…
Lavando dinero.
Viven en España, felizmente, e incluso aportan a partidos, medios de comunicación, tienen influencia. Han provocado que calles enteras en Madrid suban de valor. ¿Por qué no se le ha puesto el ojo a esto? ¿Por qué no se ha alzado la voz con respecto a este tema? Porque además tiene incidencia en la política española. Los afecta. Meten plata en todos lados.
Probablemente en España falte información sobre eso que los venezolanos conocen mejor y que a nosotros nos convendría saber. Pero el Gobierno, desde luego, ha mirado hacia otro lado. Además, sabemos que distintas naciones han advertido a nuestro Gobierno sobre esa cuestión y son quienes, probablemente, tienen la información. Sabemos que la respuesta que ha dado nuestro Gobierno no ha sido satisfactoria. Se ha permitido.
Por nuestra parte podemos decir que si algún día llegamos al Gobierno y tenemos información de quienes están sacando activos de Venezuela para lavarlos en España, nosotros actuaríamos inmediatamente y no lo permitiríamos.
Pero con los elementos que hay, que son muchísimos —y menciono algunos nombres: Danilo Diazgranados, Nervis Villalobos, los hermanos Neri, Alejandro Betancourt—… Porque hay artículos de prensa e información que disecciona la manera en la que ellos operan. ¿Esto no sirve para que por ejemplo el grupo parlamentario de Vox impulse algo en el Congreso o haya alguna iniciativa en la que pueda tomar la batuta Vox?
Desde luego que podemos buscar que se investiguen a los venezolanos corruptos que viven en España. Lo estudiaremos y lo haremos.
De hecho, acabamos de llegar. Somos 52 diputados, que son muchos pero son pocos, y algunos ya han estado en Bolivia o en Ecuador hablando de esa información. Porque realmente es algo en lo que queremos trabajar. Estamos dispuestos a escuchar a todos los que nos quieran transmitir información para convertirlo en un debate político en España.
Para ir terminando, quiero volver al principio. Creo que desde hace mucho se debió haber hecho y hoy lo celebro: la conformación de una plataforma que agrupe a todos los que no son estos criminales y sirva como contrapeso. Usted lo dijo: eso contempla a aquellos con los que incluso hay diferencias. Desde los más conservadores hasta los más liberales —o progresistas—…
Así es. Creo que el plexo de unión es la democracia de verdad. La democracia con separación de poderes. La democracia que respeta la libertad y los derechos humanos.
Por ejemplo una persona como Almagro, que viene del Frente Amplio, un partido marxista y adscrito al Foro de Sao Paulo —y que lo terminó expulsando—… Pero hoy nadie pudiera dudar del talante democrático de Almagro. Almagro es un aliado al final. Es decir, ¿el Foro de Madrid no es un foro de partidos de derecha?
Yo creo que ese mensaje es quizá el más importante que tenga que dar esta entrevista: el Foro de Madrid no es un foro de partidos de derecha. Es un foro por la libertad y por la democracia en toda Iberoamérica.
Quizá acentuar eso es lo que más tengamos que hacer en las próximas semanas para convencer a aquellos que probablemente tengan alguna reticencia. Lo único que nos mueve es la causa y no hacer avanzar una agenda política, que son asuntos que van a quedar totalmente al margen de esos eventos y de la organización posterior.
Ahora, volviendo al tema de las diferentes vertientes que podrían conformar el Foro: ¿qué es Vox como tal? ¿Un partido conservador?
Vox en España ha huido de las preguntas de los periodistas que han buscado etiquetarnos. Porque Vox es una gran reacción por la unidad nacional y por la libertad en España. En un país en el que la unidad de la patria está en riesgo. Un país en el que la libertad es atacada por determinada legislación que nace de la dictadura progre o de principios de extrema izquierda.
Esas son nuestras causas. ¿Y eso qué quiere decir? No es que esté eludiendo la cuestión. En Vox hay conservadores, hay libertarios, hay cristianos… Hay españoles que no se identifican a sí mismos con una etiqueta política. Y muchas veces hemos dicho que esto de las etiquetas políticas es para expertos o para catedráticos en las universidades, no para votantes. Los votantes responden a intereses concretos. A nosotros nos vota gente preocupada con los problemas del mundo rural.
Preocupados con la ideología de género. Hartos con la disgregación territorial en España. Algunos incluso pueden sentirse de izquierda. Por eso nosotros pensamos que etiquetar a Vox es hacerlo pequeño. Vox es una gran alternativa social y patriótica en defensa de la libertad en España. Y estamos consiguiendo que mucha gente suba a nuestro carro precisamente porque huimos del sectarismo que caracteriza a otros.
¿Vox hoy es el partido que en España más favorece las libertades individuales y económicas?
No tengo ninguna duda de que eso es así.
¿Qué piensa por ejemplo Santiago Abascal de temas sensibles como el aborto?
Yo creo que eso no está dentro de las libertades de la mujer. Creo en la libertad del concebido. Vox es un partido pro vida, sin ninguna duda.
¿Y el matrimonio homosexual?
Tenemos una objeción a que se denomine matrimonio. No tenemos ningún problema con que existan uniones de personas del mismo sexo. Al contrario. Pero la izquierda ha querido provocar y darle una denominación que se ha referido siempre a la unión entre el hombre y la mujer.
¿Y del movimiento #MeToo?
Bueno, yo creo que es el desquiciamiento del feminismo, que está consiguiendo llevarlo a la lucha de sexos. Cuando la izquierda ya no podía con la lucha de clases, una vez que cae el Muro de Berlín, ha tenido que buscar otros elementos de confrontación social, de ruptura de la sociedades. El feminismo supremacista ha sido uno de ellos. Yo creo que eso está provocando cosas muy sorprendentes. Por ejemplo, en España, nosotros tenemos datos de que Vox es el primer partido entre los jóvenes varones de 18 a 25 años; y, sin embargo, nuestra posición en el voto femenino no es tan buena en esas edades. Eso significa que en gran medida la lucha de sexos que plantea la izquierda se está logrando.
Hay una tarea gigantísima.
Hay una tarea extraordinaria. Nosotros tenemos que hacer llegar nuestro mensaje mejor para que las mujeres vean que nosotros las consideramos iguales y las queremos defender y las defendemos mejor que los progres… Es más, nosotros somos los únicos que decimos que a todos los criminales sexuales los queremos meter para siempre en prisión. La izquierda no. Los quiere reinsertar y meterlos por una puerta de la cárcel y sacarlos por la otra.
Vox es uno de los pocos partidos que hoy enmarca toda su causa en valores. Habla de valores. ¿Cuáles serían los grandes valores que defiende Vox?
El valor de la vida, el valor de la unidad y el valor de la libertad. Esos son los tres valores, junto con los valores democráticos, de la separación de poderes, del respeto a las minorías y a los disidentes políticos.
¿Y para usted cuál es el mayor valor que existe?
Sin ninguna duda el de la vida. Si no se respeta la vida desde su concepción hasta su extinción natural, si no se respeta la vida del adversario político, no se puede construir nada.
Este artículo fue publicado originalmente en PanAm Post.
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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times
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