A sus 94 años, Papá Rudy hornea pasteles con toda la seriedad de un antiguo ingeniero balístico de la Marina y, además, italiano.
Este nonagenario del norte de Virginia, que llegó a dominar la repostería a una edad muy avanzada, pronto se convirtió en un fenómeno viral.
«Fue de la primera generación, obviamente, que fue a la universidad, estudió ingeniería en la Universidad de Purdue», explica a The Epoch Times la nieta de Rudy, Jill, de 28 años. Papá Rudy, como le llaman sus nietas, «trabajó muy duro» e hizo realidad el sueño americano.
Para Jill y su hermana Jenna, de 26 años, Rudy es la prueba de que proponerse una tarea puede ayudarte a conseguir cualquier cosa, y de que nunca se es demasiado viejo para dominar una nueva habilidad.
«Puedes encontrar tu pasión a los 25 o a los 90», dice Jill. «Nunca es demasiado tarde».
Son una familia italiana muy unida. Cada semana, las hermanas visitan a Papá Rudy y esperan con ilusión una nueva tradición familiar de repostería que comenzó en 2020.
Cuando la COVID vio cómo la gente se encerraba en sus respectivas burbujas, Rudy, que entonces tenía 90 años, empezó a hornear sin parar. Y las visitas semanales no cesaron. Aunque estuviera en el garaje al aire libre, la familia se reunía, y siempre brotaba una dulce expectación.
Se hizo un silencio dramático cuando Rudy salió llevando una bandeja de horno con tapa -la tapa era la clave de la sorpresa- y luego la levantó y reveló su última creación. Todos aplaudieron.
«Hay tanta variedad», dijo Jenna. «No se limita a hacer un pastel de vainilla o chocolate. Hay algo de arándanos, tarta de fresas, bollos de canela».
Lo último que ha hecho son tartas de cerezas, pero también ha hecho tarta de café, pastel de cerezas, tarta de piña al revés -algunos postres eran incluso sin gluten para las hermanas- y la lista continúa. Aprendió estos postres de un chef favorito en Internet.
Siempre ha tenido la actitud correcta hacia sus esfuerzos en la vida, siendo muy serio y detallista.
«Debería haber añadido un poco más de mantequilla», comentaba mientras todos a su alrededor comían felices el pastel de café.
Ya fuera en el campo de golf perfeccionando su swing, en el laboratorio diseñando misiles o en la cocina horneando panecillos de cereza para la familia, siempre se ha puesto a prueba a sí mismo, dice Jill.
Rudy aprendió este hábito de su padre, un inmigrante italiano de primera generación que no hablaba ni una pizca de inglés. Viajó desde Brooklyn hasta Indiana para que Rudy pudiera ir a la universidad.
La forma en que el padre de Rudy regresó a Nueva York hablando solo italiano se convirtió en una leyenda familiar, revelando que uno puede hacer lo que se proponga e inspirando a las generaciones siguientes.
Rudy había colocado un cartel alrededor del cuello de su padre que decía: «Por favor, llévame de vuelta a Brooklyn», cuenta la historia.
Hoy, las hermanas recuerdan esa historia del tren cada vez que se plantean nuevos retos y objetivos en la vida.
Jenna se hizo practicante de terapia nutricional para poder controlar su salud y ayudar a los demás. Ambas hermanas han lidiado con el síndrome del intestino irritable, la fatiga, el acné y el insomnio.
Una vez que encontraron la solución dietética y los componentes del estilo de vida adecuados para su sistema nervioso y su salud mental, empezaron a cultivar la verdadera curación.
Juntas crearon Gut Talk, un canal en las redes sociales que habla de la salud intestinal, algo que tiene una resonancia holística con la salud y la curación del cuerpo.
«Parte de la razón por la que empezamos Gut Talk fue porque estuvimos muy enfermas -muy, muy enfermas- durante años», dice Jill. «Fuimos a montones de médicos, y siempre nos decían que estábamos bien».
Papá Rudy grabado en vídeo sirviendo sus dulces productos horneados. (Cortesía de @guttalkgirls)
Tras encontrar un camino alternativo hacia la salud, buscaron ayudar a la gente a mayor escala. La salud intestinal no es tan difícil como algunos la pintan, dice Jill.
«Puedes dar pequeños pasos que te hagan mejorar cada día», afirma. «Y se van acumulando.
«Así que nuestro objetivo era realmente como cuando decimos, ‘hacer la salud más digerible'».
Les educaron en la creencia de que se puede ser Presidente de los Estados Unidos si se trabaja duro; se puede ser astronauta o cirujano. Y Rudy sigue siendo su mayor partidario, animándoles mientras su audiencia crecía hasta superar los 23,000 espectadores.
Asimismo, al publicar en Internet sus hazañas en la cocina, las hermanas lo convirtieron en viral. «Papá Rudy es como la estrella de la repostería», dice Jill. «Pero él no quiere ser famoso».
Cuando se entera de los millones de personas que lo han visto en Internet, se pone un poco nervioso. Jill se hace eco de la preocupación de papá: «¿Van a venir a mi casa?».
Jenna recuerda su preocupación: «¿Me van a robar las recetas?».
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